La economía chilena enfrentó un conjunto de restricciones que le han impedido dar inicio a una fase de recuperación sólida con posterioridad a la recesión experimentada entre los años 1998 y 1999. Luego de la crisis se encuentra en una situación de virtual estancamiento y su principal manifestación es el persistente nivel alcanzado por la tasa de desempleo abierto, que es prácticamente el doble de la existente hace dos años. Todo lo cual ocurre en el contexto de una desaceleración que se evidencia durante los últimos trimestres.
El comportamiento de la actividad económica y la demanda interna, que se refleja en los gráficos anteriores, muestra una clara desaceleración. Sin embargo, más que interpretarse como una reversión de una tendencia a la recuperación post crisis, viene a reflejar, por el contrario, una tendencia más persistente. Efectivamente, ya el primer trimestre del año 2000 la demanda y la actividad se recuperan respecto al periodo anterior, mostrando un crecimiento anual de 5,5% y 5,4% respectivamente, todo lo cual va a llevar a que el producto interno durante el año 2000 alcance un nivel de 5,4% en contraposición a la caída anual de —1,1% del año precedente. Sin embargo, este crecimiento se encuentra justificado de manera preferente por el desempeño del sector externo, es decir por la evolución de las exportaciones. Esto explica el hecho de que a pesar de la aparente recuperación del año 2000, la tasa de desempleo se mantenga en un nivel cercano a los valores de la crisis. Al tiempo que la demanda interna de la economía vuelva a mostrar signos de contracción.
El desempeño del sector externo, como se observa, refleja la profunda contracción experimentada en el contexto de la crisis de la zona asiática. En 1998 las exportaciones totales de Chile experimentaron una disminución de 11% respecto al año anterior. A inicios de la década, del total de las exportaciones de Chile, un 26,8% se destinaba a la zona de Asia. Esta proporción se elevó al año 1995 a un 34,3%, para finalmente caer al año 2000 a un 30,8%. Lo cual refleja el impacto que tuvo en el ámbito del comercio, la crisis en esa región. Como se observa, el año 2000 las exportaciones de Chile se incrementaron un 13,6% en el contexto de un crecimiento de la economía mundial y la importante expansión económica del principal socio comercial del país. En efecto, la economía de Estados Unidos creció por sobre un 5% durante el año 2001, lo cual tiene importantes implicancias considerando que es el destino del 17,3% del total de exportaciones.
Entre 1998 y el 2001, la tasa de crecimiento per cápita promedio fue cercana a 1,2% por año. Se han utilizado diversas hipótesis para explicar este período de estancamiento del crecimiento. En particular, se habla de factores externos asociados a la caída en los términos de intercambio y al menor acceso a flujos externos de capital. Se argumenta que esta caída sería el resultado de una política monetaria excesivamente restrictiva, aplicada por el Banco Central a mediados de 1998 para reducir el impacto de la crisis asiática, que en ese momento comenzaba a vislumbrarse. Los efectos de dicha política, combinados con los directos de la propia crisis asiática, habrían sido más duraderos que lo que se preveía e incluso difíciles de revertir con una política monetaria que ha sido abiertamente expansiva.
Paralelamente, sin embargo, se ha planteado que la dificultad del país de retornar a tasas de crecimiento como las de la década pasada excede las explicaciones de un ciclo normal. Es más, se postula que los resultados recientes revelan una disminución en la capacidad potencial de la economía chilena de crecer a tasas superiores al 4%. Además, la economía ha mostrado incapacidad de crear nuevos empleos a tasas comparables a las del crecimiento de la producción global. Ambos fenómenos, el estancamiento del crecimiento y la nula creación de empleos, han coincidido no sólo con un escenario externo complejo para las economías emergentes, sino que también con diversas propuestas de política, algunas de ellas ya materializadas en reformas legales, que afectan los costos de producción. Se destaca entre éstas la llamada "reforma laboral", cuya discusión en el ámbito político comenzó durante la contienda presidencial de fines de 1999 y que requirió de casi dos años de arduo debate parlamentario antes de su promulgación en octubre de 2001. De este debate quedó la impresión de que esta reforma encarecería el costo de contratación de la mano de obra.
Junto a lo anterior, el salario mínimo aumentó en términos reales 30% entre 1998 y 2001. Adicionalmente, a fines de 2000 se aprobó una reforma tributaria destinada a disminuir la evasión de impuestos y más tarde, a mediados de 2001, una nueva reforma tributaria que reduce la carga de impuestos de las personas pero la eleva gradualmente para las empresas. Por último, y en una dirección diferente, a fines de 2001 se promulgó una reforma liberalizadora del mercado de capitales que generaría, en el futuro, un abaratamiento del costo de inversión y de capital. En un contexto en general de contracción económica, algunos también plantean que el conjunto de las reformas descritas creó un ambiente de mayor incertidumbre que puede haber impactado al empleo. Estas y otras medidas económicas características de la administración del nuevo Presidente, Ricardo Lagos y su polémico ministro de hacienda, Nicolás Eyzaguirre, han pretendido retomar el plan inicial de crecimiento con equidad que planteó en sus inicios la Concertación. Por su parte, la elección de Lagos como presidente –en su calidad de socialista-, significó amplios dilemas dentro del mundo empresarial, temeroso de ver perjudicados sus intereses por la implantación de ciertas políticas económicas orientadas a disminuir sus riquezas y su poder; más aún, ocurrieron ciertas sorpresas para toda la población.