Si se pasa del análisis de la sintomatología del desarrollo al estudio de los elementos determinantes de tal situación y que condicionan la posibilidad de superarla, se destacan tres factores: el capital físico, el capital humano y el tipo de relaciones comerciales que se establecen entre los países.
Escasez de capital físico
Los países en vías de desarrollo se encuentran en desventaja por falta de fábricas y maquinarias modernas, y por la debilidad de sus equipamientos e infraestructuras de todo tipo. Estas carencias de capital no se pueden remediar fácilmente. Si el capital han de proveerlo los propios habitantes de los países en vías de desarrollo, éstos deberán ahorrar, esto es, sacrificar consumo presentes; pero, como se ha apuntado, una de las características de estos países es el bajo nivel de renta de grandes segmentos de la población. Cuando se está en los límites de la pobreza, la capacidad de ahorro no puede ser muy elevada.
Además, en muchos países en vías de desarrollo las costumbres y las tradiciones asignan un escaso valor al ahorro y a la inversión, de forma que incluso las clases sociales más pudientes presentan unas tasas de ahorro reducidas.
Por otro lado, es frecuente que en los países en vías de desarrollo los movimientos internacionales del capital estén relativamente liberalizados. Este hecho estimula que parte del ahorro de estos países se realice en divisas extranjeras, generalmente en dólares, lo que facilita que una parte importante del mismo salga fuera. En definitiva, bien porque la pobreza imposibilita el ahorro, bien porque las tradiciones no estimulan ni el ahorro ni la inversión, o por ciertos hábito en cuanto a la forma de materializar el ahorro, el resultado es que en los países en vías de desarrollo la tasa de crecimiento del capital es inferior a la de los países desarrollados. Así, en estos últimos países, como promedio, el 15% de su PBI se destina a la formación de capital, mientras que en los países en vías de desarrollo esta tasa no alcanza el 10%.
Este obstáculo se podría superar recurriendo al capital de otros países. De hecho, las inversiones de capital extranjero son frecuentes en los países en vías de desarrollo. Los responsables de estos flujos de capital son las agencias internacionales, tales como el Banco Mundial, los gobiernos de países desarrollados y las empresas privadas que decidan invertir en negocios situados en esos países. El problema se encuentra en que las empresas lógicamente pretenderán rentabilizar el capital invertido, lo que implicará a largo plazo salidas de capital.
En el proceso de obtener beneficios, las inversiones extranjeras, mirando desde una óptica global muchas veces dejan de ser provechosas para los países en vías de desarrollo. Por un lado, estas inversiones se deciden de acuerdo con intereses ajenos al país que las recibe, y se suelen concretar constituyendo lo que en la literatura económica se denomina “enclaves industriales”, en una buena medida desconectados del tejido productivo de los países receptores de las inversiones. Un ejemplo típico son las inversiones orientadas hacia la explotación de los recursos naturales del país en cuestión y que generarán productos que, en forma de materias primas, se exportan a otros países para su posterior reelaboración. Por otro lado, estas inversiones pueden impedir el logro de un futuro desarrollo independientemente del país que las recibe. Esta dependencia no es sólo financiera, sino también tecnológica, pues la tecnología empleada en los procesos productivos normalmente será ajena al país subdesarrollado donde se aplica.
El factor humano
En los países en vías de desarrollo además de contar con una escasa dotación inicial de capital físico, la dotación de capital humano también es escasa y se observan unas tasas de crecimiento de la población muy elevadas.
Esta dinámica tiene fundamentalmente dos efecto. Por un lado, genera un elevado volumen de población improductiva, pues aunque se logren altas tasas de crecimiento del producto no se genera empleo suficiente, lo que actúa como un lastre sobre la relativamente escasa población activa desempleada. Por otro lado, las deficiencias sanitarias y alimenticias, así como el bajo nivel medio educativo de la población y la reducida calificación profesional, resultan cada día más difíciles de situar a los niveles deseados, ya que el fuerte crecimiento de la población hace que las necesidades aumenten a un ritmo mayor que en los países desarrollados.
Por estas razones, en los países en vías de desarrollo no sólo el capital físico, sino también el capital humano, actúan como un factor limitativo para salir del subdesarrollo.
El tipo de relaciones comerciales
La teoría pura del comercio internacional ha sido criticada por algunos autores por encontrar en ella el origen del subdesarrollo. Se ha argumentado que la puesta en práctica del modelo de las ventajas comparativas, haciendo abstracción de las características particulares de determinadas formaciones sociales, arroja resultados que no son los esperados desde el punto de vista de la teoría pura del comercio internacional.
Desde esta perspectiva, la explicación del subdesarrollo se fundamenta en el intercambio comercial entre los países desarrollados (centro) y los países subdesarrollados (periferia). Los primeros son exportadores de de bienes industriales, y los segundos exportadores de materias primas y productos agrícolas. El mecanismo que profundiza la pobreza de la periferia y que genera una situación de dependencia de los países en vías de desarrollo respecto de los desarrollados opera, principalmente, de acuerdo con dos elementos:
El grado de competencia en el sector exportador de unos países y otros: en el sector exportador de los países desarrollados, los incrementos de productividad no inciden en los precios, sino en los mayores salarios conseguidos por los sindicatos; en cambio, en el sector exportador de los países en subdesarrollo, tales incrementos de productividad repercuten en una disminución de los precios, pues existe una mayor competencia. Al realizarse el intercambio a nivel internacional, estos últimos países han de pagar precios más altos en sus compras recibiendo precios más bajos por sus ventas. La consecuencia es una pérdida por parte de la periferia de la capacidad para importar de los países del centro, en virtud del deterioro de los términos de intercambio.
La elasticidad-renta de la demanda: ésta es mayor para los productos industriales que para los bienes primarios (sobre todo los recursos naturales). Por consiguiente, ante incrementos de la renta, la periferia aumentará sus compras a los países industrializados relativamente en mayor medida que sus ventas hacia los mismos. Esto significa que un proceso de crecimiento de la renta mundial –en el centro y en la periferia- desencadena una dinámica cuya resultante es un empeoramiento de la balanza de pagos de los países subdesarrollados.
Si a los dos elementos anteriores se une la sustitución, cada vez más generalizada, de los bienes primarios y la reducción de la participación de las materias primas en los procesos productivos avanzados, se refuerza la hegemonía de los países más desarrollados en las relaciones comerciales con el mundo menos desarrollado.
Cameron, Rondo; Historia Económica Mundial; Ed. Alianza Universidad Textos; Madrid 1998.
F. Mochón, V.A., Beker; Economía Principios y Aplicaciones. Segunda Edición; Ed. Mc Graw Hill; Madrid 1998.