El problema del Endeudamiento se ha repetido durante los diferentes periodos económicos y sus causas habría que localizarlas de acuerdo con las condiciones propias del sistema monetario operante durante la época en que se ocasionó el proceso. Por las razones que se comprenderán a través de los siguientes párrafos, los últimos años de la década de los sesenta y los primeros de la década de los setenta son los más indicados para aproximarnos a las razones por las cuales durante este periodo se llegó a la expedita situación de dispensación de crédito, y por ende, al desborde del proceso de endeudamiento.
Siendo condescendientes con la memoria, recordemos cómo durante 1970-1971, con lo que vino a llamarse posteriormente la “inundación del dólar”, las reservas internacionales aumentaron en una cantidad altamente mayor al crecimiento total de los veinte años anteriores 1/.. Si queremos explicarnos por qué se llegó a la multiplicación de los dó1ares, es menester mencionar algunos de los más importantes pilares en que se sustenta todo sistema monetario internacional: el concerniente a la determinación en torno a la capacidad del sistema para garantizar a las autoridades monetarias participantes del mismo, un crecimiento de las reservas.
Para abordar el tema, retomemos, las observaciones que en las postrimerías de los años cincuenta Robert Triffin realizó en relación a la sustentación del crecimiento de la liquidez internacional en la emisión de una moneda nacional, como factor desestabilizador del sistema monetario 2/.. La posición al respecto del staff monetario era, contrariamente, enfatizar ante todo en la importancia de mantener un ritmo adecuado en su crecimiento ya que de este depende el incremento progresivo de la actividad y de la prosperidad económica. Entre esta anteposición de juicios, en la práctica, la expansión de las reservas se centró paulatinamente en el insistente déficit en la balanza de pagos de los Estados Unidos.
Frente a esta problemática, la 1ógica del más común de los mortales nos hace reconocer que, a pesar de la importancia de mantener un ritmo adecuado en la generación de liquidez, este déficit crea serias inquietudes sobre la expansión incontrolada de las reservas internacionales, puesto que se centra en gran medida el funcionamiento monetario internacional, donde necesariamente confluyen intereses globales, en el manejo interno, y en consecuencia unilateral, de las políticas presupuestarias y monetarias de un país.
No sería pertinente entonces continuar, sin antes hacer un breve recuento del proceso que desembocó en el sistema monetario basado en lo que actualmente se conoce como el sistema del “Dollar Estándar”. Para tal efecto algo de historia es necesario.
Partamos de los años siguientes a la Segunda Guerra Mundial cuando las economías arruinadas de Europa y Japón requerían realizar enormes importaciones, sin poder compensar la balanza comercial a causa del deplorable estado en que se encontraban sus estructuras exportadoras. Por consiguiente, recurrieron a la capacidad productiva de los Estados Unidos que, al igual que sus tenencias de oro, no se había en nada resentido durante la Guerra. Los recursos para reactivar estas economías se proporcionaron por medio del Acuerdo Financiero Anglo-Americano de 1945 y del Plan Marshall. Paralelamente y con miras a regular el orden monetario internacional, se conforma el sistema de Bretton Wooods donde, entre otros aspectos, cada miembro asumía la conversión nominal de su moneda, que a su vez suponía conservar su valor en términos del oro. Igualmente se responsabilizaban frente al FMI por corregir y aminorar los desequilibrios en balanza de pagos. Es bajo este esquema, reforzado por un mecanismo de tasas de interés que favorecía a los tenedores de dólares y a la facilidad de conversión de la divisa estadounidense en oro, como la preferencia por el dólar surge.
El proceso de reactivación económica y la preferencia por la moneda norteamericana opera en forma normal durante aproximadamente 25 años. Sin embargo, a través de estos mismos años comenzó a presentarse un factor que, al margen de cualquier, tentativa como causante de la debilitación del dólar, se constituirá por sí solo en un acontecimiento ineludible que cuestiona su idoneidad: el persistente déficit en balanza de pagos de los Estados Unidos, que paradójicamente, lleva al afianzamiento del patrón divisa.
Como anteriormente señalamos, la forma operante de la economía dictada por los acuerdos de Bretton Woods, asumía corregir el equilibrio en balanza de pagos de los países miembros. No obstante, los desacuerdos de los países con déficit, principalmente los Estados Unidos y los que gozaban de excedentes ocurridos durante la década de los sesenta, se evidencia durante los primeros años de los setenta. En esta época prácticamente estaba ya agotada la plétora de medidas para salir de los desequilibrios básicos. De parte de los países miembros que experimentaban un superávit, la iniciativa para retornar al equilibrio encontraba reducidos incentivos. Del lado de los países deficitarios, las posibilidades de ajuste, vía el manejo de las tasas de interés, principal herramienta con la cual contaban, se fue gradualmente reduciendo, tanto más cuanto que en 1970 los Estados Unidos estaban sorteando una situación de crisis económica, los restantes países desarrollados reagrupados por el FMI, en especial Japón y Alemania, mantenían altas tasas de crecimiento. Este estado de cosas excluía toda posibilidad de seguir promulgando un equilibrio del balance básico de pagos, aún más, cuando el déficit de los Estados Unidos se había convertido en el principal factor de creación de liquidez internacional. Esta situación desembocaba en un punto que contrariaba totalmente el sistema de Bretton Woods: a medida que los tenedores extranjeros de dólares aumentaba, las reservas de oro de los Estados Unidos disminuían. En otras palabras, la convertibilidad del dó1ar en oro, tal como estaba estipulado en el Convenio perdía vigencia … todo parecía indicar que la Ley de Gresham encontraba nuevamente el terreno propicio para su aplicación… Es así como, después de la inconvertibilidad del dó1ar, primero tácita y posteriormente oficial, se afianza el sistema patrón divisa o lo que vendría a denominarse el sistema del “Dollar Standar”.
Un observador de los sucesos económicos, difícilmente puede quedarse abrigado en el pasado. Así pues, la intención de este trabajo es, no solo escudriñar el pasado reciente, sino también interpretar las perplejidades del presente. A continuación entonces, pasaré a describir la sucesión de los hechos que hicieron, que el establecimiento del Dollar Standar, fuese acompañado de crisis monetarias que a su vez, condujeron a la presente situación de endeudamiento.
Generalmente se señala el impacto de los precios del petróleo, ocasionado durante los años 1973-74, como el origen del proceso del actual endeudamiento de los países en desarrollo 3/.. Considero, que más que una política desestabilizadora de precios, sus raíces se encuentran mejor en un sistema monetario deficiente que no es capaz de garantizar el objetivo de toda opción de financiamiento externo, cual es, no solo promover la eficiencia económica global permitiendo a las economías deficitarias lograr las reducciones de sus déficit, sino también garantizar la evolución de la vida económica evitando caer en la acumulación indebida de la deuda, y por ende, hacer que las economías en cuestión sean susceptibles, en grado sumo, a las fluctuaciones financieras del ámbito internacional.
Contemplemos entonces, el orden lógico del proceso de endeudamiento.
Si bien durante cerca de un cuarto de siglo, el crecimiento económico y los niveles de vida del país, cuya moneda es el principal activo de reserva, mejoraron a una tasa sin precedentes en la historia, los años fructíferos del manejo económico de los Estados Unidos llegaron al comienzo del descenso de la cúspide, con el impase de Vietnam. El déficit federal en las cuentas nacionales de ingresos fue de $11900 millones de dó1ares en 1970, aumentando con aún más exageración a $22200 millones de dó1ares en 1971 4/.. Entre los años de 1971-72, el déficit total de liquidaciones oficiales de Estados Unidos fue de unos $50000 millones 5/.. Cifras que hablan ciertamente de una situación bien delicada. Merece entonces dedicar le unos cuantos párrafos.
Tratar de responder cuanto gastó Washington a titulo civil y militar durante la guerra de Vietnam resultaría inoficioso, puesto que quizás, a parte del secretario de tesoro, nadie supo exactamente a cuanto ascendieron los recursos monetarios invertidos. Es factible establecer sí, que entre la alucinante creciente de dó1ares emanados de las subvenciones especiales, subsidios especiales, subsidios extraordinarios, préstamos, donativos y ajustes, gran parte de ellos se revertieron inmediatamente a los Estados Unidos, (si realmente salieron alguna vez de él), hecho que puede ser explicado solo por los vericuetos de la contabilidad. Por ejemplo, en el caso de ser destruido un helicóptero o tanque, los Estados Unidos pasaban una factura de cobro al gobierno Vietnamita. Sin embargo, el manejo contable era antagónico a la realidad de las necesidades económicas.
En pocas palabras, mientras la contabilidad se equilibró por medio de las cuentas por cobrar, que jamás fueron cobradas, la verdad económica sencillamente ponía de manifiesto la falta de idoneidad de las fuentes monetarias que fueron inmiscuidas en el espectacular resbalón del coloso del Norte en Vietnam. Los dólares destinados a pagar los sueldos de los numerosos oficiales, soldados y todas aquellas personas afines con la actividad bélica, que sumados a los recursos destinados a la producción de armas y municiones, conformaron parte importante de la acumulación de dó1ares que se fueron represando en el interior del país en cantidades semejantes al aumento de los gastos de la guerra.
Los efectos macroeconómicos de esta situación eran ciertamente esperados. El proceso inflacionario se incrementa en 1969 6/.. El flujo monetario generado para el sostenimiento de la Guerra provocó el inevitable jalonamiento de la demanda; el incremento de ésta difícilmente podía ser saciado por la producción interna, dado el estado adverso en el que se encontraba postrada la economía estadounidense. El deterioro de la situación se debía a diferentes razones y entre las principales estaba obviamente el rezago del andamiaje productivo con respecto a los demás países desarrollados del orbe capitalista, principalmente Japón y Alemania, rezago debido a la dedicación de una gran parte de sus recursos a la industria armamentista y al sostenimiento de la Guerra.
Al convivir los dos problemas, la inf1ación por un lado y la recesión por el otro, los productos americanos encontraban serias trabas para poder ser vendidos en el mercado. Por consiguiente, la demanda generada vino a ser saciada por la oferta de otras economías que se encontraban en una mejor situación comparativa, menores costos y mayor productividad.
Hasta aquí, es posible hilvanar los sucesos monetarios ocurridos durante estos años sin mayores problemas. Pero, cómo desbordó la frontera estadounidense el flujo monetario que iría a buscar los mercados que surtirían los bienes requeridos por la economía interna de los Estados Unidos, que esta misma no se podía proporcionar?
El ente encargado de realizar las transacciones comerciales fue ante todo la empresa transnacional, que al percibir importantes cantidades de dólares por concepto de ventas directas, y al no ser estos absorbidos por las compras, fueron apropiándose de la acumulación de dólares represados en el interior del país y que vendrían a ser depositados posteriormente en el sistema bancario internacional 7/..
En el plano exterior esta situación se traduce en un inusitado crecimiento de las reservas internacionales, en su gran mayoría dó1ares estadounidenses, que ocasiona para 1972 un aumento del 57% de las mismas 8/..
Acto seguido al desborde del flujo monetario, se sucedieron cambios significativos en el sistema financiero. Estos se manifestaron principalmente, en una expansión inusual de los préstamos otorgados por la banca comercial, que seducida por el velado negocio de vender la mercancía dinero de reciente abundancia, desdeñó el facilismo en el ofrecimiento de crédito, que provenía de dudosos flujos vinculados, específicamente, con la irrevocable financiación de una lamentable guerra y, de una manera global, con el derrumbe del sistema de Bretton Woods.
Es por consiguiente, dentro de este orden en que se sucedieron los eventos monetarios antedichos, y aquí radica la índole imaginativa de esta parte del trabajo. Es así como se causó durante los últimos años de la década de los sesenta y los primeros del setenta, la avalancha inicial de capital externo generador de la deuda y sus efectos inflacionarios y recesivos, es decir estanflacionarios, que caracterizan la crisis que le sucedió. Solo posteriormente se precipitaron los sucesos petroleros del 73-74, sobre los cuales no son precisamente pocas las páginas que se han escrito. Como no es el interés del presente trabajo tratar lo que se ha dicho reiteradamente con relación al asunto, me limitaré a resaltar la importancia que tuvieron los eventos monetarios, sucedidos durante los años mencionados, en cuanto a la generación de flujos de capital extranacionales provocadores de la Deuda, y que al señalarlos, podemos avizorar la responsabilidad compartida en el proceso de endeudamiento.
Una vez comprendido lo anterior, podremos referirnos a la temporalidad de la Deuda ya no sólo en los términos técnicos del pago, sino ante todo, como una responsabilidad económica adquirida y por solventar, propia de un orden monetario internacional determinado. Este marco de entendimiento aspira a adjudicarle una temporalidad a la Deuda en concordancia con la responsabilidad compartida en el proceso de endeudamiento, significando con esto, la no conveniencia, para el sano funcionamiento de la economía, de centrar exclusivamente el aspecto temporal en el lapso en que tiene que ser servida por los países endeudados, sino al mismo tiempo ofrecer alternativas que involucren esfuerzos mancomunados para encontrar soluciones de corto, mediano y largo plazo.
Autor: Liborio Orejuela
Sopó, 1986