Las ideas mercantilistas se desarrollaron durante los siglos XV y XVI y alcanzaron su apogeo en el siglo XVII. Los mercantilistas no estaban interesados principalmente en obtener una reflexión sistemática sobre el funcionamiento económico, su eje era encontrar la política económica capaz de permitirle al Estado ser más rico y más poderoso. Sus ideas expresaban sobre todo los intereses y las ambiciones de los mercaderes, que formaban parte de una nueva clase social en ascenso: la burguesía. La preocupación de los mercantilistas giraba alrededor de la acumulación de metales preciosos, fundamentalmente oro.
Los Estados obtenían este oro mediante tres vías:
• extrayéndolo de las colonias, como era el caso de España con respecto a América,
• por medio del comercio exterior, o sea vendiendo productos locales en el extranjero -exportaciones- y prohibiendo o restringiendo la compra de producción extranjera -importaciones-
• gracias a la guerra y la piratería.
Los mercantilistas fueron los que dieron origen al proteccionismo económico y a la intervención del Estado en la economía. Si bien ellos reconocían el rol creciente del mercado en la actividad económica, no creían que era un libre juego en el que todos se beneficiaban. Por el contrario, lo consideraban, al igual que la guerra, un juego de suma cero, en el que si uno gana es porque el otro está perdiendo. De ahí que aconsejaran a los monarcas absolutos poner todo el peso del Estado en defender su producción y su comercio contra la producción y el comercio de los otros países.
El mercantilismo puede ser entendido como la política y la práctica económica de los Estados Nacionales durante el período de transición del feudalismo al capitalismo. Sus orígenes están ligados a la centralización del poder, que alcanza su plenitud con el Estado absolutista. El rasgo principal que caracterizó a esta política económica fue la intervención estatal en los asuntos económicos, con el propósito de dinamizar la producción nacional y en provecho del fortalecimiento del Estado.
Los mercantilistas pensaban que la riqueza provenía del intercambio, mediante el cual algunas naciones eran favorecidas y otras no. No habían comprendido aún, como más tarde lo hicieron los pensadores clásicos, que la fuente de la riqueza era el trabajo.