En los últimos años se produjo en Argentina un proceso de sojización impulsado por el alto rendimiento económico que tuvo la soja. La política agropecuaria se vio influenciada por los grupos económicos, que otorgan mas importancia a los beneficios económicos que obtienen en corto plazo , sin internalizar los costos sociales causados por la deforestación, la pérdida de biodiversidad y la pérdida de nutrientes del suelo. Gran parte de la producción de soja es de soja transgénica (producida gracias a un herbicida llamado Glifosato, que está demostrado ser un causante de cáncer).
Los datos muestran que la cantidad de productores agropecuarios está disminuyendo, pero la producción de soja está aumentando, lo que indica que se está produciendo una concentración de la tierra y una expulsión de los pequeños productores (productores de menos de 100 hectáreas).
Los incentivos económicos son desfavorables para el cultivo de maiz o trigo. El elevado rendimiento de la producción de soja permitió que el sector agrario recuperara rentabilidad en los años 2001, 2002 y 2003, y le otorgó al estado superávit fiscal y comercial, pero luego fue el causante de los problemas arriba mencionados.
En relación a otras producciones agropecuarias, como el trigo, maiz, girasol y carne, los requerimientos de trabajo de la producción de soja son bajos, lo que implica un empeoramiento en la distribución del ingreso.