El Mito del Dorado

En primer lugar, Núñez de Balboa cuando pasó por Panamá, ya había incorporado a su visión de la Conquista, un Dorado distinto del Dorado de Guatavita, era un Dorado como lo dice un historiador español, que antes que los conquistadores de Quito y los fundadores de Popayán tuviesen noticias del Dorado de Cundinamarca, ya Vasco Núñez de Balboa.


Para los historiadores de la conquista, el Dorado surge de una leyenda, de una narración que un indio chibcha, de la tribu miusca, le cuenta a Belalcázar. Belalcazár que se encuentra en Quito le dicen: ¡Pero es que hay una tierra donde el Rey es el hombre dorado, y las casas son de oro y las lagunas de oro! Uslar Pietri nos recuerda esta situación inaudita; imagínense nada más a la sabana de Santa Fe de Bogotá y que, en 1520, aprovechando que Pizarro marchaba sobre el Cuzco, Belalcázar se dirige al norte, llega a Quito sin conseguir el ansiado Dorado y continúa su marcha más hacia el norte para toparse increíblemente en la sabana de Bogotá con otras dos expediciones organizadas por otros buscadores del mito de El Dorado, la que venía del norte con Jiménez de Quesada al frente y la que provenía de Coro con el gobernador alemán Ambrosio Alfínger a su cabeza.

Como ustedes recuerdan, Carlos V hipotecó a Venezuela a sus banqueros alemanes, y les dio todo en prenda parte del hoy territorio venezolano; así Ambrosio Alfínger viene desde Coro, atravesando medio país para encontrarse con Jiménez de Quesada y Belalcázar buscando una fantasía, el mito de El Dorado.