Pareto, Liberal en Economía, Autoritario en Política

Pareto se esfuerza por librar a la teoría económica de todo postulado psicológico. No se trata de medir subjetivamente la utilidad, sino de constatar objetivamente las preferencias que se traducen por elecciones. Se reemplazan los entes económicos concretos y las relaciones ordinarias por entes y relaciones abstractos lo que permite razonar como en las ciencias exactas. Es la Economía Pura, la Escuela Matemática, de una precisión teórica hasta entonces desconocida. Sin embargo Pareto es escéptico sobre la capacidad de su propio sistema de rendir cuentas de lo real. La teoría económica alcanza sólo una pequeña porción de la realidad humana. La sociología paretiana sostiene que la mayor parte de las acciones humanas son “acciones alógicas” que ponen en claro el rol de los sentimientos, los mitos y las supersticiones en la vida y en la historia. Mientras repudia todo conocimiento que no sea científico, abandona a las pasiones el dominio de la acción y se adhiere a un movimiento que reduce la autonomía del dominio económico y lo subordina. Partidario del Orden y del rol de las Elites sostiene que es el Gobierno el que tarde o temprano ejerce “las funciones momentáneamente abandonadas a la iniciativa privada”. Pareto es designado en 1923 Senador Vitalicio por el Partido Fascista. Muere en agosto del mismo año. Hasta ese momento el fascismo es una doctrina embrionaria cuya principal contribución al ideal social de Pareto ha sido reestablecer el Orden violado por las huelgas y la agitación social que sucedieron a la Gran Guerra y detener la posible expansión del bolchevismo.


El Fascismo pretendió apropiarse de las ideas del maestro, pero la adhesión de Pareto a esa doctrina en los siguientes años sería objeto de especulación e historia contrafáctica.

DISCÍPULOS DE PARETO Y FASCISMO



El apogeo de la economía neoclásica se alcanza a principios del siglo XX. Para la tercera década del siglo los aportes de las principales escuelas (en especial Cambridge y Lausana) se pueden considerar complementarios y parte del bagaje teórico de la mayoría de los economistas del mundo occidental. Sin duda Pareto era un referente en todo el mundo (en nuestro país entre otros, Prebisch, Olivera y Gondra se nutrieron de sus obras) pero, (ya superadas las críticas mordaces y las antipatías personales) la subsistencia de diferencias entre escuelas en cuanto al método y a algunos focos de interés especial no alcanzaban a romper la unidad del pensamiento neoclásico, y los desarrollos posteriores constituyen, más refinamientos que aportes medulares. Desde este punto de vista, discípulos del Pareto economista eran todos. Por el contrario su sociología no creó escuela.

La gran depresión del ’29 sacude a los economistas que recordaban las profecías de Marx sobre el fin del capitalismo como consecuencia de una gran crisis económica.

Algunos como Keynes (consciente y orgulloso de su formación marshalliana) desarrollan doctrinas y teorías de corte macroeconómico para la superación de la crisis, convencido de la superioridad del capitalismo sobre la planificación de tipo soviético. Otros teóricos calificados en Italia y Alemania buscaron fundamentar un sistema alternativo convencidos de la inviabilidad del capitalismo sumado a su rechazo moral y teórico del marxismo, y emprendieron esta tarea utilizando las herramientas marginalistas, (básicamente enfocadas en la microeconomía).


Desde el catolicismo autores como Lombardini analizaron las tendencias destructivas de la concentración económica y las contradicciones internas de la economía capitalista en una economía relativamente pequeña como la italiana y sugirieron regulaciones estatales de tinte corporativista. Corrado Gini uno de los referentes de la estadística y de la Economía Matemática (recordemos el índice de Gini actual y universalmente aplicado), participa activamente como funcionario del Gobierno del Duce.

Hubo otros autores católicos (todos ellos de la Universidad del Sagrado Corazón de Milán) que se podrían calificar de corporativo-progresistas como Amintore Fanfani y Francesco Vito. Este último, también de extracción católica (con influencias marshallianas, historicistas e institucionalistas) intenta la fundamentación teórica de la economía fascista con las herramientas neoclásicas y elementos normativos como el concepto de “justicia social”.

Luigi Amoroso, el economista italiano más influyente después de Pareto y su discípulo directo, construye la teoría pura del Corporativismo utilizando el análisis neomarginalista. En las décadas del 20 y el 30 Amoroso pasa a ser el más explícito divulgador académico de la teoría y política fascista. Su entusiasmo por el régimen fue emocional y también subproducto de su antiizquierdismo. Nunca superó la contradicción entre sus pensamientos librecambistas y los elementos espiritualistas de la doctrina fascista, que le pudieron valer la calificación de “liberal de clase media”. Tenía un dominio absoluto del análisis neoclásico combinado con un enfoque fuertemente personal de la Economía Política. Publicó mucho sobre teoría y política fascista en la década del 30. De estas obras se destacan ”La lógica del sistema corporativo” (1933) en coautoria con Alberto de Stefani y “Principios de economía corporativa” ( 1938). Según De Pablo, no pudo alcanzar una síntesis entre el análisis neomarginalista y sus simpatías fascistas.

Algunos de sus aportes más conocidos a la teoría neoclásica son la curva estática de oferta y sus pruebas de existencia de solución al sistema de ecuaciones que describen el equilibrio del consumidor. En la medida que autores como Einaudi y Vito retuvieron sus cátedras en el periodo fascista, sin ser perseguidos, se podría asegurar que Amoroso defendió el fascismo por convicción.

Derrotadas las potencias del Eje, el corporativismo queda desacreditado, pero por ejemplo, Francesco Vito bajo el nombre de “Economía Dirigida” retiene elementos teóricos e ideológicos de su obra previa y pasa a apoyarse en la Doctrina Social de la Iglesia.

Cuando las economías desarrolladas son jaqueadas por un nuevo fenómeno -la “inflación de costos”- resistente a las políticas fiscales y monetarias, varios economistas proponen y en muchos casos se llevan a la práctica, acuerdos de precios y salarios entre gobierno, empresas y sindicatos con el fin de redistribuir el ingreso y alcanzar la estabilidad. Estas políticas reeditaban los acuerdos corporativos de la Italia Fascista y tuvieron su apogeo en países como EEUU, Reino Unido y Holanda en los ‘60, volvieron a aparecer a fines del siglo XX y fueron bautizadas como “Políticas de Precios e Ingresos”.

COMENTARIOS FINALES

El Fascismo - en la medida en que se pueda definir como un pensamiento orgánico- es una filosofía de la historia y de la política más que una doctrina económica. Por otra parte preconiza la subordinación de la economía a la política, profesa un relativismo integral en materia económica, niega la existencia de leyes económicas naturales y reduce la disciplina a una mera profesión. Se podría decir que es un pensamiento antieconómico. La relación de Pareto y algunos de sus discípulos con el régimen fue disímil y el principal referente de la teoría económica fascista ha sido Luigi Amoroso.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

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