Primer argumento: teóricamente, en particular desde el punto de vista de los fundamentos económicos, el libre comercio tiende a promover bienestar, mejor colocación de recursos y eficacia, además de inducir ventajas comparativas y competitivas entre naciones. Sin embargo, y debido especialmente a los obstáculos que muchos de los países establecen para el libre comercio -en especial las naciones más desarrolladas con medidas que incluyen subsidios y mecanismos no arancelarios- el bienestar que se puede derivar de las prácticas del comercio mundial no se alcanza plenamente en la actualidad.
Para muchas de las naciones en desarrollo uno de los aspectos vitales es lograr efectivamente el libre acceso a los mercados de las naciones más avanzadas, en condiciones de competitividad. También se impone la necesidad de considerar los temas de migración tanto de mano de obra calificada como no calificada, de manera análoga a como se desarrolla la liberación de los mercados comerciales y financieros. Es necesario reconocer y aplicar procesos para hacer que las prácticas comerciales constituyan elementos para el desarrollo sostenible de las sociedades y de mejora en la calidad de vida.
Un segundo argumento se refiere a los procesos de integración en el contexto del comercio y desarrollo. Se considera que la integración en general, dentro de las modalidades de regionalización, tiene tres dimensiones fundamentales. Una de ellas se refiere a la secuencia más bien sistémica y secuencial en que se plantean las diferentes fases de la integración siguiendo los postulados clásicos en la materia. De esa manera se pasaría de acuerdos preferenciales de comercio, áreas de libre comercio, uniones aduaneras, y mercado común, para llegar a la etapa de unión económica. El ejemplo más connotado es el de la Unión Europea.
Una segunda dimensión estaría dada por los rasgos de lo que se ha dado en llamar la profundidad de los procesos integracionistas. Un ejemplo de esto es lo que sería el ALCA. La aspiración del acuerdo es llegar a un área de libre comercio, que es sólo la segunda etapa en los planteamientos secuenciales de la integración de la primera dimensión. Sin embargo, la profundidad y el alcance de los compromisos puede dejar en muchos casos muy limitado el margen de actividad de los gobiernos. En ciertas condiciones las instituciones públicas podrían quedar supeditadas a disposiciones de empresas transnacionales o multinacionales, en especial en lo que respecta a los temas de inversiones, acceso a mercados, servicios, propiedad intelectual, agricultura y compras del sector público.
Una tercera dimensión de la integración esta dada por el rasgo de avance consistente o reversibilidad de los acuerdos. En el caso europeo los avances se han ido consolidando a medida que se promovían otros niveles de la integración. En los casos de los diferentes tratados de ALC se han tenido logros positivos, pero también retrocesos en los resultados alcanzados. Se evidencia una mayor reversibilidad en los procesos. El ALCA, dadas las tendencias que posee, podría fácilmente barrer con los logros de muchos de los acuerdos subregionales. Los países, a fin de profundizar su integración, más allá de los fines del ALCA, deberían establecer mecanismos de mayor profundidad, tal el caso de los temas migratorios, coordinación económica y libre circulación de factores productivos en general.
Un tercer argumento básico de los planteamientos que aquí se sustentan se refiere al aumento de la ya alta vulnerabilidad externa que se tendría en ALC con la aprobación del ALCA. El ALCA, entre otras consideraciones, amenazaría con interferir en la toma de decisiones y las actividades propias de gobiernos y de instituciones subregionales o regionales.
En términos de vulnerabilidad, uno de los sectores especialmente más sensible a los efectos del ALCA y los patrones de “libre comercio”, al estilo de los que crean obstáculos a la libre competitividad por parte de los naciones más desarrolladas, es la agricultura. Los países en desarrollo tenderían a destruir su base productiva básica, la alimentaria. Con ello están a merced de procesos incluso de carácter político, asociados a la producción y comercialización de alimentos por las naciones más avanzadas. Eso retribuye más poder a los países centrales mientras las naciones menos desarrolladas se especializan en la producción y exportación de postres -por ejemplo café, azúcar y banano- o bien en productos de poco valor agregado y alta perecibilidad y elasticidad en la demanda, tal el caso de flores y ornamentales. Ejemplos de esta situación en ALC se encuentran en México y Colombia, para sólo mencionar dos de los casos más conocidos al respecto.
El ALCA, tal y como se presentan las perspectivas respecto a su aprobación, tendería a promover la inserción económica directa de solamente ciertos grupos de la población. Esto repercutiría en la consolidación de marginalidad para muchos de los sectores más pobres y por ello más vulnerables en ALC. Al no tenerse beneficios que puedan generalizarse en función de ampliar las demandas efectivas de la población, ni que consoliden favorable ni sostenidamente patrones de acumulación, no se pueden promover consistentemente condiciones para que las ventajas competitivas y la inserción comercial, rinda el potencial mayor para el desarrollo de los países.
Un cuarto argumento respeto a la OMC, en general, se refiere a que la institucionalidad que ahora se tiene y los mecanismos de negociación que se impulsan representan cierta mejora para los países en desarrollo. Sin embargo aún se está lejos de tener las condiciones para un desarrollo favorable y sostenido. Los países en desarrollo necesitan procurar mejores condiciones en la estructura de sus exportaciones, posibilitar un fortalecimiento de sus patrones de acumulación de capital que se traduzcan en oportunidades para la población, en mejoras sociales generalizadas para todos los grupos sociales y en la utilización sostenida y racional de sus sistemas de recursos naturales, especialmente de aquellos de carácter renovable.
Un quinto y final argumento. El fenómeno actual de la globalización no es una ley natural. El mismo responde a intereses, influencia y acciones de seres humanos. No se trata de negarla. Se trata de aminorar las desventajas y propiciar las potencialidades favorables, enfrentando los desafíos. En tal virtud se hace indispensable la integración, y el reconocimiento de las realidades fundamentales prevalecientes.
En términos de participación en el comercio exterior, ALC pasó de 12 por ciento en 1950 a 5 por ciento a fines de la década de los noventas. La actual globalización integra a las naciones más avanzadas y a los grupos que, dentro de las naciones en desarrollo, logran insertarse en la nueva dinámica económica, pero margina en general a muchas naciones como unidades, y grupos sociales especialmente en lo económico. Se trata de una globalización segregante.
Tal y como ha sido sostenido muchas veces por la Secretaría Permanente del Sistema Económico Latinoamericano -SELA- se requiere de fortalecer efectiva y sostenidamente los mecanismos de coordinación y de eficaz integración entre las naciones. Es cada vez más urgente la voluntad política de los gobiernos, de manera sistemática, coherente, ininterrumpida, para lograr esas finalidades. Para ser alguien y no algo en la globalización actual, crecientemente se requiere de esa coordinación y esa integración. Así como se encuentran en muchos casos los países menos avanzados, sin coordinarse, sin integrarse, sin eficiente cooperación entre ellos, los países más avanzados ni los escuchan, ni los esperan, ni en muchos aspectos los necesitan.
Conviene tener presente que el comercio internacional como esfera particular de las relaciones internacionales no sólo obedece a planteamientos económicos, sino que tiene toda una connotación de relaciones de poder entre naciones. De allí que los elementos de análisis económico sean indispensables, pero no suficientes al momento de delinear o formular más directamente elementos de política en los países.