El escenario competitivo internacional en el que se desenvolverá la economía chilena durante la próxima década estará marcado por el desarrollo a nivel global de múltiples tendencias de índole económica, comercial, tecnológica y político-social. Estas tendencias marcan tanto amenazas como oportunidades para Chile y sus empresas, y deberán ser abordadas tanto por las estrategias empresariales como por las políticas públicas.
El proceso de globalización sigue avanzando, lo que redunda, por una parte, en la apertura de nuevos mercados para nuestros productos y servicios pero también, por otra, en la emergencia de nuevos competidores en mercados que considerábamos consolidados. Muchos otros países con buena base de recursos naturales y menores costos han adoptado en años recientes, al igual que Chile en el pasado, agresivas estrategias exportadoras y han ido aprendiendo en el camino, lo cual constituirá ciertamente una amenaza creciente de erosión “por abajo” de nuestras ventajas competitivas estáticas. Ello plantea el desafío de acelerar la construcción de nuevas ventajas mediante la innovación y mejorar nuestro posicionamiento competitivo, por la vía de diferenciar nuestros productos, acceder a segmentos de mercados menos vulnerables y avanzar en los canales de comercialización para aproximarnos a los clientes finales, así como dar un fuerte impulso a la internacionalización de nuestras empresas.
En fechas recientes los precios de algunos de nuestros principales productos de exportación basados en recursos naturales han alcanzado sus máximos históricos. Ello es resultado de una brecha entre la oferta y la demanda de recursos naturales cada vez mayor. De seguir creciendo la brecha, difícilmente ella podrá ajustarse por la vía del aumento de la oferta, dándose paso a posibles ajustes por la vía de la demanda del tipo de la conservación de materias primas mediante cambios en las tecnologías o en las regulaciones externas que podrían disminuir el consumo per cápita; de la sustitución de insumos, por otros derivados de procesos de Investigación y Desarrollo, o por la mera disminución de intensidad en el uso de materias primas a medida que los países se van desarrollando. De allí que no se pueda confiar en la sustentabilidad de los altos precios, —ni aun de valores atractivos pero más modestos— y por el contrario emerja como necesidad el establecimiento de agendas de investigación que posterguen la sustitución —por ejemplo, por la vía de reducir los costos— o valoricen el uso de nuestros productos de exportación en nuevas aplicaciones.
En los próximos años el elemento más saliente del proceso de globalización será la relocalización de unidades de producción a nivel mundial, liderado por empresas multinacionales en busca de ganancias de eficiencia o acceso a recursos escasos (ya no sólo recursos naturales sino también recursos humanos o ambientes de negocios propicios). Este proceso afectará preferentemente al sector de los servicios, y a aquellos eslabones de la cadena del valor de las empresas que pueden caracterizarse como servicios, entre los cuales destaca la actividad de Investigación y Desarrollo. Chile se ha ido posicionando como localización atractiva en el campo de los servicios offshore. Es un gran desafío seguir generando las condiciones que permitan atraer inversiones en actividades intensivas en conocimiento.
El mundo está sujeto en la actualidad al impacto de revoluciones tecnológicas de amplio impacto: la de las tecnologías de información y comunicaciones (TIC) las de las biotecnologías, y más recientemente la de las nanotecnologías, cada cual en una fase distinta de desarrollo. En el caso de las TIC, existe evidencia de que el sistema productivo nacional aún no hace aprovechamiento pleno de las ganancias de productividad que permite el uso de estas tecnologías. Por otra parte, está emergiendo una nueva constelación de innovaciones ligadas a las tecnologías inalámbricas o el software embebido, que pueden multiplicar varias veces esas ganancias de productividad. De allí la necesidad de continuar promoviendo una adopción extendida de estas tecnologías en distintos ámbitos de nuestra sociedad y especialmente a nivel de nuestros principales clusters de exportación.
Las biotecnologías por su parte, si bien se encuentran en una fase muy temprana de despliegue, están llamadas a tener un alto impacto en nuestro país, por cuanto prácticamente todos aquellos sectores que lideran nuestra actividad exportadora pueden ser afectados por su desarrollo. Es por lo tanto un desafío ganar un conocimiento temprano de estas tecnologías. A tener en cuenta en este campo es la agresiva tendencia de empresas del primer mundo a proteger derechos de propiedad intelectual sobre variedades, procesos biológicos, genes y otros, lo que les otorga poder de mercado difícilmente contrarrestable y limita el acceso a conocimiento para la producción y la investigación en nuestro país.
Un aspecto que no puede obviarse en los próximos años será la creciente sensibilidad de los consumidores de nuestros principales mercados de destino sobre aspectos tales como el cuidado del medio ambiente en nuestros procesos productivos y los relativos a la calidad e inocuidad de los alimentos. Ello incide en la selección de estrategias de posicionamiento de nuestros productos y consecuentemente en la definición de agendas de innovación tecnológica ligada a ellos.