crecimiento económico

¿Creciendo para quién?

El modelo neoliberal de crecimiento colombiano anti pobres



David Castells*

Resumen

A pesar del crecimiento económico sostenido de los últimos años los niveles de pobreza en Colombia siguen aumentando. Los datos estadísticos reflejan claramente que el modelo de crecimiento colombiano es anti-pobres. Muchos factores, principalmente la política económica del país, han permitido que la desigualdad aumente y se siga desplazando más colombianos a la pobreza mientras que la economía del país se encuentra en expansión. Este artículo es fruto de un estudio del autor (La pobreza en Colombia: Persistencia, estrategias para su reducción y el fracaso del modelo neoliberal) más profundo, integral y sistemático sobre la pobreza en Colombia utilizando la metodología de diagnóstico diferencial propuesta por el profesor Jeffrey Sachs.


BRIVEFING

Although the sustained economic growth of the last years the poverty levels in Colombia are still rising. The data shows clearly that the Colombian growth is anti poor. Many factors, mainly the economic policy of the country, have allowed inequality to rise and the movement of more Colombians into poverty while the country’s economy is in expansion. These article is fruit of an author’s study (La pobreza en Colombia: Persistencia, estrategias para su reducción y el fracaso del modelo neoliberal) deeper, integral and systematic about poverty in Colombia using the differential diagnosis methodology proposed by doctor Jeffrey Sachs.

* David Castells es Licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha estudiado también en la Universidad de Los Andes en Bogotá. Es Diplomado en Relaciones Internacionales y Master en Estudios para el Desarrollo. Durante los últimos años ha investigado sobre la persistencia de la pobreza en Colombia.


Email: dcastells@economistes.com

dcastells@hotmail.com

PALABRAS CLAVE:

Crecimiento económico

Pobreza

Desigualdad

Política económica

El modelo neoliberal de crecimiento colombiano anti pobres

Cuál es la obsesión de los economistas y gobiernos por el crecimiento económico? Parte de la respuesta siempre ha sido que para un país solo un crecimiento sostenido permitirá mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos. Por tanto el crecimiento es lo importante. La medición y el análisis de la pobreza extrema quedan así relegados a un segundo plano. “Primero hemos de hacer crecer el pastel para que luego podamos repartirlo”, y así un país va bien cuando su crecimiento económico es bueno y mal cuando no.

Pero, nos cuestionamos de cuales son los sacrificios por esa búsqueda insaciable por el crecimiento? Cómo puede ir bien un país que crece a más del 5% pero cuyos índices de pobreza y desigualdad no paran de empeorar? Quienes son realmente los que se benefician del crecimiento? Para quién crecemos? Solo ahora, tras décadas de decepción en las teorías económicas tradicionales, los economistas y los gobiernos se empiezan a preocupar directamente por la pobreza como problema real desvinculado al crecimiento.

Crecimiento, desigualdad y pobreza

Existen tres razones fundamentales por las que crecimiento económico puede no representar mayores niveles de ingreso y de calidad de vida para la mayoría de la población de un país. En primer lugar los recursos pueden ser invertidos en sectores no relevantes para la mayoría de la sociedad, como la inversión en armamentos, muy comunes en muchos países hoy en día. En segundo lugar, los recursos pueden ser invertidos favoreciendo excesivamente el crecimiento futuro en detrimento del consumo presente. En tercer lugar, el crecimiento puede favorecer solo a pocos por una excesiva concentración de los recursos. Esta es la razón fundamental que explica porque el crecimiento económico en Colombia no reduce la pobreza.

No cabe duda de que para alcanzar mayores niveles de desarrollo económico es imprescindible alcanzar también mayores tasas de crecimiento económico, sobre todo en los países pobres cuya producción anual es aún muy reducida, eso está claro. En este sentido el crecimiento económico es paso previo para la reducción de la desigualdad y de la pobreza, y varios estudios empíricos sustentan la correlación teórica entre crecimiento económico y reducción de la pobreza. Sin embargo, la experiencia de muchos de los países en vías de desarrollo durante las últimas décadas también ha puesto en evidencia que en muchos casos, mayores tasas de crecimiento pueden significar también mayores tasas de desigualdad, y a mayor desigualdad mayor propensión de una parte de la población a caer en la pobreza. Y es que la solución a la pobreza no pasa únicamente por el crecimiento económico, incluso éste puede traer consigo más pobreza.

Ya la teoría económica, desde la época clásica, sugería que los países en su proceso de industrialización y desarrollo experimentarían periodos de crecimiento económico acompañado de mayor desigualdad. David Ricardo pensaba que a largo plazo el ingreso se redistribuiría en favor de los propietarios de la tierra, al incrementar la renta de ésta, debido a ser un recurso escaso (Ricardo pensaba en términos de una economía cerrada y muy dependiente de la tierra como factor productivo) mientras los salarios se mantenían al nivel de subsistencia (según la teoría Maltusiana). Por su parte, Marx defendía que el capitalismo es un sistema inestable con una fuerte tendencia al incremento de la desigualdad entre las clases. Más recientemente, W.A. Lewis contribuyó al análisis teórico describiendo cómo las economías se industrializan gracias al desplazamiento de mano de obra excedente desde el sector rural, a partir de una mayor productividad de éste, hacía el sector urbano, donde los salarios son más altos. Así el modelo de Lewis predice que de una situación de baja renta en el sector rural la desigualdad incrementa entre este sector y el urbano a medida que el proceso toma lugar. De hecho, evidencias empíricas relativamente recientes demuestran que la relación entre crecimiento y desigualdad puede ser contradictoria según la etapa de desarrollo en la que se encuentre un país. En este sentido el trabajo de Simón Kuznet es imprescindible. Kuznet intentó demostrar que la relación entre el ingreso nacional per capita de una economía y la distribución de este ingreso sigue un patrón con la forma de una U invertida. Es decir que, a medida que el ingreso per capita incrementa la desigualdad también lo hace, hasta que se llega a un punto a partir del cual un mayor crecimiento genera una redistribución más equitativa. Este proceso es precisamente el que experimentaría una economía que se comportara según el modelo descrito por Lewis. Así mismo se puede decir que este proceso fue el que experimentaron en cierta medida varias de las economías europeas.

Paralelamente, muchas de las estrategias de desarrollo propuestas en las últimas décadas llevan implícito que los países que las implementan sufrirán este proceso en el que tendrán que sacrificar una distribución equitativa de la renta en favor del crecimiento económico para luego poder repartir los frutos de este. Sin embargo esta experiencia se vuelve cada vez más dolorosa para los países en desarrollo que no parecen alcanzar la segunda parte de la U invertida de Kuznet; cuando la distribución vuelve a ser equitativa a mayores niveles de calidad de vida. En cambio si ha significado en muchos casos el desplazamiento de un porcentaje importante de la población hacía la pobreza.

El crecimiento anti pobres

Así, y aunque sea, sin lugar a duda, un gran motor de desarrollo y permita avanzar en la reducción de la pobreza, la teoría y la realidad demuestran que el crecimiento económico no es neutro. El crecimiento no favorece a toda la sociedad por igual; suele favorecer más a unos que a otros.

En este sentido hay diversos tipos de crecimiento. Hoy en día algunos economistas usan el concepto de la “tasa de crecimiento pobreza-equivalente” (Poverty Equivalent Growth Rate – PEGR). Esta tasa nos permite verificar si los pobres se han beneficiado del crecimiento económico de un país o no durante una época determinada. La PEGR es la tasa de crecimiento que arroja la misma reducción de la pobreza que la que se daría si el crecimiento observado en un país hubiera sido neutro. Si la PEGR es mayor que el crecimiento observado, el crecimiento es pro-pobres. Si es menor, pero positiva, el crecimiento es trickle-down (derrame); el crecimiento reduce la pobreza pero aumenta la desigualdad. Por el contrario, si la PEGR es negativa, el crecimiento se define como anti-pobres: las ganancias del crecimiento son recibidas por los ricos y, a pesar del crecimiento, la pobreza aumenta.

La experiencia colombiana

Los datos demuestran que el crecimiento económico colombiano de la última década y media, en particular desde la apertura y la adopción de políticas neoliberales de la década de los noventa, no es pro-pobres; no está ayudando a disminuir los niveles de pobreza del país.

La apertura ha traído consigo una mayor volatilidad de los ciclos económicos y por tanto una mayor vulnerabilidad de las personas frente a la pobreza. Los ciclos económicos más pronunciados han significado mayor pobreza puesto que, como revelan los datos estadísticos, en épocas de expansión los pobres se han visto poco favorecidos, mientras que en épocas de crisis ellos han sido los más perjudicados:

Para verlo con más claridad podemos primero dividir el crecimiento económico colombiano desde los 90s en tres grandes periodos; un primer periodo de expansión entre 1990 y 1997 con tasas de crecimiento rodeando el 4%. Un segundo periodo de crisis entre 1998 y 2000, cuando el crecimiento promedio fue de -0.27% en términos absolutos y -2.04% en términos per cápita, y un tercer periodo posterior al 2001 donde las tasas de crecimiento son cada año mayores (superiores hoy al 6%.).

Pues mientras que en 6 años de expansión del primer periodo la pobreza solo se redujo en 3 puntos porcentuales (de 53.8% a 50.3% según la Contraloría General de la República) en solo 3 años de crisis (1998, 1999 y 2000) la pobreza aumentó en más de 9 puntos porcentuales (de 50.3% a 59.8%). Peor aún, durante al tercer periodo, el actual periodo de expansión, la pobreza sigue aumentando superando ya el 60% de la población del país!

Es decir, a diferencia del buen desempeño de la economía colombiana en los últimos 4 años (buen ritmo de crecimiento y reducción de la inflación, principalmente), en los temas sociales, como la desigualdad y la pobreza los resultados no son tan buenos; la desigualdad y la pobreza se mantienen en niveles sumamente elevados, entre los mayores de América Latina.

Jairo Nuñez y Silvia Espinosa, en su estudio del 2005 sobre los determinantes de la pobreza , entre 1997 y 2004, encontraron que la PERG para Colombia fue mayor que el crecimiento observado tan solo en el 2000 y 2003. En los demás años la PERG fue negativa; el crecimiento fue anti-pobres. Por tanto, no solo la severa crisis del país de finales de siglo repercutió más fuertemente en los más pobres, sino que además, el crecimiento colombiano reciente no está favoreciendo a los más necesitados. Los datos hablan por si solos; si el crecimiento económico colombiano hubiera sido neutro, el nivel de pobreza en el 2004 hubiera sido más de 7% más bajo.

El modelo neoliberal y el crecimiento anti-pobres en Colombia

Por qué pues el crecimiento económico colombiano desde los noventa no favorece a los más necesitados y en muchos casos, incluso los perjudica? Nos ayuda el modelo económico a responder esta pregunta? Un Diagnóstico Diferencial, tal como lo propone uno de los grandes economistas contemporáneos como Jeffrey Sachs, que estudie todas las estructuras (tanto económicas como sociales, políticas o culturales, internas o internacionales) que pueden influir en los niveles de pobreza de un país puede contribuir a descubrir la respuesta. Los resultados de tal diagnóstico reflejan que la persistencia de la pobreza en un país cuyas capacidades deberían permitirle reducirla de forma sostenida, como lo es Colombia, es el resultado de diversos factores que hacen que dicha reducción no sea fácil. En primer lugar está el arraigo de la pobreza misma. En segundo lugar, el marco de política económica. En este sentido los datos más recientes nos muestran que algo no funciona; se estima que el crecimiento económico colombiano superó el 6% durante el pasado 2006 (el más alto en muchos años) mientras que por el contrario el desempleo subió a más del 12%. ¿Si en épocas de expansión no se genera empleo sino se destruye que podemos esperar de la evolución de la pobreza en el país?

Lo que sucede es que la política económica en Colombia no prima el desarrollo humano y la erradicación de la pobreza. Las políticas macroeconómicas de tipo neoliberal han propiciado buenos resultados macroeconómicos y un buen ambiente empresarial, pero las políticas tanto de desarrollo de capital físico como de capital humano presentan serias dificultades y están subordinadas a las primeras. Así mismo el modelo ha dejado al “mercado” el desarrollo social y, como era de esperarse, tal desarrollo se ha estancado y los únicos favorecidos han sido los empresarios. El marco fiscal del país refleja claramente las prioridades del gobierno colombiano actual en cuanto a gasto público en defensa y servicio de la deuda, dejando recursos limitados para el desarrollo humano y la reducción de la pobreza. Un gasto público que no ha estado focalizado en los más necesitados, que ha sido ineficiente y escaso; en el 2004, según la Contraloría General de la República (CGR), tan solo un 2.1% del PIB colombiano estuvo destinado a inversión social, frente a un 10% destinado a defensa.

El diagnóstico diferencial para estudiar la pobreza en Colombia muestra también, como era de esperarse, a la violación constante de derechos civiles y políticos, la corrupción, el clientelismo, la violencia y la inseguridad internas como claros factores que disminuyen significativamente las posibilidades de que el crecimiento económico colombiano se traduzca en menos pobreza. Así como a la escasísima movilidad social del país (en términos educativos, la correlación entre la educación de padres e hijos es superior al 0.7, el doble de otros países de América Latina), intrínseca a su modelo de desarrollo.

La pobreza y su reducción en Colombia están muy determinadas por el actual modelo neoliberal y por ello el crecimiento no ha favorecido a los más necesitados. El modelo neoliberal colombiano, privatizando los servicios públicos sin un control riguroso (como en el caso de los servicios de salud), confiando en reformas tributarias regresivas, desprotegiendo industrias nacionales intensivas en mano de obra apostando por mayor eficiencia en detrimento de la equidad, convirtiendo la estabilidad de precios en el máximo objetivo de la política económica -donde competitividad significa bajos salarios-, ha puesto al interés privado por encima del interés general. Ha acentuado la desigualdad y provocado más pobreza. Nuevamente los datos son claros; mientras la economía crece a buen rimo (superior al 3% durante los últimos 4 años), un tercio de la población colombiana vive hoy aún en indigencia (sin los recursos mínimos para una alimentación adecuada y según la CGR) y aproximadamente el 10% más pobre de la población colombiana participa en tan solo un 1.1% de los ingresos totales del país, mientras el 10% más rico lo hace en 46.1%, en un país donde el coeficiente de Gini se acerca ya a valores cercanos a 0.6 (de los más altos del mundo).

Ante la situación actual y con todos los datos dejando claro el desigual patrón de desarrollo colombiano, que deja de lado un gran porcentaje de sus ciudadanos, deberíamos concentrarnos más en luchar de forma más seria contra la desigualdad y la pobreza, sin esperar que el crecimiento lo solucione todo, y replantearnos nuestro modelo de desarrollo económico buscando los mecanismos que hagan que este produzca un crecimiento que favorezca a los que más lo necesitan. Sin embargo, y como siempre ha sido uno de los grandes frenos de nuestro país, queda la duda de que exista por fin la voluntad y el compromiso de todos para hacer realidad un modelo de desarrollo más equitativo.

Crecimiento del PBI PIB

El crecimiento del PBI es bastante más alto del esperado por todos los analistas. Se debe a varias causas que es preciso tratar de aprovechar al máximo


Es indudable que el crecimiento del PBI ha respondido a un proceso de recuperación que lleva ya 34 meses y que tiene como principal fundamento la aplicación de un modelo monetario expansivo luego de una profunda recesión seguida de una devaluación histórica en términos porcentuales. Una recesión que provocara una ociosidad del aparato industrial de proporciones más históricas aún.

Pero está claro que el proceso inflacionario incipiente dista de ser resuelto, precisamente porque es inherente al modelo elegido. La sobrevaluación del dólar implica valores altos de importación de tecnología y mantiene bajos los salarios y precios en devisas, fomentando entre otras cosas el turismo extranjero, pero también la tasa de inflación.

La recuperación ha llegado al tope, prácticamente, y los procesos de nuevas inversiones requieren un marco de estabilidad institucional y jurídica de suficiente magnitud como para asegurar que los riesgos empresarios no incluyan cuestiones de tinte político o ideológico por parte de un Estado cada vez más intervencionista.


Días pasados, en un seminario en la ciudad de Rosario, el Dr. Lavagna afirmó entre otras cosas que no es posible pensar que cada vez que se hace política económica se alteran las reglas de juego. Ello es verdad, pero está bien claro que los cambios deben ser suaves e institucionalmente correctos, y no depender de un pulgar que se sube o se baja cada mañana. En este caso particular el Dr. Lavagna se refería a la quita de reintegros a las exportaciones de alimentos, que entre otras cosas implica de su parte una clara confusión entre una devolución de impuestos y un subsidio, que son conceptos diferentes en términos de exportar o no tributos.

La tasa del crecimiento del PBI está hoy por encima del 9%, al tiempo que la desocupación medida al mes de agosto alcanza aproximadamente el 14%, si contamos como corresponde que hagamos a los subsidiados por los planes de ayuda estatales, que obviamente son desocupados. No caben dudas de que el modelo ha dado resultados en cuanto a reabrir fábricas y generar ocupación aprovechando una bonanza de precios de las commodities y la situación interna misma que posibilitó la expansión monetaria sin demasiados efectos inflacionarios, luego de la larga estabilidad de precios de la llamada convertibilidad. Porque uno de los pilares del éxito de los modelos keynesianos, es la confianza relativa de la gente en la unidad de cuenta, es decir en la moneda.

Pero hoy por hoy los preocupantes aumentos de precios son una realidad. Una realidad que por el momento el gobierno no parece terminar de comprender. Las medidas que se aplican, tales como las retenciones a las carnes que acaban de incrementarse de un 5 a un 15% es obvio que no corrigen el problema. Por un lado desalientan la producción y por el otro alejan cada vez más la realidad argentina en el marco mundializado en el que, queramos o no, vivimos. Obsérvese el caso chileno y se comprenderá perfectamente lo que queremos decir. Mientras el país trasandino celebra convenios de libre comercio con EEUU y China, por ejemplo, nuestro país se cierra en dudosas fronteras sudamericanas que, para colmo, están enmarcadas en una Venezuela sentada sobre un mar de petróleo y un Brasil que nos da palmadas en la espalda al tiempo que realiza acuerdos con el gigante del Norte. No nos parece, al menos por lo que conocemos, el mejor camino. Es cierto que una política de unión de fuerzas en el Mercosur posibilita llegar en mejores condiciones a la ronda Doha a celebrarse en Hong Kong el mes próximo, pero es preciso que tal unión resulte fortalecida de antemano, cosa que sinceramente al día de hoy no se ve.


Las expectativas inflacionarias para el resto del año no resultan alarmantes para el gobierno, pero es evidente que una tasa del 12% anual dista de ser saludable. Además es posible evitarla si se encara en serio la postergadísima reforma de un Estado que gasta cada vez más asignando de tal modo los recursos de un modo altamente ineficiente.

La necesidad de una mayor eficiencia que permita crecer sin artilugios monetarios como el tipo de cambio alto es una evidencia. El Estado acumula deuda en Lebacs y Boden para poder achicar el circulante adicional generado por la emisión para la compra de dólares que los exportadores tienen la obliación de liquidar. Tal deuda creciente no se compadece con la idea genuina de aprovechar el superávit para reducir los niveles de endeudamiento internacionales.

Nuevamente se vuelve a hablar, en estos días, de un acercamiento con el FMI para iniciar finalmente las negociaciones. Pero está claro que las diferencias subsisten absolutamente. Desde la política cambiaria y las tarifas hasta la tasa de interés o los defaulteados que no entraron en el canje. Pensamos que ambas partes están contestes de la necesidad de un acuerdo, aunque más no sea para marcar un escenario más potable.

Dedicamos un párrafo final a las retenciones a las exportaciones en general y a las de las carnes en particular. El tipo de cambio alto no llega a quienes perciben por el dólar un precio menor, como son aquellos exportadores que están sujetos a retenciones. La diferencia, que se la queda el Estado, no resulta del todo negativa en tanto y en cuanto los precios de la economía en general y del producto sujeto a retenciones en particular sea lo suficientemente retributivos. Dado el tiempo transcurrido con el dólar en torno de los 3 pesos y el creciente impulso inflacionario, es evidente que la rentabilida de estos sectores ha estado cayendo. Muchas veces la falta de un mercado interno se suple con exportaciones y la rentabilidad que se obtiene en ellas permite mantener bajos los precios locales, donde le mercado no convalida incrementos cuando no alcanza el bolsillo. El crecimiento que venimos comentando se fundamenta en la subas de salarios y también en la mayor ocupación de mano de obra, todo lo cual incrementa la demanda y contribuye a la suba de los precios, de tal manera que lo que al menos en los dichos ministeriales contribuiría a bajar los precios internos (la aplicación reiterada de retenciones) puede producir un efecto contrario. Hay que tener cuidado con esto, porque una vez desatado el proceso inflacionario, la reacción de la población no es la misma que la que proviene de tiempos de estabilidad.

Buenos Aires, 19 de noviembre de 2005

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Argentina

Crecimiento y Convergencia

Cuando se observa la historia económica se cae en cuenta de que los diversos países poseen, y han poseído siempre, grandes disparidades en cuanto al nivel de vida. Intentando otorgar una explicación a este hecho y sobre la base del modelo de Solow-Swan que predice una relación negativa entre el ingreso inicial por habitante y su tasa de crecimiento, dando lugar a la existencia de convergencia, economistas de la talla de Barro y Sala-i-Martin (1991, 1992 y 1995) iniciaron una corriente de investigación empírica para determinar la existencia de convergencia entre las economías del mundo.



En un primer momento se alegaba que producto de la existencia de esta convergencia, las economías más pobres contaban con la posibilidad de alcanzar a las más ricas, ya que existía un único nivel de equilibrio de largo plazo para las diferentes economías ( convergencia absoluta ). En este sentido, aquellas economías que se encontraban en una situación menos favorable (nivel de ingreso por individuo inferior), tenderían a mostrar tasas de crecimiento superiores a las economías más desarrolladas, con niveles de vida más elevados, y eventualmente los mismos se equipararían. Esta argumentación fue rechazada por la evidencia empírica, ya que si bien algunos países han logrado un alto nivel de crecimiento sostenido, alcanzando los niveles de ingreso per cápita de las economías desarrolladas, las diferencias presentes entre los países más pobres del planeta y los más ricos muestran un alto grado de persistencia. Es así como el fenómeno de la convergencia absoluta fue parcialmente reemplazado por el de convergencia relativa , donde cada economía presenta un nivel de equilibrio particular, el cual depende de factores de carácter institucional y social, hacia el cual se tiende a lo largo del tiempo.

Observando algunos de los países más importantes de América del Sur, como son Argentina, Brasil y Chile, es posible establecer que, a lo largo de la historia de dichas economías las disparidades en términos de ingresos per cápita han sido muy importantes. Hacia principios de siglo, Argentina era considerada uno de los países más avanzados del mundo con un producto per cápita casi igual a los de Alemania, Holanda y Bélgica y superior a los de Austria, España, Italia, Suiza, Suecia y Noruega . Esta preponderancia no se observaba exclusivamente en los niveles de ingreso, sino así mismo en diversos indicadores de desarrollo económico, social y cultural, tales como el nivel de alfabetismo y la esperanza de vida al nacer.

Sin embargo, a partir de la década del treinta, la tasa de crecimiento de la economía argentina mostró una importante desaceleración, efecto que no se presentó en los casos de nuestros pares sudamericanos.



Cuadro 1: PBI per cápita – tasas de crecimiento promedio anual.

 

1900-1930



1930-1960

1960-1980

1980-1994

 

1990-2002

Argentina

4,5

2,9

2,4

1,4

 

-3,5

Brasil

3,5

5,2

4,6

1,7

 

6,5

Chile

2,9

2,9

2,2

3,9

 

3,2

Fuente : Angus Maddison – “La economía mundial 1820-1992”, 1997.

Bolsa de Comercio de Córdoba – “Balance de la Economía Argentina”, 2003.

Estas disparidades en las tasas de crecimiento llevaron a que el producto per cápita chileno pasara de representar un 70,7% del producto per cápita argentino en 1900 a un 96,9% en 1990, y el brasilero lo hiciera desde un 25,5% a un 73,11%, respectivamente.

Cuadro 2: PBI per cápita en U$S ajustados por PPP .

 

Argentina

Brasil

Chile

1900

2756

704

1949

1950

4987

1673

3827

1990

6581

4812

6380

Fuente : Angus Maddison (1997) – “La economía mundial 1820-1992”.

Existen diversas maneras de explicar este comportamiento. En primera instancia deben justificarse las cuestiones metodológicas. El análisis anterior se basó en la comparación de tres momentos arbitrarios en el tiempo, mientras que un análisis de carácter continuo poseería un mayor valor descriptivo. Así mismo, aspectos como la utilización del producto per cápita y no el producto total para determinar el grado de convergencia de la región debe justificarse, adicionándole la necesidad de establecer ese producto per cápita en términos de la Paridad de Poder de Compra ( PPP ) 3 . Es decir, si lo que aparenta ser una tendencia hacia la convergencia lo sea en sí o se vea distorsionado por cuestiones relativas a la medición de las variables.

Por otra parte, surgen interrogantes relacionados con el problema de crecimiento y convergencia. Se intentará demostrar que cada país posee una tendencia equilibrada (path de crecimiento ) de largo plazo; luego se estudiará la posibilidad de que en algún momento del tiempo estos tres países de América del Sur alcancen estándares de vida similares (converjan). En este caso, lo que se cuestiona es la existencia de convergencia absoluta para la región.

Se pretende también medir las variables condicionantes del crecimiento de la región, abordando de esta manera el fenómeno de convergencia condicional.

En el presente trabajo se analizarán estas cuestiones, relacionadas tanto con los aspectos metodológicos como así también con la existencia o no de convergencia económica. Para ello se describirá en primera instancia el modelo de Solow-Swan, que brindará sustento teórico a la investigación, a posteriori se utilizarán los resultados propuestos por dicho esquema teórico con el fin de contrastar la existencia de convergencia para Argentina, Brasil y Chile de manera aislada entre los años 1960 y la actualidad.

Posteriormente se utilizaran datos de panel para evaluar la convergencia beta absoluta entre los tres países en forma conjunta, aplicando la metodología desarrollada en trabajos de convergencia previos . A continuación se recurrirá a variables proxies que describen el estado estacionario de la región en el mismo esquema econométrico de datos de panel, abordando así el fenómeno de la convergencia condicional. Finalmente se presentan las conclusiones del trabajo y el respectivo apéndice gráfico.

Michael Mulhall, nombrado en Diaz Alejandro (1975)

Power Parity Purchasing , véase Jeffrey Sachs, “Macroeconomía Intermedia”. Ver bibliografía.

Urrutia Carlos (1996): “Notas de Macroeconomía”. Ver bibliografía.

Utrera G. (2001) “El Crecimiento Económico en Latinoamérica”. Ver bibliografía.

Ricardo Lagos: Economía

El 15 de Mayo del presente año, el cuerpo de Negocios del diario La Tercera publicó en su espacio de Opinión un artículo titulado “Crecimiento económico en el gobierno del Presidente Lagos”, escrito por Raphael Bergoeing y Alexander Galetovic, ambos investigadores del Centro de Economía Aplicada (CEA) y el Centro de Estudios Públicos (CEP). En él, se sostiene que “En términos de crecimiento y brecha, el último quinquenio ha sido el peor desde que, a principios de los ochenta, Chile vivió su recesión más grande desde la Gran Depresión”. En realidad, el objetivo de los señores Bergoeing y Galetovic (B y G), es argumentar que entre los tan reconocidos logros hacia la política económica del Presidente Ricardo Lagos, en realidad “no se cuenta un crecimiento económico satisfactorio, mucho menos estelar”. Además, se critican ciertas voces oficialistas que atribuyen este rendimiento mediocre de la economía en Chile, a un rendimiento mediocre de la economía internacional.



Históricamente Chile no ha crecido a gran velocidad. Por ejemplo desde la Gran Depresión en los años treinta hasta 1985 el PIB per cápita chileno aumentó en promedio sólo un 1,1% por año. Pero, dentro de un período de aproximadamente diez años, entre 1986 y 1997, la economía chilena creció un 7,6% cada año; y Chile avanzó en sólo doce años, lo que normalmente tomaba más de sesenta según tasas históricas. Ahora, lamentablemente desde 1998 la tasa de crecimiento volvió a caer, y durante el gobierno del presidente Ricardo Lagos –que asumió su cargo en marzo del 2000- apenas ha crecido a un 4% cada año, y per cápita a sólo 2,7%.

La respuesta del ministro de Hacienda en la oportunidad, fue que Chile seguía haciéndolo tan bien como antes en éstas materias, pero que la economía mundial se había estancado –dos hechos muy notorios como la crisis asiática y el descalabro de Latinoamérica suponían que tenía razón-. B y G sostienen que -además de este falso postulado sobre la economía mundial- este supuesto crecimiento, en realidad es una campaña mediática del gobierno, que ha usado las tasas latinoamericanas en comparación, para hacer ver a la economía chilena positivamente.

Ricardo Lagos


Ahora bien si esto fuera cierto, se preguntan B y G si acaso no suena dudoso echarle la culpa a las condiciones externas cuando, el gobierno de Patricio Aylwin –con mayores índices de crecimiento- coincide con el peor crecimiento en la economía internacional. En realidad, durante el gobierno de Lagos, el mundo ha crecido lo mismo que durante el período “de Oro” (-2,8% cada año). Lo que cayó fue la brecha de crecimiento, desde 4,8 puntos más rápido que el mundo durante el período de oro, hasta apenas 1,2 puntos durante los últimos cinco años. De hecho, “en términos de crecimiento y brecha, el último quinquenio ha sido ha sido el peor desde que, a principios de los ochenta, Chile vivió su recesión más grande desde la Gran Depresión”.



Otra crítica a los dichos del ministro, es a su declaración a principios de abril < “Writing the next chapter in a Latin American success story”, The Economist, 2 al 8 de abril 2005>. que si Chile crece por diez años como se proyecta en los próximos tres (5,5% por año), nuestro ingreso per cápita será como el de Portugal o Grecia hoy. La realidad, dicen B Y G, “es que visto que la población crece más o menos 1,2% cada año, para saltar en diez años desde los US$5.800 per cápita de hoy hasta los US$16.400 que actualmente tiene Portugal, el PIB tendría que crecer 12% en promedio, algo que nunca ha ocurrido en toda nuestra historia”.



El domingo 26 de junio del presente año, el ministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre, respondió a los dichos de los señores B y G, sosteniendo que los investigadores habían incurrido “en un error de causalidad, pues omitían el efecto de los flujos financieros internacionales.” El ministro Eyzaguirre argumentó en la ocasión que las economías emergentes –que llevan tal nombre, entre otras características en referencia a la alta dependencia que exhiben de las corrientes internacionales de capital- enfrentaban severos problemas ante condiciones financieras turbulentas. Por lo mismo, resultaba incorrecto comparar su crecimiento durante un período de fluidez financiera internacional, con otro mercado por turbulencias en este ámbito.

Más tarde los señores B y G contrargumentaron las palabras de Eyzaguirre comparando el crecimiento chileno en los primeros cinco años del gobierno de Lagos con la expansión materializada en el mundo y en distintos grupos de países, mostrando que Chile había perdido velocidad relativa frente a todos ellos, con excepción de los nuevos países industriales del Asia. La clave, según el ministro, es la excepción asiática donde los investigadores no se detienen. Para analizar el crecimiento moderno de distintas naciones, Eyzaguirre distingue cuatro tipos de países: maduros, emergentes, rezagados (subdesarrollados no emergentes), y por último dos rezagados que “vienen embalados” (China e India). Los primeros pertenecen a economías consolidadas, como por ejemplo la UE; los segundos, aquellos que avanzan relativamente más rápido pero tienen dificultades para sobrellevar los ciclos económicos, por ejemplo, según Eyzaguirre, el caso chileno; los rezagados, que van más lento que los emergentes, y por lo mismo son capaces de sobrellevar mejor los cambios, por ejemplo Venezuela; y los últimos, que muestran un rápido avance como China e India, aunque dicho avance no se detiene en ciertos sectores. Los señores B y G comparan a Chile con economías maduras o por una mezcla de distintos tipos; Chile avanza linealmente (rectas) relativamente más que la media de los grupos definidos como emergentes, pero en la curvas (turbulencias financieras) los grupos maduros o mixtos, en promedio, se recuperan. Este patrón se ha repetido en el tiempo. Dos episodios de rectas con sus respectivas curvas se vislumbran en los últimos treinta años: las rectas entre los años 1976 a 1980, y entre 1986 a 1997; y las curvas entre 1981 a 1985, y entre 1998 al 2003 (ver anexo 22). En ambas rectas Chile creció a una media de 7,6%, “rebotando inicialmente en una recesión previa y terminando con el motor sobrecalentado, y aventajó nítidamente a las economía industriales... La lógica conclusión entonces no es que seamos más lentos, sino más bien que, teniendo problemas en las curvas, las hemos aprendido a tomar mejor.” De hecho, se observa nuevamente en el anexo que según proyecciones del FMI se retoma nuevamente la ventaja en la nueva recta 2004-2006. Si se hace un análisis adecuado, comparando a Chile sólo economías emergentes, “éstas marchaban algo más lento que nuestro país en el período 1976-1980, pero claramente más rápido que las economías avanzadas; su ventaja se anuló en la crisis de comienzos de los ochenta. En el fluido período 1986-1997 dichas economías volvieron a crecer más que las avanzadas –aunque también menos que Chile-, anulándose nuevamente su ventaja en el reciente período turbulento, lapso en que crecieron aún menos que nuestro país”.

Eyzaguirre, eso si, es claro en las labores futuras. Nada de esto implica una actitud autocomplaciente. “El crecimiento de mediano y largo plazo dependerá de las reformas estructurales que seamos capaces de idear y de implementar. Pero entender las causas del menor crecimiento reciente es fundamental para no creer en el mito de que podemos hacer una revolución microeconómica al instante, que nos propulsará al 7%, si tan sólo tenemos la decisión política de hacerla”.

El Nivel de Crecimiento Económico

En 1998 la economía chilena finalizó un extenso periodo de crecimiento que se inició con posterioridad a la crisis de la deuda externa de principios de los años ochenta. Con posterioridad se llevó a cabo, tempranamente para el contexto regional, una profunda reforma estructural de carácter neoliberal. Si bien, los primeros pasos en esa dirección se dieron incluso con anterioridad, en 1975 luego del Golpe de Estado; a principio de la década siguiente se terminó por delinear completamente el esquema de funcionamiento de la economía que conocemos actualmente.



La situación en la que actualmente se encuentra la economía chilena se vincula con la crisis de balanza de pagos que enfrentaron las economías asiáticas en 1997. Sin embargo, este hecho viene a gatillar a finales de los noventa, un proceso de crisis y contracción que se venía manifestando con anterioridad. La crisis encuentra a Chile en la peor situación de la década en cuanto al saldo de su cuenta corriente. Este resultado negativo se origina principalmente en un importante déficit comercial que se arrastra desde mediados de la década del noventa.

La política de ajuste seguida por la autoridad monetaria provocó una recesión que abarcó desde el cuarto trimestre de 1998 hasta el tercero de 1999, completando para el año 1999 una variación de –1,1% del Producto Interno Bruto. Este comportamiento de la cuenta corriente, cuyo déficit en 1998 representaba un 6,3% del PIB, estuvo compensado parcialmente, durante una buena parte de la década por un saldo positivo en la cuenta de capitales originado en abundantes inversiones en los sectores primarios, particularmente en la minería del cobre.

En las condiciones señaladas, la política de ajuste vía tasas de interés, llevó a la economía a una importante contracción, donde junto al producto, la demanda interna sufrió un impacto importante. A este cuadro también contribuye el incremento del desempleo y las expectativas negativas respecto al desempeño de la economía y posibilidad real de una recuperación sólida. Las características del período inmediatamente posterior a la crisis, determinan el escenario actual y las graves dificultades para salir del actual cuadro de contracción y estancamiento.



El producto de la economía chilena comienza a mostrar signos de recuperación a partir del cuarto trimestre del año 1999, hasta alcanzar su mayor nivel de crecimiento en el segundo trimestre del año 2000, con un 5% . El resultado final es que ese año la economía creció un 4,4%. Sin embargo de allí en adelante inició una notoria desaceleración, que se refleja principalmente en el comportamiento de la demanda interna y en general en el Indicador Mensual de Actividad Económica (IMACEC).



Al igual que en el caso del producto, la demanda interna experimenta una recuperación durante el año 2000, llegando incluso en el segundo trimestre de ese año a mostrar una variación anual de un 9,7%. Sin embargo, acompañando la senda del producto, comienza desde ese trimestre a mostrar signos de desaceleración, hasta llegar en los últimos trimestres del año 2001 a mostrar variaciones anuales negativas.



En la explicación de este comportamiento se pueden mencionar dos aspectos del desempeño externo que se combinan en sus efectos: Primero, las características de la recuperación, fundada en una frágil expansión exportadora; y segundo, al escenario externo que comienza a manifestarse desde principios del año 2001 con la caída de la actividad económica en Estados Unidos y la histórica disminución en el precio del cobre.

El nivel de crecimiento de 4,1% que alcanzó la economía norteamericana durante el año 2000 y que permitió sostener la situación de la economía mundial hasta ese momento, crea un cuadro, que si bien resulta favorable para el comportamiento de los mercados en los que Chile interviene, es en extremo frágil dado los síntomas de agotamiento que se verificaban en dicha economía. En esas condiciones el crecimiento del producto en Chile alcanzó al 4,4%; sin embargo, esto no acarreó un comportamiento similar en otras variables macroeconómicas. Es el caso de la inversión y la ocupación principalmente.

En estas condiciones, el desempeño del sector externo durante el año 2000 es el principal responsable de la transitoria recuperación de ese año. La fragilidad de esta recuperación se explica en las bajas probabilidades que existían respecto a que esas condiciones se mantuvieran en los años venideros. Lejos de eso, la economía del mundo se mantiene al borde de una grave recesión, lo que inevitablemente incide de manera importante en el desempeño de la economía chilena.

El cuarto trimestre del año 2001 registró un descenso de las exportaciones de un 12,7% respecto al año 2000 al tiempo que las importaciones cayeron un 15,4% en igual periodo. Estas últimas muestran la gravedad de la contracción que enfrenta la demanda interna. Al cuarto trimestre del año 2001, la demanda interna acumulada se había mantenido invariable respecto al mismo periodo del año anterior. Sobre la misma base de comparación, el consumo había disminuido en 1,5%.

El Crecimiento Económico de Chile

En materia de crecimiento económico sostenido la tasa promedio anual lograda, de algo menos de 6%, ubica a la administración del Presidente Frei Ruiz-Tagle, en un segundo lugar y sólo superada por la obtenida en el gobierno de Aylwin, que alcanzó a más de 7%. Los anteriores gobiernos de Pinochet y Frei Moltalva con 5% y 4% son los que ocupan los siguientes lugares en este ranking. Lo más notable es que esta tasa de crecimiento alcanzada entre 1994 y 1999 ubica a Chile en una posición similar a Corea, Malasia, y Polonia, superando claramente la de los países latinoamericanos, los que presentan tasas de crecimiento muy inferiores, del orden de 3% anual.









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