El crecimiento del PBI es bastante más alto del esperado por todos los analistas. Se debe a varias causas que es preciso tratar de aprovechar al máximo
Es indudable que el crecimiento del PBI ha respondido a un proceso de recuperación que lleva ya 34 meses y que tiene como principal fundamento la aplicación de un modelo monetario expansivo luego de una profunda recesión seguida de una devaluación histórica en términos porcentuales. Una recesión que provocara una ociosidad del aparato industrial de proporciones más históricas aún.
Pero está claro que el proceso inflacionario incipiente dista de ser resuelto, precisamente porque es inherente al modelo elegido. La sobrevaluación del dólar implica valores altos de importación de tecnología y mantiene bajos los salarios y precios en devisas, fomentando entre otras cosas el turismo extranjero, pero también la tasa de inflación.
La recuperación ha llegado al tope, prácticamente, y los procesos de nuevas inversiones requieren un marco de estabilidad institucional y jurídica de suficiente magnitud como para asegurar que los riesgos empresarios no incluyan cuestiones de tinte político o ideológico por parte de un Estado cada vez más intervencionista.
Días pasados, en un seminario en la ciudad de Rosario, el Dr. Lavagna afirmó entre otras cosas que no es posible pensar que cada vez que se hace política económica se alteran las reglas de juego. Ello es verdad, pero está bien claro que los cambios deben ser suaves e institucionalmente correctos, y no depender de un pulgar que se sube o se baja cada mañana. En este caso particular el Dr. Lavagna se refería a la quita de reintegros a las exportaciones de alimentos, que entre otras cosas implica de su parte una clara confusión entre una devolución de impuestos y un subsidio, que son conceptos diferentes en términos de exportar o no tributos.
La tasa del crecimiento del PBI está hoy por encima del 9%, al tiempo que la desocupación medida al mes de agosto alcanza aproximadamente el 14%, si contamos como corresponde que hagamos a los subsidiados por los planes de ayuda estatales, que obviamente son desocupados. No caben dudas de que el modelo ha dado resultados en cuanto a reabrir fábricas y generar ocupación aprovechando una bonanza de precios de las commodities y la situación interna misma que posibilitó la expansión monetaria sin demasiados efectos inflacionarios, luego de la larga estabilidad de precios de la llamada convertibilidad. Porque uno de los pilares del éxito de los modelos keynesianos, es la confianza relativa de la gente en la unidad de cuenta, es decir en la moneda.
Pero hoy por hoy los preocupantes aumentos de precios son una realidad. Una realidad que por el momento el gobierno no parece terminar de comprender. Las medidas que se aplican, tales como las retenciones a las carnes que acaban de incrementarse de un 5 a un 15% es obvio que no corrigen el problema. Por un lado desalientan la producción y por el otro alejan cada vez más la realidad argentina en el marco mundializado en el que, queramos o no, vivimos. Obsérvese el caso chileno y se comprenderá perfectamente lo que queremos decir. Mientras el país trasandino celebra convenios de libre comercio con EEUU y China, por ejemplo, nuestro país se cierra en dudosas fronteras sudamericanas que, para colmo, están enmarcadas en una Venezuela sentada sobre un mar de petróleo y un Brasil que nos da palmadas en la espalda al tiempo que realiza acuerdos con el gigante del Norte. No nos parece, al menos por lo que conocemos, el mejor camino. Es cierto que una política de unión de fuerzas en el Mercosur posibilita llegar en mejores condiciones a la ronda Doha a celebrarse en Hong Kong el mes próximo, pero es preciso que tal unión resulte fortalecida de antemano, cosa que sinceramente al día de hoy no se ve.
Las expectativas inflacionarias para el resto del año no resultan alarmantes para el gobierno, pero es evidente que una tasa del 12% anual dista de ser saludable. Además es posible evitarla si se encara en serio la postergadísima reforma de un Estado que gasta cada vez más asignando de tal modo los recursos de un modo altamente ineficiente.
La necesidad de una mayor eficiencia que permita crecer sin artilugios monetarios como el tipo de cambio alto es una evidencia. El Estado acumula deuda en Lebacs y Boden para poder achicar el circulante adicional generado por la emisión para la compra de dólares que los exportadores tienen la obliación de liquidar. Tal deuda creciente no se compadece con la idea genuina de aprovechar el superávit para reducir los niveles de endeudamiento internacionales.
Nuevamente se vuelve a hablar, en estos días, de un acercamiento con el FMI para iniciar finalmente las negociaciones. Pero está claro que las diferencias subsisten absolutamente. Desde la política cambiaria y las tarifas hasta la tasa de interés o los defaulteados que no entraron en el canje. Pensamos que ambas partes están contestes de la necesidad de un acuerdo, aunque más no sea para marcar un escenario más potable.
Dedicamos un párrafo final a las retenciones a las exportaciones en general y a las de las carnes en particular. El tipo de cambio alto no llega a quienes perciben por el dólar un precio menor, como son aquellos exportadores que están sujetos a retenciones. La diferencia, que se la queda el Estado, no resulta del todo negativa en tanto y en cuanto los precios de la economía en general y del producto sujeto a retenciones en particular sea lo suficientemente retributivos. Dado el tiempo transcurrido con el dólar en torno de los 3 pesos y el creciente impulso inflacionario, es evidente que la rentabilida de estos sectores ha estado cayendo. Muchas veces la falta de un mercado interno se suple con exportaciones y la rentabilidad que se obtiene en ellas permite mantener bajos los precios locales, donde le mercado no convalida incrementos cuando no alcanza el bolsillo. El crecimiento que venimos comentando se fundamenta en la subas de salarios y también en la mayor ocupación de mano de obra, todo lo cual incrementa la demanda y contribuye a la suba de los precios, de tal manera que lo que al menos en los dichos ministeriales contribuiría a bajar los precios internos (la aplicación reiterada de retenciones) puede producir un efecto contrario. Hay que tener cuidado con esto, porque una vez desatado el proceso inflacionario, la reacción de la población no es la misma que la que proviene de tiempos de estabilidad.
Buenos Aires, 19 de noviembre de 2005
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