El valor de toda mercancía producida en régimen de producción capitalista, M, se representa en la fórmula: Valor mercantil = capital constante + capital variable + plusvalía. En adelante, M = c + v + p. El valor de los coches, del alimento, de las viviendas y de todas las mercancías se representa mediante esta fórmula. Para los marxistas esta fórmula es fundamental, puesto que sirve para explicar cómo se conserva y se crea el valor. Los economistas convencionales carecen de alguna fórmula parecida. Demos una explicación sencilla de lo que representa esta fórmula. El capital constante es el valor de los medios de producción, maquinarias y materias primas, consumidos en la elaboración de las mercancías, el capital variable es el valor de la fuerza de trabajo empleada, y la plusvalía o ganancia es el valor excedente del que se apropia el capitalista. La tarea de los trabajadores es doble: conservar el valor del capital y multiplicarlo. Y la multiplicación del valor se llama valorización.
Para los marxistas la cuestión clave aquí, además de la conservación del capital, es el hecho de que la plusvalía o ganancia la producen los trabajadores y se la apropia el capitalista. Las crisis se deben justamente a que los salarios, el capital variable, se mantienen en unos límites muy estrechos, mientras que el plustrabajo o plusvalía crece sin cesar. Este hecho se verá más claro más adelante.
Infinidad de economistas, supuestamente progresistas y de izquierda, no le dan valor alguno a esta fórmula, pero hacen mal, muy mal. No ayudan a la causa del socialismo ni a la justicia social. No están siquiera a la altura del burgués Locke, quien en su lucha contra los representantes del feudalismo defendía que el derecho de propiedad debe basarse en el derecho al trabajo propio. Hoy esta esencia económica la han difuminado los economistas convencionales y hablan de capital humano, de inteligencia, de habilidades, en fin, de una suma de rasos subjetivos con el único fin de justificar los exorbitantes sueldos que ganan los altos ejecutivos y la imparable apropiación de trabajo ajeno por parte de los grandes capitalistas monetarios y de los accionistas mayoritarios.
En la época feudal los campesinos trabajaban la mitad de la semana en sus tierras y la otra mitad en las tierras del señor. Aquí queda claro como la luz del día que los señores feudales se adueñaban de la mitad del trabajo creado por los campesinos, y la extrema riqueza de aquellos no tenía otra explicación. Pues en el capitalismo pasa lo mismo: durante una parte de la jornada laboral, el llamado trabajo necesario, el trabajador produce el salario que después el capitalista le paga, y durante la otra parte, el llamado plustrabajo, el trabajador produce la plusvalía que se reparten los dueños de los factores de producción: el banquero se apropia de la parte de la plusvalía a la que se llama interés, el dueño del local se apropia de otra parte a la que se llama renta del suelo, y el industrial o comerciante se apropia de la última parte a la que se llama beneficio. Querer ocultar que el modo de producción capitalista es un modo de explotación del hombre por el hombre, como hacen muchos economistas progresistas, es un grave atraso teórico. Y la actual crisis ha puesto de manifiesto esta cruel y descarada explotación.
Es un error igualmente ser benevolentes en el terreno teórico con una buena parte de economistas convencionales, que siendo sin duda representantes de la burguesía de izquierda, no obstante, no critican de forma radical el gran fundamento del capitalismo y las consecuencias tan inhumanas que provoca. Trascribo una cita de Marx para todos aquellos economistas de izquierda que no creen en la actualidad en el genial pensador alemán y sí en el enorme formalismo de la economía convencional, que aunque muchos la presentan como muy científica no sirve para pronosticar nada ni para demandar un cambio radical del modo de producción capitalista: “La economía política anterior partía de la riqueza supuestamente engendrada para las naciones por el movimiento de la propiedad privada, para llegar a consideraciones apologéticas sobre este régimen de propiedad. Proudhon parte del lado inverso, que la economía política encubre sofísticamente, de la pobreza engendrada por el movimiento de la propiedad privada, para llegar a las consideraciones que niegan este tipo de propiedad”. Muy claro: los burgueses parten de la riqueza para hacer apología de la propiedad privada, mientras que los defensores del socialismo deberían partir de la pobreza para negar la propiedad privada. Esta conciencia y este paso radical les falta a los economistas convencionales de izquierda.
La ley de la acumulación capitalista mistificada como ley natural
Mientras la necesidad no acucia, los apologistas del capitalismo suelen despreciar las ideas de Marx, de las que afirman que están fuera de época y que, por tanto, han perdido su sentido histórico. Pero ahora, con la terrible crisis financiera que nos azota, estamos asistiendo a un reclamo del Estado y de los acuerdos colectivos por parte de los grandes mandatarios capitalistas que nadie podía imaginar, hasta el punto de que podamos escuchar declaraciones como la de Nicolas Sarkozy, “La idea de un mercado todopoderoso sin reglas y sin intervención política es una locura… La era de la autorregulación se acabó”, o la de Hank Paulson, secretario del Tesoro de EEUU: “El capitalismo crudo llegó a su final”, que sorprenden a todos.
En el capitalismo la fuerza de trabajo sólo es vendible a condición de que conserve los medios de producción como capital y proporcione plusvalía como fuente de capital adicional. Así que la ley de la acumulación capitalista mistificada como ley natural sólo expresa el hecho de que su naturaleza excluye todo aumento de los salarios que pueda amenazar seriamente la constante reproducción de la relación capitalista. Y no puede ser de otro modo en un modo de producción donde el obrero existe para las necesidades de revalorización del capital, para que el capital se multiplique sin cesar, en vez de que la riqueza material exista para las necesidades del desarrollo de la vida de la sociedad. Esta inversión y enajenación inhumana, que hoy día hay que tener más en cuenta que nunca, lo expresa Marx en los siguientes términos: “Igual que en la religión el hombre es dominado por el producto de su propia cabeza, en la producción capitalista lo es por el producto de su propia mano”.
Todo proceso de producción es un proceso de reproducción
Cualquiera que sea la forma social del proceso de producción, éste tiene que ser continuado o recorrer periódicamente los mismo estadios. Si hoy produces pan, mañana debes volver a producir pan. Si hoy consumiste harina para hacer pan, mañana debes volver a consumirla. Si hoy compras la harina que mañana consumirás, mañana debes volver a comprar la harina que consumirás pasado mañana. Por lo tanto, todo proceso de producción es un proceso de reproducción. Y si la producción es capitalista, la reproducción debe serlo igualmente. Esta noción elemental es importante porque las crisis se presentan como una parálisis en la reproducción.
Precio de costo y ganancia
Las relaciones de producción capitalista ocultan que el creador de la plusvalía o ganancia es el trabajador. Les recuerdo que el valor de toda mercancía producida en régimen capitalista se representa en la fórmula: M = c + v + p. Si descontamos la plusvalía al valor de la mercancía, nos quedará un valor que repone lo que le ha costado la mercancía al capitalita: c + v. De manera que para el capitalista el capital constante más el capital variable se le presenta como el precio de costo de la mercancía: pc = c + v. Y llama ganancia a la diferencia existente entre el precio a que ha vendido la mercancía y el precio que le ha costado. De manera que para el capitalista no existe capital constante, ni capital variable ni plusvalía. Sólo existe lo que le costado la mercancía, los medios de producción gastado y los salarios pagados, y la ganancia, que se le presenta no como un plusvalor creado por los trabajadores que ha contratado, sino como la diferencia entre el precio al que puede vender la mercancía y lo que le ha costado producirla. Por eso, para el capitalista la fórmula que representa el valor de las mercancías es el siguiente: M = pc + g. Esta fórmula no expresa cómo se genera el valor, sólo expresa cuánto le cuesta la mercancía al capitalista. Marx lo expresa así: “Ya se vio más arriba que aunque p, la plusvalía, sólo brota de un cambio de valor del capital variable, después de finalizar el proceso de producción representa asimismo un aumento de valor de c + v, el capital global gastado… Así presentada, como vástago del capital global desembolsado, la plusvalía revista la forma transfigurada de la ganancia”.
Cuota de plusvalía y cuota de ganancia
La cuota de plusvalía, P’, se representa mediante la fórmula: P’ = p/v. Esta fórmula expresa el grande de explotación de la fuerza de trabajo. Esta fórmula pone en relación porcentual la cantidad de valor nuevo con el que se queda el capitalista, la plusvalía, con el valor que se quedan los trabajadores, el salario. Por su parte, la cuota de ganancia, G’, se representa mediante la fórmula: G’ = p/pc. Esta fórmula expresa el grado de revalorización del capital total desembolsado. Pone en relación porcentual el valor nuevo con el que se queda el capitalista, p, con el valor del capital desembolsado, precio de costo de la mercancía. Así que dada una determinada masa de plusvalía, la cuota de ganancia siempre arrojará un porcentaje inferior a la cuota de plusvalía.
La ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia
A medida que se desarrolla el modo capitalista de producción, así ha sido desde su inicio y lo sigue siendo en la actualidad, se efectúa una disminución relativa del capital variable en relación con el capital constante. O dicho de otra forma: la inversión en capital constante aumenta proporcionalmente más que la inversión en capital variable. Gráficamente podemos decir que cada vez las naves son más grandes, hay mayor cantidad de maquinaria, se procesa mayor cantidad de materia prima, y proporcionalmente hay menos obreros. Este crecimiento gradual del capital constante, en proporción al variable, provoca inevitablemente un descenso gradual de la cuota de ganancia.
Una de las causas principales de la baja de la cuota de ganancia es el desarrollo incondicional de las fuerzas productivas. Todas las empresas buscan producir y vender lo más posible y hacerlo a los precios más baratos. Y esto sólo pueden lograrlo haciendo que sus empresas crezcan e instalen maquinarias de última tecnología. ¿Y por qué este afán por el desarrollo incondicional de las fuerzas productivas? Porque quieren quedarse con todo el mercado. Porque quieren acabar con la competencia. Todas las empresas, bajo el régimen de producción capitalista, abrigan en su seno el deseo de monopolio.
Pongamos un ejemplo para que se vean las graves consecuencias del desarrollo incondicional de las fuerzas productivas. Pensemos en un pequeño país que tiene un centenar de medianas empresas de alimentación con tecnología del año 2000. Supongamos ahora que unos inversores extranjeros instalan una macroempresa de alimentación con tecnología del año 2008. La diferencia tecnológica es tan grande que las macroempresa respecto de la mediana empresa tiene dos claras ventajas: una, necesita un 30 % menos de mano de obra, y dos, produce cinco veces más productos por unidad de tiempo. Esto provoca automáticamente dos cosas: una, el capital que representan las 100 medianas empresas se desvaloriza, y dos, una buena parte de ella, al ver disminuir su ganancia por debajo del costo, desaparece.
¿Debemos entonces permitir el desarrollo incondicional de las fuerzas productivas? Bajo el punto de vista de los intereses de la sociedad debemos responder con un rotundo no. ¿Quién debe determinar el grado de desarrollo de las fuerzas productivas? Bajo el punto de vista de los intereses de los trabajadores debe determinarlo no la competencia sino las necesidades sociales. Puesto que si algunas empresas aceleran en exceso el desarrollo de las fuerzas productivas, el daño que provoca es superior a los beneficios que reporta. ¿Estamos proponiendo acabar con la competencia? De ningún modo. Lo que estamos proponiendo es que se mantenga dentro de unos límites razonables y beneficiosos para los intereses del conjunto de la sociedad.
Las condiciones de la explotación y de la realización de la fuerza de trabajo
La obtención de plusvalía constituye el proceso directo de producción. Tan pronto como se ha objetivado en mercancías la cantidad de plustrabajo que puede exprimírsele al obrero, se ha producido la plusvalía. Pero con esta producción de plusvalía sólo ha terminado el primer acto del proceso de producción capitalista. Ahora viene el segundo acto del proceso: hay que vender las mercancías. Y hay que venderlas todas, tanto las que reponen el capital constante y el capital variable como las que representan la plusvalía. Si no ocurre así, si sólo se venden las mercancías que reponen el capital desembolsado y no las que representan la plusvalía, el obrero ha sido ciertamente explotado pero su valor de explotación no se ha realizado. (Realizar el valor de las mercancías significa vender las mercancías)
Las condiciones de explotación y su realización no son idénticas. Se diferencian en principio tanto espacial como temporalmente. Primero se explota al obrero en la empresa, cuando aquel produce las mercancías, y después se realiza la explotación en el mercado, cuando las mercancías son vendidas. Pero las condiciones de explotación también se diferencias conceptualmente de las condiciones de realización. Las condiciones de explotación están limitadas por las fuerzas productivas de las que dispone la sociedad, por el tamaño de las empresas por el nivel técnico de las máquinas y por el nivel profesional de los trabajadores, mientras que las condiciones de realización están limitadas por dos factores: uno, por la proporcionalidad entre las distintas ramas de producción, y dos, por la capacidad de consumo de la sociedad.
Con respecto al primer factor, a la proporcionalidad entre las ramas, todo el mundo lo venía cantando con respecto a la actual crisis: la rama de la construcción está teniendo un desarrollo desproporcionado con respecto a las otras ramas. Si el pago de las hipotecas absorbe la mayor parte de la capacidad de consumo de los trabajadores, necesariamente tiene que mermar la demanda del resto de los servicios y bienes de las otras ramas de la economía. Y esta desproporción más tarde o más temprano se tiene que manifestar como crisis.
Con respecto al segundo factor, a la capacidad de consumo de la sociedad, diremos que no viene determinada por la capacidad absoluta de consumo de la sociedad, sino por la capacidad de consumo a base de las condiciones antagónicas de distribución, que reduce el consumo de las grandes masas de la población a límites muy estrechos. Hoy día hay muchas viviendas que no se pueden vender porque no hay gente que pueda comprarlas. Aparentemente la situación es así. Pero no es cierto. Lo cierto es que las personas que tienen dinero no tienen necesidad de esas viviendas, y quienes la necesitan no tienen dinero para comprarlas. El hecho cierto es que en la producción de viviendas no se ha tenido en cuenta la capacidad de consumo, o mejor la capacidad adquisitiva, de las personas que las necesitan. Y por eso se ha producido en exceso: hay crisis de superproducción. Pero esto no es un rasgo accidental del capitalismo, es un rasgo periódico.
Autor: Francisco Umpierrez Sanchez
Octubre de 2008