La República Popular China y su economía:  reseña histórica del cambio sucedido y las reformas  introducidas por Deng Xiaoping.
 Por María Isabel Negre.
China tiene hoy la economía con mayor dinamismo en el  mundo, se ha convertido en el mayor demandante de cobre, zinc,  platino, acero, hierro, aluminio, níquel, cemento, etc. y en  el segundo importador de petróleo de todo el mundo. Además  de ser un gigante geográfico, demográfico y económico,  también ha conseguido una innovación tecnológica  y un desarrollo de una fantástica sofisticación  financiera. 
 Por esto, el conflicto ya no va a ser propiedad colectiva versus propiedad privada. Ahora será entre un Estado que preserva  como principio sagrado el monopolio del poder político,  combinado con una economía de mercado cada vez más  semejante a la estadounidense; y un Estado democrático tanto  en lo político como en lo económico. 
 Entonces, ya no se cuestiona la implicancia de China en el mercado  mundial, sino que se admira y frecuentemente se teme, la amplitud y  rapidez con la que se extiende. Como dice Jean-Luc Domenach “la China de hoy ha salido de la categoría de las  <<diferencias epidémicas>> (diferencias cuya  propagación hay que barrer a cualquier precio) y no pertenece  más que en parte a la categoría de las <<  diferencias estratégicas>> (es decir, diferencias que se  deben y se pueden contener o utilizar por medios estratégicos  o diplomáticos), en la que la URSS permaneció hasta el  último momento. Entró progresivamente, bajo Deng  Xiaoping, y se inscrito, bajo Jiang Zemin, en una tercera categoría,  que es la de las <<diferencias negociadas>>, es decir,  las deferencias cuyo peligro es real pero que puede disminuir  mediante negociaciones. Aunque sobrevive el recelo ante la diferencia  china, se ha reducido, ya que China, al acercarse al resto del mundo,  le proporciona cada vez más oportunidades para la  compraventa”. 
 La reforma económica se inicia tras la muerte de Mao Tse Tung  y la asunción al gobierno de Deng Xiaoping en 1976. Él  fue quien lanzó el programa “cuatro modernizaciones” bajo  el lema no importa el color del gato sino que sepa cazar ratones.  Con esta frase explicó a la izquierda intelectual que él  se daba cuenta de los efectos desastrosos que causaba el dogmatismo  colectivista utilizado como instrumento de desarrollo de las  naciones; las ideas preconcebidas, se habían acabado... ahora  importaba el pragmatismo. 
 “La opción que impuso a finales del 1978 hacía de  la apertura un medio de realización de los grandes objetivos  programáticos, pero era una opción pragmática.  Hoy se suele olvidar que el despertar de la apertura fue al principio  muy amplio. El gobierno chino se volvió hacia todas las  experiencias económicas extranjeras, incluidas las del mundo  comunista [...]. En septiembre de 1978, en Tokio, durante una visita  a las fábricas de Nissan, Deng Xiaoping declaraba: <<por  fin he entendido qué significa la modernización>>.  A lo largo de la década de los ochenta, la apertura económica  concernió sobre todo al Asia capitalista y a la China de  ultramar: Japón para el comercio y las ayudas; Hong Kong y  Singapur para las financiaciones y los métodos de gestión”.
 Así, este gran pensador, estadista y analista estratégico  observaba a la Unión Soviética y al sudeste asiático,  y el primer cambio que introdujo fue el de aceptar la propiedad  privada de los medios de producción. Con esto también  se debieron asimilar dos nuevas ideas: la plusvalía como  una retribución legítima del capital invertido;  la competencia como medio de asignación de los  factores de producción. 
 La Unión Soviética podía competir con Estados  Unidos en ámbitos militares porque en eso destinaba la  inversión. Pero la decadencia económica y tecnológica  en la que estaba sumergido el país era un precio demasiado  alto por pagar, y el dirigente chino no estaba dispuesto a hacerlo. 
 En el sudeste asiático se estaban dando experiencias  extraordinarias con respecto al desarrollo económico de los  países. Y todos tenían un factor común: una  nueva filosofía de mercado que contenía empresas  privadas que buscaban ganancias y competían duramente; una  masa asalariada con una creciente capacidad adquisitiva; y gobiernos  que ofrecían a la población salud, vivienda y  educación. 
 Japón en pocas décadas se había  convertido en la segunda potencia económica del mundo,  descollando en casi todos los sectores industriales de alta  tecnología.  China no estaba en condiciones de competir contra eso. 
 Otro territorio en desarrollo era Taiwán. Esta  “provincia” se estaba convirtiendo en una importante sociedad industrial que le  permitía mejorar notablemente el nivel de vida de la  población. La magnitud y durabilidad del crecimiento de su  economía y su tremenda importancia en las exportaciones hacía  pensar al líder chino en el impacto que sufriría su  país si continuaba en el primitivismo económico en el  que se encontraba, y Taiwán seguía creciendo como lo  venía haciendo. 
 El desarrollo de Hong Kong seguramente también llamó  la atención de Deng Xiaoping. Esta isla no sólo había  formado parte del territorio chino, sino que se encuentra muy cerca  geográficamente, lo que hacía que las noticias de su  desarrollo llegaban a la población. Y, al fin y al cabo, eran  chinos los que realizaban semejante hazaña.
 Singapur, siendo ciudad-estado, también estaba logrando  excelentes resultados económicos. Fue la conducción del  extraordinario estadista Lee Kuan Yew la que permitió el gran  desarrollo de esta pequeña nación
 El otro territorio que formaba parte del denominado “tigre  asiático” es Corea del Sur que contrasta con Corea  del Norte en lo que respecta al crecimiento económico, la  evolución tecnológica, la capacidad exportadora y el  nivel de bienestar de la población. ¿Qué es lo  que las diferencia? Que luego de la guerra entre las dos Coreas, y  con Estados Unidos de un lado y China del otro, el general Park  dirigió el proceso de desarrollo en el que se fijaban metas  para la expansión de las exportaciones. 
 Indonesia era otro ejemplo de crecimiento económico. Es  una nación de un territorio extenso y una compleja geografía  (gracias a las  trece mil islas que lo conforman);  de una diversidad étnica, cultural, lingüística y  religiosa que hacía difícil la conducción de la  población. Suharto asumió el control del Gobierno en  1967 y fue quien dio un giro a la política económica  hacia una economía capitalista y mantuvo buenas relaciones con  Estados Unidos y Japón. 
 En la década del setenta pudo mantener el crecimiento  económico gracias a los altos precios del petróleo;  pero en los ochenta, la economía sufrió un declive como  consecuencia de la crisis de precios y del petróleo y pagó  las consecuencias de no haber creado en la década anterior una  infraestructura empresarial. Todo esto sirvió de ejemplo para  el líder chino. 
 Así, los dirigentes de China una regla de oro que ya había  sido puesta en práctica primero por Japón y luego por  los demás países industrializados de Asia; pero  decidieron aplicarla más rigurosamente: China no podría  abrirse a Occidente si no tomaban precauciones para preservar su  independencia. 
Entra  en juego la política exterior  
 Deng Xiaoping tomó medidas estratégicas para limitar  los costos de la apertura. Se centró en la modernización  del socialismo, en formar una “dictadura democrática” del  partido, con una apertura económica para potenciar la  iniciativa privada y el crecimiento económico. Suprimió  toda oposición, pero también concedía mayores  libertades en otras áreas.
 En política exterior, combinó una alta dosis de  pragmatismo con nacionalismo. Se iniciaron relaciones con Estados  Unidos y se normalizaron con la Unión Soviética. Por  otro lado, negoció la recuperación de territorios  chinos como Hong Kong y Macao, e insistió con la reclamación  de Taiwán.
 Deng, apoyándose en una teoría de los años  1974-1975 de un mundo dividido en tres (las superpotencias, los  subdesarrollados y los que están en vías de desarrollo  como China), pudo desplegar y marcar una continuidad para llevar a  cabo su plan. Se presentó como defensor del denominado Tercer  Mundo y esto le permitió a Pekín tener intercambios  comerciales que, de hecho, eran con países del Primer Mundo. 
 Esta nueva posición también le permitía tener  una situación estratégica con las dos grandes potencias  de los años ochenta. En una primera etapa, 1979-1985, Estados  Unidos  concedió muchas ventajas a China por la propaganda que  hacía en contra del hegemonismo soviético; postura que  demostró seriamente al estar en contra de Vietnam y la URSS en  la guerra en 1979. Occidente se puso a favor de la política de  modernización china, pero Deng no quería comprometerse  sólo con ellos. Así, a partir de 1985, comenzaron los  lazos con Gorbachov... se intentaba que funcionara el triángulo  Washington-Moscú-Pekín. El problema surgió en  1991 cuando se dio el hundimiento de la URSS. 
 La postura de la década del ´80 “integró la  apertura comercial china –que ponía necesariamente a Pekín  en situación de comprador- en una diplomacia global que ponía  en juego bazas indiscutibles: la visión que el mundo tenía  sobre un antiguo imperio que renacía, la extensión de  su territorio y la importancia de su población, la posesión  de armamento nuclear y la capacidad de actuar, y en cualquier caso de  hablar, más allá de su región, especialmente  gracias a su asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las  Naciones Unidas”.  Así, esta posición diplomática permitió a  China confirmar su lugar en el mundo: mantenía relaciones con  el Tercer Mundo, reforzaba su posición en una Asia oriental en  pleno crecimiento, y se presentaba como un socio independiente de las  dos fuerzas de ese momento. 
 Durante los años ´90, la estrategia de apertura tuvo  que cambiar en algunas cosas. China ya participaba de los mecanismos  de la mundialización y ahora tenía que beneficiarse.  Pero también critica la dominación financiera y  comercial de Estados Unidos y defiende a los países que han  quedado marginados por culpa del mundo globalizado. 
 Por otro lado, las medidas de apertura debían salvaguardar la  independencia de China y las tres condiciones que mantendrían  la dinámica de esta apertura se llevaron a cabo muy de a poco.  La primera era que Occidente y Asia capitalista debían admitir  que los intercambios comerciales para asegurar la modernización  del país, no debían incomodar al régimen  político. Igualmente, y gracias a los intercambios con el  extranjero, la economía china pudo crecer rápidamente  sin interferir con el régimen comunista. Según  Jonathan Story, “el regimen comunista  chino ha llegado casi tan lejos en la reforma económica como  puede llegarse sin acometer profundos cambios políticos”. 
 La segunda condición implicaba a la población: por un  lado, los dirigentes apoyaban la modernización sin perder el  control; y la gente debía comprometerse con el desarrollo sin  dejar de obedecer a las autoridades. 
 La tercera era a nivel político: las decisiones tomadas por el  más alto nivel de la dirección política, que  daban el impulso a la apertura, debían ser confirmadas; pero  el aparato dirigente estaba dividido. Finalmente, Deng Xiaoping y  Jiang Zemin “vencieron manteniendo el carácter  fundamentalmente binario de la estrategia de apertura de una manera  que podía más que tranquilizar a los conservadores, ya  que Deng comenzó cada vez por embridar el caballo de la  represión y Jiang Zemin, en 1998-1999, también empezó  por recalcar los puntos de acuerdo con sus opositores antes de  decantarse a favor de una profundización de la apertura”. 
 Esta “profundización” fue notoria en 1999 con el arbitraje  de Jiang Zemin a favor de la entrada de China en la OMC. Con esto, se  estaban comprometiendo con la mundialización. Este compromiso  llevaba la apertura a un nivel más elevado: China se  comprometía a intervenir en una organización económica  caracterizada por su naturaleza global y la circulación de  bienes. El mercado mundial, organizado por la OMC, es un conjunto de  socios (con los cuales Pekín ya había tenido que firmar  acuerdos previos). El extranjero ya no era el otro útil, sino  que pasó a ser el otro de una asociación. 
 Pero los costos eran altos, y China los vivió en 1998 cuando  les llegó la crisis asiática. Por eso, los diplomáticos  chinos reemprendieron duras negociaciones con sus principales socios:  Estados Unidos y Europa. Allí consiguieron resultados  favorables: obtuvieron acuerdos especiales (por ejemplo con las  ayudas a los productores de cereales), y su adhesión le abría  miles de puertas para trampear con compromisos adquiridos. Así,  se comprometen con la globalización pero ya no sólo con  las condiciones de los demás, sino también con las  suyas propias, sin dejar de ser ellos mismos. 
 A principios de 2000, Jiang Zemin “anunció el nuevo  concepto de <<sang ge dai biao. El mismo proclama que el  Partido Comunista Chino representa <<el modelo más  avanzado de fuerzas productivas, de cultura más adelantada, y  de los intereses de la mayoría de la población>>.  Lo que revela esta teoría es la intención del partido  de abrirse a las nuevas fuerzas y clases sociales. Esto constituye,  sin duda, un paso importante para el pluralismo dentro de las  estructuras del partido”.  Esta fue la denominada teoría de las “tres representaciones”  de Jiang Zemin. 
La estrategia de la apertura, desde el interior  del país
 La apertura debía mantenerse bajo control, se debía  hacer de modo progresivo y seleccionando, de modo minucioso, los  espacios donde entrarían las empresas extranjeras. La apertura  estaba canalizada prioritariamente hacia las zonas costeras, aunque  el Centro llevaba a cabo una vigorosa política comercial. Las  autoridades distinguían claramente las marcas y los países  “amigos” y nunca vacilaron en “castigar” a un país y/o  sus marcas, si lo consideraban culpable.  Este discurso de amistad les permitía hacer una búsqueda  sistemática para obtener ventajas financieras y, a su vez,  mejorar las ya obtenidas. 
 A medida que pasaba el tiempo, los procedimientos de las  inversiones, junto con las joint ventures fueron  flexibilizándose. Esto provocó un boom en las  inversiones extranjeras directas, a principios de los noventa.  Además, se crearon las bolsas de Shenzhen, en 1988, y la de  Shanghai en 1990. 
 Entonces, primero se aceptó la propiedad privada de los  medios de producción y, luego, la plusvalía que  sirvieron como motores para dar impulso estructural y de largo plazo  al desarrollo buscado.  En forma gradual se incorporaron los principios y las instituciones  típicas de las economías de mercado. 
 Los capitales extranjeros, como ya dijimos, primariamente se  centraron en el desarrollo de las zonas costeras por ser las que  tienen más acceso al tráfico del comercio mundial;  dejando para más adelante el interior del país. 
 Lo que Deng vio claramente es que sin un Estado poderoso es puro  sueño y fantasía pretender una economía de  primer orden, ya que en un poder fuerte y lúcido subyace la  potencialidad de un crecimiento económico vigoroso y sostenido  en el tiempo. Por eso entendió que primero es necesaria la  apertura económica y luego la política.
 En China, el monopolio del poder siguió en manos del partido  comunista porque sería esta condición la que permitiría  que la reforma fuese efectiva; es decir, que se pudieran transformar  las estructuras económicas, sociales, culturales y la  mentalidad colectiva. 
 Esta transformación gradual y sistemática fue lo que  permitió que un país con un Estado comunista como China  se haya incorporado a la Organización Mundial del Comercio     -OMC- a fines del 2001. 
 China tiene un Estado con un poder de decisión sin paralelo  alguno. Esto le ha permitido continuar con su desarrollo. Así,  pueden resumirse diez puntos que caracterizan el poder en China y que  permiten el crecimiento,  a saber:
 1- un Poder que controla todos los resortes del Estado;
 2- tampoco se permite la competencia política, las  organizaciones opositoras, la existencia de sindicatos;
 3- no existen medios de comunicación que no pertenezcan al  Estado;
 4- no tiene un líder carismático, sino que los  dirigentes cambian periódicamente;
 5- es un poder que también representa a los sectores  emergentes del gran desarrollo económico;
 6- es un Poder con la idea de crear una nación poderosa,  próspera y tecnológicamente avanzada;
 7- tiene la capacidad de llevar adelante planes de muy largo plazo,  dado que siempre los miembros del gobierno provienen del mismo  partido;
 8- es un Poder en el que existen políticas de Estado;
 9- es un Poder que acepta las desigualdades de ingresos y la  legitimidad de la plusvalía de la inversión privada;
 10- es un Poder que integra el monopolio político con el  capitalismo privado, el Estado totalitario con la economía de  mercado, y que se viene abriendo al mundo sin perder su esencia de  profundo nacionalismo económico. 
 Así, este Estado tiene aptitud para resolver todos los  obstáculos que se le  presenten. 
 Hace un cuarto de siglo que China comenzó el nuevo camino que  le permite lograr el desarrollo que hoy tiene: crece a un ritmo  vertiginoso y, habiéndose revisado las cifras de PIB, se llega  a la conclusión que es un 16% más grande de lo que se  había estimado. Esto lo convierte en la sexta economía  del mundo en PIB y es la segunda si se mide en paridad de poder  adquisitivo. 
 Ranking País PIB
  (millones  de dólares USA)
1- Estados Unidos    11,667,515
2- Japón 	4,623,398
3- Alemania 	2,714,418
4- Reino Unido 	2,140,898
5- Francia 	2,002,582
6- China 	1,932,093
7- Italia 		1,672,302
8- España 	         991,442
9- Canadá 	  979,764
10- India 	    691,876
 Los siguientes gráficos muestran el PBI y  las exportaciones de distintos países: 
 “La política exterior china presenta algunas de las  características de una transición: cambio vacilante de  los objetivos, desigualdades de ritmo o diversidad de las  aplicaciones regionales y locales. [...] esta transición deja  entrever un desarrollo histórico claro. Después del  <<nudo>> de los años 1989-1991, un segundo  <<nudo>> preparado por el acceso al poder de Jiang Zemin  en 1994-1997 se organizó entre 1999 y 2001, que ha marcado a  la vez una mutación y una elevación de las ambiciones.  Desde entonces, la política china ya no es principalmente  defensiva, sino ofensiva. Se sigue planteando la defensa del régimen  y el desarrollo económico, pero mediante un compromiso cada  vez más marcado con el mercado mundial, y a la vez se plantea  objetivos mundiales y sobre todo regionales más ambiciosos:  China es un candidato claro, a medio plazo, a un estatuto de gran  potencia y, a corto plazo, a uno de gran potencia regional”. 
 En el 2002, China ya estaba en el quinto puesto en el ranking de los  países exportadores del mundo (en el año 1978, estaba  en el 32° lugar),  estando por detrás de Estados Unidos, Alemania, Japón y  Francia, pero por delante de países como Gran Bretaña,  Canadá, Italia, Países Bajos y Hong Kong. La inversión  extranjera oscilaba entre el 40 y el 60 % del total de las  exportaciones. 
 El dinamismo económico ha reforzado su magnetismo, al  principio la estrategia era simple: crecer, crecer, crecer. Y, en la  medida en que siga aumentando su peso a nivel mundial, y las  decisiones que vayan tomando, también irán modificando  la política interna para adaptarla a las nuevas situaciones. 
 Según J. Story, “China se convirtió en una gran  potencia precisamente porque gestionó con éxito la  transición a la <<democracia al estilo chino>>.  Ahora que la democratización de China es una realidad, y que  China es un candidato a la primacía mundial, la estructura  mundial es más multipolar”.  No sé si se puede decir que China está democratizada,  pero sí que ha sabido adaptarse a los cambios, así como  producirlos y llevarlos a cabo. Económicamente, ya es una  potencia mundial; políticamente, lo será.