¿Sociedad con Información?
(y sin malicias)
p. Roberto F. Bertossi1
Tanto a principios de los 80´ como últimamente, comprometidos medios de prensa denunciaron la reticencia de informaciones sobre acciones militares Vg., de Argentina en Malvinas, del INDEC en nuestra economía o ahora, de los Estados Unidos sobre Afganistán o en Colombia.
El harto dudoso argumento central de este `sigilo´, obedecería a que su divulgación `sin recaudos´, pondría en riesgo estrategias bélicas y económicas como la propia vida de los soldados involucrados en dichas maniobras o hasta el default de un país que crece sin equidad.
Ante este dilema, el meollo estaría subordinado a que los gobiernos y los periodistas deben revelar toda la información `chequeada´ que logran obtener -no pocas veces con coraje periodístico de raza y hasta algún grado de temeridad- por `dar la noticia´ primero, sin otro parámetro que el interés de la ciudadanía -no sólo de sus patrocinadores, auspiciantes, sponsor´s y `canjes´-; pero siempre sujetos a que esa difusión no provoque consecuencias inconvenientes.
Ahora bien, es cierto que todo poder emana del pueblo el que en nuestro caso no delibera ni gobierno sino por medio de sus representantes teniendo el derecho y el deber de informar e informarse sin censura previa, todo ratificado expresa y ampliamente en el Pacto de San José de Costa Rica, resguardando siempre `la protección de la seguridad nacional, el orden público o a la salud o la moral públicas´.
Ese es el contexto preciso en el cual cada medio de comunicación audiovisual puede elegir por revelar o no la noticia de que se trate, con responsabilidad social para salvaguardar los intereses y la seguridad del pueblo y, en dicho contexto si bien la legislación y jurisprudencia determinan que ciertos asuntos sean conservados en secreto por un tiempo determinado, por lo general el derecho a la información pública está en principio, garantizada en todas sus dimensiones y geografías.
El derecho y el deber a la información pública deben quedar definitivamente asegurados, resguardando como dijimos solo la integridad personal como la protección de la seguridad nacional, el orden público, la salud y la moral pública´, sin perjuicio de reservar las fuentes cuando sea inevitable para el pleno ejercicio de la profesión periodística.
Así las cosas, queda claro que la libertad es la regla con las obvias responsabilidades de cada caso siempre y cuando no resulten agraviados derechos y garantías de intereses individuales y generales de personas físicas, jurídicas ni expuestas cuestiones o intereses superiores del Estado.
No se rasga en modo alguno lo dicho cuando para la consolidación de la democracia, ciertos datos, provisoriamente, deben ser postergados al conocimiento de la sociedad.
Un ejemplo corriente se puede verificar en el campo inmobiliario como cuando en la administración Alfonsin, el anunciado traslado de la capital a Viedma implicaría infraestructura de gran porte y multiplicación de las actividades corrientes con las migraciones del caso, todo funcional para incrementar el valor anterior de estas tierras.
Otro, la publicidad engañosa de nuestro INDEC vernáculo.
Entonces, no es ni será fácil un equilibrio entre los secretos gubernamentales y los deberes de la prensa ya que cobra consenso la hipótesis de que ciertas informaciones, provisoriamente, puedan ser restringidas a favor de la seguridad personal, nacional y global (Coreas, Medio Oriente); de la democracia, y concomitantemente desde otra perspectiva, como contrafuegos a cualquier versión de usurocracia que, obvia, notoria y públicamente no es el caso del vilipendio de nuestras economías domesticas y productivas por parte del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) en su ya quinquenal metamorfosis peculiar.
Ante una paridad valorativa de lo que se pierde negando información y de lo que se gana informando adecuada y verazmente no caben dudas de que siempre se debe dirimir por la revelación inteligente y responsable.
Cuando, como en Malvinas o en reediciones de invasiones más o menos solapadas, aviesas y arteras de Afganistán o en Colombia por los dominadores de este mundo tenebroso, la omision no solo puede ocultar inaceptables intereses militares, economicos, clientelares o políticos de la `faccion´ dominante, sino que precisamente ese secreto revierte el poder contra su titular: “el pueblo” y, ahora tambien, la comunidad mundial; omisiones apenas reparadas cuando finalmente se esclarece la verdad, pero ya sin posibilidad ninguna de recuperar perdidas y daños de vidas, bienes y consideracion internacional.
Por todo eso estará bueno que todos tengamos información oportuna-`meridiem´, sin malicias para que ya no nos sorprenda un nuevo estallido ante nuestras propias narices, estallido que esparcirá toda tranquilidad del orden, `las guerras por otros medios´ y las economias dejando quizas, poco y unos pocos, atonitos, ante lo inefable de un desconocido y violento darvinismo postrero.