Lo manifestado en el anterior punto puede llevar a la conclusión de que la ciudad requiere un modelo económico de carácter social; sin embargo, si aplicamos los preceptos de la teoría económica marginalista encontramos que los conceptos de la utilidad marginal decreciente pueden satisfacer a cabalidad lo estipulado en la función social de la ciudad puesto que es evidente de que la propiedad urbana, en la realidad, no esta exenta del factor competitivo, base de la teoría marginalista.
En ese marco, a continuación, expongo la teoría de la utilidad marginal para llegar a la teoría de utilidad social que busca el bienestar de la sociedad cuyo primer paso es la búsqueda del bienestar individual.
La teoría de la utilidad trata de explicar el comportamiento del consumidor. Desde esta perspectiva se dice que la utilidad es la aptitud de un bien para satisfacer las necesidades. En nuestro caso de la propiedad urbana o de la ciudad. Así un bien es más útil en la medida que satisfaga mejor una necesidad. Esta utilidad es cualitativa, las cualidades reales o aparentes de los bienes, es espacial, el objeto debe encontrarse al alcance del individuo y temporal, se refiere al momento en que se satisface la necesidad.
Esta teoría parte de varios supuestos. El ingreso del consumidor por unidad de tiempo es limitado. Las características del bien determinan su utilidad y por tanto afectan las decisiones del consumidor. El consumidor busca maximizar su satisfacción total, y por tanto gasta todo su ingreso. El consumidor posee información perfecta, es decir, conoce los bienes, sus características y precios. El consumidor es racional, esto quiere decir que busca lograr sus objetivos, en este caso trata de alcanzar la mayor satisfacción posible. Esto quiere decir que el consumidor es capaz de determinar sus preferencias y ser consistente en relación con sus preferencias. Así, si el consumidor prefiere el bien A sobre el bien B y prefiere el bien B sobre el bien C, entonces preferirá el bien A sobre el bien C. Fue por esta propiedad que el individuo decidió vivir en la ciudad y no en el área rural.
La utilidad marginal decreciente establece que a mayor saciedad menor ansiedad. Lo interesante no obstante de la teoría de la utilidad es su aporte de la observación individual o marginal. Aquí es donde se establece que cada unidad consumida aporta un nivel de saciedad menor a su inmediata anterior unidad consumida de tal manera que se va cayendo en grados menores de saciedad hasta la saciedad total de unidad a unidad consumida de la forma que se deriva de ahí el principio de la utilidad marginal decreciente donde se observa cómo el grado de necesidad de un satisfactor medido por sus unidades consumidas del mismo va agobiando la ansiedad hasta llegar hasta la total saciedad donde se agota la necesidad del mismo. Según esta tesis, la saciedad de una necesidad en función a la densidad en que existe su respectivo satisfactor aporta en cada unidad consumida un grado menor de satisfacción.
Es así que se establece la distinción entre utilidad total, la utilidad que proporciona toda la cantidad consumida del bien, y la utilidad marginal: el aumento en la utilidad total que produce la última unidad consumida de ese bien.
Si a un individuo se le ofrece elegir entre campo y ciudad, él elegirá aquel que le produzca mayor satisfacción, es decir, aquel cuya utilidad marginal sea mayor. Si se le ofrece la posibilidad de elegir de nuevo utilizará el mismo criterio una y otra vez. Como consecuencia de ello la utilidad marginal del bien más apetecible irá disminuyendo hasta igualarse con la del otro. Si consideramos muchos bienes el argumento sigue siendo el mismo por lo que la utilidad marginal de todos los bienes consumidos tiende a igualarse.
La propiedad urbana es útil: nos da muchas ventajas descritas anteriormente. La utilidad marginal de la propiedad urbana, como la de cualquier otro bien, es decreciente. Si hemos adquirido muchos bienes y nos queda poco dinero, su utilidad marginal será alta por lo que lo conservaremos sin intercambiarlo por otros bienes como por ejemplo una propiedad rural.
Si se admite la posibilidad de realizar comparaciones interpersonales de utilidad puede establecerse que una propiedad urbana proporciona a un rico una utilidad marginal mucho menor que la que proporcionarían a un pobre. Como consecuencia de esto, si procedemos a una redistribución del espacio urbano existente, quitando la propiedad al rico y entregándoselas al pobre, la utilidad total de la sociedad habrá aumentado. La conclusión es evidente, el óptimo social, la situación en la que la riqueza de una sociedad está distribuída de forma que proporcione la máxima utilidad total, se consigue cuando toda la riqueza está distribuída a partes iguales entre todos los individuos.
Muchos pensadores experimentaron dudas acerca de la posibilidad de realizar comparaciones interpersonales de utilidad, pero fue economista italiano Vilfredo Pareto, a principios del siglo XX, negó la posibilidad de realizar ese tipo de comparaciones y reconstruyó la teoría del consumo y la demanda sobre una nueva base: el concepto ordinal de la utilidad.
Pareto ofreció una alternativa intelectualmente satisfactoria. Aunque no podamos distinguir si un bien proporciona más utilidad a una persona que a otra, sí hay circunstancias en las que podemos asegurar sin temor a equivocarnos que la utilidad social total ha aumentado o disminuido.
Se dice de una distribución de riqueza que es paretiano eficiente a otra cuando alguno de los individuos ha visto aumentada su utilidad, sin que haya disminuido la de ningún otro. Mejoramiento paretiano es todo cambio en el que algún individuo obtiene más utilidad sin que disminuya la utilidad de ningún otro. Realizando sucesivos mejoramientos paretianos se alcanzará una situación óptima. Un óptimo paretiano es una situación en la que nadie puede conseguir un aumento en su utilidad total sin que ello implique disminución en la utilidad de otro. No obstante, la utilidad social se habrá mantenido constante.
El individuo debería elegir a la ciudad, la respuesta es absolutamente afirmativa puesto que la teoría demuestra que el individuo obtendrá una utilidad marginal mayor en la ciudad que en el campo. En ese sentido si el individuo se beneficia también se beneficia la sociedad y la ciudad como la propiedad urbana esta cumpliendo su función social. Los propietarios de propiedades urbanas independientemente de los beneficios que obtengan sus titulares, obteniendo el mejor provecho para sí o para sus familias, también benefician la sociedad en que viven.
Autor: Vladimir Barriga