El Método axiomático-deductivo

No creo que haya alguien que se oponga a este método como uno de los que coadyuvan al conocimiento de las condiciones reales de existencia. El método, sistemáticamente utilizado por la Escuela Austriaca antes que cualquier otro, es válido y congruente con las características del Ser para aprehender la realidad. En realidad, el método axiomático-deductivo es una gran conquista del pensamiento en sus esfuerzos por conocer la realidad objetiva donde se desarrolla el destino de la humanidad.



A pesar de ello, tiene tres desventajas muy nítidas. La primera, pretende ser el único método para el conocimiento de la verdad, algo que es falso desde cualquier punto crítico que se lo observe. Al igual que los otros, el método axiomático es uno más en la tarea de llegar a conocer los procesos reales y las relaciones del Ser con todos los demás. La segunda, intenta convencernos de que las condiciones a priori son independientes de tiempo-espacio y, de que, por lo tanto, son válidas para todo lugar y toda fecha del calendario mundial. Esto se nota, especialmente en los postulados de von Mises referidos a la Acción Humana, obra en la que el ser humano tendría una naturaleza inmutable en todas las eras y en todos los puntos geográficos del mundo, desde su aparición como homo erectus hasta la desaparición de la especie misma. Generalizar de ese modo lo que es históricamente determinado y culturalmente modelado es un error que ahora pagan, con hambre creciente y miseria genocida, cientos de miles de grupos humanos desparramados en el mapa de la pobreza, por la audacia de pretender englobarlos a todos en un mismo costal, sin distinción de la evolución histórica y cultural de cada uno. La tercera, el individualismo metodológico que propician es un intento vano de conocer las relaciones verdaderas entre los seres humanos, debido a que se quiere analizarlo en el marco de un supuesto “libre albedrío”. Éste, es, en mi opinión, un error por demás garrafal, debido a que el comportamiento del individuo está grandemente influido por el momento histórico en que vive y por la cultura donde se ha criado. Este razonamiento nos muestra que si bien a la ciencia económica no le es posible determinar el comportamiento de cada individuo, sí puede hacerlo a través de las tendencias de los grupos humanos.

Si se tiene un globo inflado con aire, la ley física dirá que si la capacidad del globo es rebasada por la introducción de  aire más allá de esa capacidad, el globo reventará. Esa es una clase de ley que puede y debe ser transferida a la Economía, pues habla de cosas que sucederán para el conjunto de todas las moléculas alojadas en el globo, las que, debido a la explosión resultante, tendrán que ser expulsadas. Pero lo que el Individualismo Metodológico pretende es controlar la trayectoria individual de cada una de las moléculas de aire en el momento en que fueron expulsadas y analizar su comportamiento durante esa trayectoria hasta ver los resultados de cada uno de ellos, una vez que los efectos impulsores de la explosión cesan. Es para analizar estos supuestos movimientos de cada molécula que establecen, en la mayoría de los casos, los axiomas, las deducciones y las hipótesis, algo que repugna intrínsecamente. De ahí la falsedad de las predicciones y, por supuesto, la imposibilidad de verificar las premisas y, como vimos en muchos casos, los resultados de esas predicciones. En mi opinión, la ciencia económica debe preocuparse de conocer las leyes por las que el globo reventará y prever los resultados sociales, políticos, culturales y económicos de ese fenómeno. Para ello, no necesita averiguar la trayectoria de cada individuo, sino la del conjunto del grupo humano que se analiza en cada caso. Sólo entonces se puede establecer los axiomas necesarios y adelantar en la tarea del pronóstico.

Tomemos otro ejemplo. Supongamos que asistimos a una gran fiesta pública en la qua bailan miles de personas. Cada una bailará a su modo y hará los movimientos que le parezcan más expresivos, acorde con su personalidad. Sin embargo, una vista panorámica nos mostrará que los miles de bailarines se moverán al ritmo de la música que las orquestas tocan. Es posible que el sicólogo esté interesado en averiguar las razones para que un individuo determinado se mueve como se mueve, e incluso, del por qué no sigue el ritmo general, pero la Economía no puede detenerse en los comportamientos psicológicos de cada individuo; al contrario, tomará en cuenta las costumbres, tradiciones, valores que rigen para el grupo danzante.



Por último, debo afirmar que la selección de los axiomas no es un producto puro, extraído exclusivamente de la razón. Al contrario, surge de la experiencia pasada del grupo al que se analiza, experiencia que queda registrada en lo que Jung llamaría la Memoria Colectiva.Yo soy un partidario entusiasta de la Memoria Colectiva , entusiasmo que comparten conmigo muchos de los empresarios de las grandes corporaciones que han registrado sus respectivas Curvas de Aprendizaje para comparar los costos de un periodo a otro en la evolución de sus respectivas empresas. La descripción de los experimentos realizados van más allá de la extensión de este artículo, pero de ellos hablaremos en La Acción Recíproca. Lo que sí quiero dejar establecido es que los axiomas no son enteramente racionales; más bien son verdaderamente intuitivos, tal como las categorías sensibles de Kant. Esto me da pie para reiterar uno de los rasgos más específicos de mi teoría del conocimiento: por las razones anotadas en los primeros capítulos de este artículo, la Razón, por sí sola, es insuficiente para conocer el mundo objetivo, para aprehender la “esencia” de las cosas, por lo que debe contentarse con percibir el fenómeno, tal como lo postula Kant, algo que logra con cierto nivel de adecuación debido a que el acto cognoscitivo está siempre realizado por la dupla Razón-Intuición, aunque los “racionalistas” a ultranza nieguen la contaminación intuitiva en la percepción de la objetividad. En síntesis, escoger un axioma es apelar a la Razón-Intuición, la dupla que es el verdadero instrumento cognotivo.