James M. Buchanan, hace una pequeña diferenciación entre lo que es la anarquía hobbesiana antes descripta, y lo que él denomina la anarquía ordenada. Ésta anarquía ordenada, que haya su paradigma en el mercado libre, es el conjunto de interacciones ordenadas y sin reglas formalmente definidas de comportamiento personal. Afirma que ésta anarquía ordenada sería el ideal a alcanzar por el individualismo puro, pero que dado la necesidad de resolver las disputas interpersonales es necesario la aparición de un agente ejecutor institucionalizado, de alguna estructura de derechos individuales. Estas disputas interpersonales surgen necesariamente cuando no existe ninguna línea divisoria “natural” o mutuamente aceptada entre las esferas del interés individual personal. A su vez, afirma que cualquier entidad debe, al menos, tratar de modo igual a todos los que sean calificados de miembros, aunque, obviamente, existan diferencias interpersonales: “La asignación de derechos implica que el agente ejecutor, el Estado, debe ser neutral en su tarea, en la organización y realización de su imposición debe tratar por igual a todas las personas. A los individuos se los trata por igual debido a que su asignación de derechos implica tal neutralidad, no debido a que sean iguales”. De hecho Buchanan señala que las personas deben diferir necesariamente entre ellas y en cualquier asignación de derechos. De no darse ésta condición, sería imposible cualquier tipo de acuerdo o intercambio al desaparecer la motivación por negociar. Obsérvese que lo que está haciendo Buchanan es simplemente diferenciar aquellos juegos cooperativos, donde la solución es óptima sin la necesidad de “intervención” por parte de terceros, de aquellos juegos no-cooperativos, donde es necesario guiar la conducta de los agentes, mediante la generación de incentivos. El carácter neutral del Estado, en el sentido de uniformidad en la aplicación de la ley, es una prescripción ética y una forma de salvaguardar al individuo de posibles discriminaciones arbitrarias.
Podría bien argumentarse que el surgimiento del Estado no es necesario, ya que si bien el juego es del tipo no-cooperativo, al ser éste uno repetido los agentes logran sortear la no cooperación y eventualmente cooperan de forma voluntaria. Además de los problemas de estabilidad que pueden llegar a surgir cuando la comunidad crece en número, se debe considerar que si bien cada sociedad sale de la jungla hobbesiana (ya sea por repetición del juego o por la delegación del poder a un soberano), las distintas sociedades permanecen en el state of nature a nivel de Estados. Esto implica que aquélla sociedad que decida lograr la cooperación mediante la repetición del juego se expone a que otra comunidad que ya posee un soberano los invada y someta.