Una breve descripción de los estudios sobre informalidad

Existe un amplio debate entorno a la definición del sector informal, no obstante, pretender abarcar en este escrito toda la literatura que del tema existe sería un tanto utópico. En el presente apartado se limitará la discusión a esquematizar brevemente algunas de las principales corrientes que se identifican en el tema, mencionando al final algunos de los estudios que se han realizado en México.



La existencia del sector informal quizá se remota a los inicios del sistema de producción capitalista, no obstante, el estudio del mismo inicia con la definición que Hart planteó en 1973 - aunque pueden encontrarse algunos antecedentes teóricos en las teorías marginalista y dualista del desarrollo económico-. Para Hart  el sector informal básicamente sería un exportador de toda clase de productos, principalmente servicios, dada su cercanía con los consumidores finales, por lo que podría ser entendido como el subempleo que afecta a aquellos que no consiguen ingresar en el sector moderno de la economía (Hart, 1973)

Años después de la definición que Hart  da al sector informal, la OIT y el PREALC8  establecen que la informalidad es una forma de producción atada a la heterogeneidad estructural que caracteriza la economía de los países latinoamericanos (Tokman y Klein, 1988). Para el PREALC, el carácter estructural de la baja absorción en el empleo incide en que el sector informal al ver socavadas sus posibilidades de crecimiento manifieste una constante subordinación interna de sus mercados, la cual se traduce en una falta de acceso a los recursos y baja acumulación de capital (Tokman, 1991).

Según este enfoque, uno de los principales problemas de la informalidad consiste en que al ser fijo gran parte del capital que se utiliza (activos ilíquidos que no se pueden separar fácilmente del recurso trabajo),  no permite la libre transferencia entre los sectores formal e informal, por lo que el objetivo del trabajador informal quedaría reducido a maximizar su ingreso total en lugar de optimizar su tasa de utilidad como sucede en el caso del capitalismo formal (Souza, 1980). Esta condición haría que el individuo apenas supliera sus necesidades básicas de subsistencia sin muchas posibilidades de acumulación de capital.



Quizá, la principal crítica a la anterior posición surge de la que podría denominarse corriente estructuralista - marxista, en la cual se encuentran autores como Portes, Castells, Benton y Roberts, entre otros. Para ellos, el sector informal se entendería como “todas aquellas actividades generadoras de ingreso, pero no reguladas, en un medio donde actividades similares si lo están” (Portes, 1995), funcionando así como un brazo más de la economía, que sirve para absorber la mano de obra excedente en el mercado formal, o en el mejor de los casos, como una extensión del aparato productivo formalmente establecido que corrige la inflexibilidad institucional permitiendo una mayor absorción de mano de obra en el mercado laboral a la registrada en las cifras oficiales pero de manera irregular (Ibíd. P. 120).

La informalidad en éste enfoque pasaría a convertirse en un apéndice más del sistema capitalista  que le sirve como mecanismo en la aminoración de sus costos de producción a partir de dos componentes: La contratación directa informal, bien sea de forma temporal o casi permanente pero sin un contrato laboral definido, y la subcontratación de producción o comercialización a través de empresas informales o trabajadores cuenta propia (Portes y Benton, 1987). A diferencia del enfoque OIT-PREALC, que al ver a la informalidad como una forma de producción, la clasifica como un sector de la economía totalmente independiente del sistema de producción moderno y capitalista, ocupando asalariados en pequeños establecimientos sin que éstos tengan a su vez algún tipo de relación “laboral” con las empresas del sector moderno (Tokman y Klein, 1988)  

En el análisis de Portes et.al, la heterogeneidad del mercado laboral puede ser abordada a partir de la relación entre sector formal e informal desde una perspectiva marxista basada en una estructura de clases9 , cuyo indicador óptimo serían el número de horas laboradas de forma regulada vrs no regulada, o en una aproximación más burda, el porcentaje de trabajadores que no se encuentran afiliados a sistemas de seguridad social (Portes, 1995 y  Portes y Benton, 1987).No obstante, los indicadores que proponen no serían suficientes para clasificar a cada individuo dentro de una clase social respectiva, por lo que se requeriría de un mayor acervo metodológico para lograrlo.



En consecuencia, cabe anotar que si bien el enfoque de PREALC, con Tokman et.al, y la Estructuralista –Marxista, de Portes et.al analizan el comportamiento del sector informal y la posible interacción que puede existir entre formalidad e informalidad, o sector moderno y atrasado de la economía, no profundizan acerca de las condiciones sociodemográficas y económicas de la población informal, las causas y motivos para optar por ese tipo de trabajo, la influencia del contexto local en el cual se han criado y habitan los individuos, y en una visión más profunda del problema, saber qué consecuencias tiene la informalización del mercado laboral sobre la precarización de las condiciones de vida de los individuos.

Actualmente, uno de los enfoques más patrocinados por agencias internacionales y otros organismos de carácter multilateral es el enfoque legal - neoliberal  de De Soto, quien propone que tanto la informalidad como la propia formalidad en las sociedades en desarrollo traen consigo costos de acceso y permanencia que dificultan la libre movilidad de los actores para ubicarse dentro del aparato productivo de acuerdo con la normatividad vigente, sin que ello signifique un decremento sustancial en sus ingresos (De Soto, 1986 y De Soto 2000).

En ese sentido, para De Soto el sector informal podría definirse como: “Aquel que funciona al margen de la ley, es decir es aquel que con fines lícitos, para distinguirlo de los criminales, utiliza medios ilícitos para conseguir esos mismos fines” (De soto, 1986), y por lo tanto si se desea aminorar su tamaño o corregir su baja productividad hay que adecuar, por una parte, la estructura legal y normativa que afecta la producción de bienes y servicios, y por la otra, ajustar el sistema de derechos de propiedad a las necesidades de los informales. Ello permitiría romper la “campana de vidrio” que les imposibilita acceder al conjunto de beneficios que puede ofrecer estar en la formalidad sin tener que pagar un alto costo por ello (De Soto 2000).

El enfoque de De Soto ve a la informalidad como una empresarialidad naciente en los países en vías de desarrollo que no puede salir adelante por la excesiva carga normativa, y los costos de acceso y permanencia que le impiden integrarse al aparato productivo formalmente establecido (De Soto 2004). Así, dicha perspectiva se enmarcaría en el ámbito de la legalidad fundamentando sus planteamientos en postulados de corte neoclásico como lo son las fallas del mercado. A diferencia del enfoque de Portes, para quien la informalidad es una cuestión de regulación y retroalimentación intersectorial, en la que el sector formal se alimenta de los insumos proveídos por el informal para su crecimiento económico.

Quizá la principal crítica realizada al enfoque de De Soto, es que solucionar el impase de la normatividad, no cambia el entorno sociodemográfico en el cual se hallan inmersos los informales, ni tampoco los problemas estructurales de la absorción laboral en economías emergentes como las latinoamericanas. Además, no analiza la vulneración de los derechos sociales y laborales por parte del sector formal al informal, y la poca voluntad que tienen  los grandes capitales de incluir a los marginados a costa de una reducción en su nivel de utilidades.

Portes afirma, que de seguirse las recomendaciones elaboradas por De Soto, podría existir un incremento en los abusos del patrón hacia el asalariado, acompañado de una baja pronunciada en el nivel de los salarios y un escaso incentivo para el entrenamiento de los trabajadores y la innovación tecnológica llevando así a la informalización de toda la economía (Portes 1995).

Podría colegirse, entonces, que  de lo que se trata aquí no es tanto de ponerle una cara bonita al sector informal, sino incluir y respetar plenamente los derechos de los individuos como ciudadanos, entre los cuales se encuentra el de un trabajo decente y productivo, que les permita solventar sus necesidades básicas.

Para el caso de México, país cuyo peso del sector informal en la economía justifica por si solo su estudio10, el número de investigaciones tanto empíricas como teóricas que se han realizado es bastante representativo. En ese orden describir cada una de ellas podría resultar repetitivo dado que de ello ya se han encargado otros autores con excelentes resultados como lo es el caso de Rendón y Salas (1990), Roubaud (1995), Jusidman (1993) y Freije (2001) entre otros. No obstante, cabe resaltar que la gran mayoría de estudios realizados sobre informalidad ocupacional coinciden en la inmensa heterogeneidad del sector informal y sus implicaciones al momento de querer conocer, medir e inferir algo acerca de este segmento de la población ocupada, bien sea desde la  perspectiva del trabajo asalariado vrs el no asalariado en la que se ubican autores como: García, Muños y Oliveira 1982, Rendón y Salas 1990, Benítez y Cortés 1990, Cortes 2001, Damián 2002 y Pacheco 2004, o desde un enfoque más empresarial como lo ha hecho Maloney (2004) recientemente. La heterogeneidad, entonces, se convierte en el centro de atención del presente artículo con el objetivo de saber que tanto de empresarialidad y de subsistencia hay dentro del sector informal.

8- Programa de empleo para América Latina y el Caribe

9- Para Portes, el mercado laboral y la economía en general podrían ser vistos a partir de la existencia de 4 clases sociales:  En la parte superior se tendría a la clase dominante, que representa un porcentaje muy reducido de la población, este segmento controlaría plenamente los factores de producción y se localizaría principalmente en el sector público y las medianas y grandes industrias; luego se tiene al proletariado formal, que pese a no controlar los medios de producción si cuenta con determinadas garantías contractuales, respaldadas en el derecho laboral de cada nación. Posteriormente se encontraría la pequeña burguesía informal, en la que se ubicarían los empresarios que teniendo control sobre los medios de producción y autoridad sobre el trabajo de otros, no poseen el suficiente respaldo tecnológico, financiero y contractual para ser totalmente autónomos, convirtiéndose así en un anexo del sistema capitalista que le sirve como subcontrarista de bienes y servicios a muy bajo costo. Finalmente se tendría el proletariado informal, que además de no tener control alguno sobre los factores de producción tampoco posee garantías contractuales o algún tipo de seguridad social (Portes, 1995)

10- Según cifras del INEGI cerca del 27 por ciento de la población ocupada nacional labora en el sector no estructurado de la economía, y un 52 por ciento de la misma no cuenta con afiliación a un sistema de seguridad oficial como IMMs o ISSTE (INEGI, 2003)