El pequeño recorrido que hicimos en los capítulos anteriores nos muestra una verdad concluyente: todas las teorías están teñidas de ideología. Esto, que puede generalizarse a todo el conocimiento humano, se hace mucho más patente en la ciencia económica. En verdad, podemos afirmar que la ciencia económica es la más contradictoria de cuantas el ser humano conoce. Al respecto, recordemos lo que decía un comentarista: la Economía es la única ciencia que permite que dos académicos, v.g. Samuelson y Friedman, sean acreedores al Premio Nóbel por el hecho de que el segundo afirmara lo contrario de lo que motivó el premio que se le concedió al primero.
Esta observación no es casual. Recordemos a Nixon cuando durante su periodo presidencial, los EE.UU sintió por primera vez lo que los países subdesarrollados ya teníamos como algo crónico: la aparición y existencia simultánea de altos índices de inflación y desempleo. Con el objeto de encontrar una salida a este laberinto tan extraño, convocó a Paul Samuelson, Premio Nóbel de Economía en ese entonces y le preguntó que debía hacer al respecto. Samuelson, neokeynesiano por excelencia, le dijo que nos se preocupara, que dedicara toda su atención a resolver el problema del desempleo y que una vez resuelto, el de la inflación desaparecería automáticamente. Eso significaba ejecutar programas de creación de empleos, incremento de inversiones en infraestructura, reducción de impuestos, una política monetaria expansiva y los consiguientes incrementos del déficit fiscal. Nixon, que no se contentaba con una sola opinión, solicitó la presencia de Milton Friedman, líder de la corriente monetarista y, por ende, del sector más conservador del neoliberalismo, el mismo que algunos años más tarde recibiría también su respectivo Premio Nóbel (“por haber sostenido lo contrario de Samuelson”) La respuesta que le dio al Presidente fue tan categórica como la de Samuelson. Era preciso orientar todas las energías para anular la inflación, una vez vencida, el desempleo desaparecería como por encanto. Para alcanzar esta dimensión era preciso reducir las inversiones, aumentar los impuestos, recurrir a una política monetaria restrictiva y, sobre todo, reducir el déficit fiscal. Esa y no otra era la manera de luchar contra la estanflación y el desempleo.
En cuanto al método que la actual Teoría Económica usa, el del famoso caeteris paribus, Harry Truman sintió en carne propia lo que eso significaba. Se dirigió a la Asociación de Economistas de los EE.UU para rogarles que por favor le mandaran un economista manco para cumplir con las tareas de asesor económico de la Casa Blanca. Lo quería manco, porque esta cansado, dijo, que cuando preguntaba algo a un economista, éste le decía: on one hand, podría suceder esto; pero, on the other hand, podría pasar lo contrario. Con el humor rústico que Truman tenía, vio que la mejor manera de solucionar el problema era tendiendo a su disposición, claro está, un economista manco. Por último, no olvidemos que un comentarista social definió al economista como aquél individuo que nos dice qué va a suceder mañana y luego nos explica con detalles impresionantes, las razones por las que no sucedió de ese modo.
Por lo tanto, debo aclarar que mi crítica sobre las percepciones anotadas también estará teñida de una ideología determinada, la mía, a la que he denominado El Socialismo de Complementos, cuyos principios generales están contemplados en mi obra que lleva el mismo título y que fue publicada en el mes de septiembre próximo pasado.
Autor: Mario Blacutt Mendoza