Hurgar en la historia de los países hoy desarrollados como Alemania, Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Japón y otros, revela hechos importantes para el debate actual sobre el desarrollo de la región. Como se conoce, en la actualidad los primeros mantienen fuertes presiones sobre la conveniencia del libre comercio, aludiendo que es la clave de la prosperidad general.
Sin embargo, la historia económica revela que las actuales potencias no alcanzaron el liderato mundial del que hoy disfrutan gracias al libre comercio. Expertos en el tema enfatizan que el control de los productos y de los capitales extranjeros en su entrada a la economía nacional, jugó un papel fundamental en el desarrollo de sus economías.
La historia del libre comercio revela que Inglaterra, quien fuera abanderada del mismo, luego de alcanzar un desarrollo sin precedentes producto de implantar el nuevo orden mundial (liberal) se vio en la necesidad de recurrir al viejo proteccionismo, a levantar barreras al comercio pues la situación de inestabilidad del sistema económico y político global debido a la primera guerra mundial ocasionó los primeros embates de la política. Pero no es hasta 1932 cuando Gran Bretaña debe sucumbir ante su propia medicina y reintroducir los aranceles y con ello las barreras comerciales debido a la contracción e inestabilidad resultantes de la segunda guerra mundial.
A través de la historia, Gran Bretaña ha implantada políticas proteccionistas, se conoce que desde la época posfeudal con el rey Eduardo III se tomaron medidas encaminadas a desarrollar las manufacturas sobre todo en tejidos de lana en una época donde Inglaterra se encontraba en referente atraso con respecto a los países bajos ( principales productores de este producto). Con el aumento de los aranceles a la exportación de lana bruta y la prohibición temporal de la exportación a este producto para promocionar la industria incipiente se logró tiempo después con la dinastía Tudor transformar Inglaterra de un país exportador de lana en bruto en un de los primeros productores mundiales de productos laneros.
Es entonces con un desarrollo tecnológico avanzado con respecto a los demás países y una revolución industrial en auge que se comienza a promulgar la liberalización pues Inglaterra necesitaba mercados internacionales donde exportar sus productos.
Otro exponente que alcanzó su desarrollo aplicando políticas proteccionistas fue Estados Unidos. Es al mismo tiempo de la independencia, que Estados Unidos pone de manifiesto una fuerte lucha por la protección de la industria naciente, aunque la contradicción entre los productos agrícolas del sur y los productos manufacturados del norte entorpeció, por así decirlo, a este proceso. El pensamiento norteamericano de la época, sobre todo con el secretario del tesoro Alexander Hamilton estaba encaminado a la defensa de la industria naciente, pues se aludía a la protección de la industria hasta que ésta fuera lo suficientemente competitiva para luchar con productos establecidos.
Es de señalar que Estados Unidos poseía un impuesto natural a las importaciones, el cual se reflejaba en los costos de transportación lo que hacía a las potencia europeas más difícil la exportación de sus productos. Desde 1816 hasta finales de la segunda guerra mundial Estados Unidos constó con uno de los niveles de impuestos sobre manufacturas, más altos del mundo, lo cual le permitió, casi sin resistencia competitiva, alcanzar el desarrollo necesario en sus productos.
Alemania suele considerarse como la cuna del proteccionismo en defensa del desarrollo de su industria nacional, debido a la aplicación de la protección arancelaria en diferentes períodos del siglo XIX, en especial para fomentar la industria siderúrgica, textil, de armamentos, porcelana, seda y azúcar refinada,entre otros. También utilizó la concesión de derechos de monopolio y los subsidios a la exportación, inversiones de capital y captación de trabajadores calificados en el exterior. En resumen, cuando todos los países antes mencionados estaban en las fases iniciales de su desarrollo, utilizaron alguna forma de promoción de la industria naciente; no sólo Alemania y Japón- cuya experiencia al respecto es más conocida- , sino también EE.UU. e Inglaterra, supuestamente campeones del libre comercio. El arsenal de medidas fue variado; junto a la protección arancelaria, aplicaron subsidios a las exportaciones, asignación de derechos de monopolio, créditos dirigidos, promovieron la educación pública, así como la creación de institutos de investigación, el fomento de asociaciones para la cooperación del sector público y el privado, entre otros.
La brecha de productividad que existe hoy entre los desarrollados y los subdesarrollados resulta muy superior a la existente en épocas anteriores. Cuando los EE.UU. decidieron otorgar una protección media arancelaria a sus industrias a finales del siglo XIX, su renta per cápita en PPA era ya cerca de 3?4 la de Gran Bretaña. Si a la brecha actual se adiciona la lentitud del crecimiento económico de los países subdesarrollados en las últimas décadas – excepción de China y la India, puede concluirse que sería ingenuo por completo desconocer la legitimidad de la defensa de la producción nacional.
Autor: Eloy Samuel Ramírez Acosta - 2008