Cumbre del Mercosur

foto o proyecto común..?


Hace más de medio siglo que se advirtió la necesidad de institucionalizar e integrar necesidades geopolíticas, sociales, económicas y culturales para, progresivamente, estrechar vínculos que nos permitiesen una integración plena, sostenida, cooperativa y complementaria.

Recordemos la ALALC (Asociación Latinoamericana de Libre Comercio), la ALADI (Asociación Latinoamericana de Integración), el Acuerdo de Cartagena o Pacto Andino, la Cuenca del Plata, URUPABOL (Convenio de Coordinación y Cooperación entre Bolivia, Paraguay y Uruguay), el Acuerdo Amazónico, el SELA (Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe) entre otros intentos pero que, en general, no pudieron lograr plena y duraderamente sus objetivos, objetivos admirables en orden al desarrollo de la infraestructura necesaria para mejorar la vinculación física de personas y economías, brindando condiciones para el desarrollo y cohesión de las economías locales y regionales, facilitando el aprovechamiento de oportunidades y la igualdad de trato.

Con el Mercado Común del Sur (Mercosur) se trató de implementar un ambicioso proyecto de integración económica, en el cual se encontraron inicialmente comprometidos Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.


Su principal objetivo, fue aumentar el grado de eficiencia y competitividad de las economías involucradas ampliando las actuales dimensiones de sus mercados y acelerando su desarrollo económico mediante el aprovechamiento eficaz de los recursos disponibles, la preservación del medio ambiente, el mejoramiento de las comunicaciones, la coordinación de las políticas macroeconómicas y la complementación de los diferentes sectores de sus economías todo eso con miras a la conformación de un Mercado Común para una respuesta adecuada a la consolidación de grandes espacios económicos en el mundo y a la necesidad de lograr una adecuada inserción internacional.

El Mercosur fue creado el 26 de marzo de 1991 por el Tratado de Asunción, vigente desde el 29 de noviembre del mismo año que establece desde 1994 (Reunión de Ouro Preto) un arancel externo común y, a partir de 1999 existe una zona libre de aranceles entre sus integrantes con la sola excepción del azúcar y el sector automotriz. Su Unión Aduanera se encuentra aún en proceso de construcción, siendo el mayor productor de alimentos del mundo.

En el 2006, aún pendiente el logro pleno y armonioso de su objetivo fundacional como la inclusión de una `agenda social´, ya hemos escuchados demasiados discursos y actitudes contra fácticos de algunos presidentes sudamericanos, muy alejados del propósito fundacional.

En efecto, como bien sostiene el profesor uruguayo Bernardo Quagliotti de Bellis, algunos de esos dicursos y algunas actitudes no esconden ni disimulan del todo, posibles expectatitvas ideológicas hegemónicas: -el anillo energético, el gasoducto del sur, las rutas bioceánicas, sistemas bancarios, portuarios hasta el ejercito del Mercosur, provocando en algunos casos, por efecto de su trasfondo ideológico una marcada reacción frente a ellos, pues estarían reflejando distintos proyectos de liderazgo que no cuentan con un consenso subcontinental.


Lo cierto es que, el fenómeno de la globalizaron resulta irreversible y, ante las expresiones de concentración económica, tecnológica, financiera y comunicacional-, luce ineludible un franco itinerario cooperativo en la región sudamericana capaz de integrar personas - autónoma, independiente y responsablemente-, hermanando multitudes pero no masas ni amontonamientos espasmódicos.

Con la mundialización asistimos a un renacimiento de la homogeneidad, a un aumento de la concertación y el diálogo internacional por lo cual, la agenda política se debe encauzar de manera grupal, con un banco de ideas y proyectos para alianzas y asociativismos de variados objetivos.

Vivimos tiempos hipermodernos que se caracterizan mayoritariamente por el liberalismo económico, fluidez mediática e hiperconsumo, que coexiste con el nivel de los estados integrados que asocian sus afluentes sociales, políticos, económicos y culturales, así como programas eficaces para las adversidades.

Son tiempos en los que debemos procurar la defensa de los derechos del hombre y el cumplimiento de sus deberes, de un hombre que convive con otros fenómenos como los mercados ampliados más allá de las fronteras y la tecnociencia.

Este hombre ahora, en la búsqueda de certezas, vuelve a marcar límites y exigencias, desea compartir la soberanía, rescatar el poder del Estado con la regulación y el control, “solidarizar la economía”, fiscalizar los mercados e incorporar las organizaciones sociales en la instancia de la responsabilidad pública, tanto para gestionar como para fiscalizar e incentivar acciones y conductas de interés publico.

Será preciso entonces, profundizar y expandir auténticas democracias con mayor y mejor legitimidad, con más federalismo y autonomía municipal, regionalizando el conocimiento, la inclusión, la justicia, el derecho -logrando un digesto común y actualizado de leyes, tratados, normas y resoluciones aplicables a cada situación controversial en la región- y gran seguridad jurídica para ampliar el abanico de atracción a las inversiones.

Tenemos grandes necesidades comunes, afines y en no pocos casos, semejantes, pero no carecemos de enormes oportunidades para una formidable integración sudamericana: 1) fecundos territorios; 2) agua en abundancia; 3) riquísimos recursos energéticos y minerales; 4) un valioso litoral marítimo; 5) climas variados; 6) atractivos turísticos, 7) población reducida para el tamaño de la región, mayoritariamente homogénea cultural e idiomáticamente con buena formación profesional aún en aquellos de menor formación; 8) una singular ductilidad de absorción e incorporación de conocimientos y técnicas, 9) ausencia de discrepancias étnicas, raciales o religiosas; 10) tendencias marcadas de crecimiento y superávit.

Nos falta si, lograr –sin más demoras ni distracciones- simetrías regionales razonables en políticas fiscales, convergentes, cooperativas y complementarias con más políticas sociales y de incentivos para la infraestructura, el crédito, la producción, la agroindustria, el intercambio, las exportaciones, las nuevas tecnologías, la ciencia, la técnica y una investigación permanente que nos provea de una institucionalidad y de un pensamiento propio para alcanzar respuestas adecuadas a las nuevas oportunidades y demandas, con rigor y prontitud.

Con esa perspectiva, resultaría útil replicar un Fondo de Cohesión como posee la Unión Europea, esto es, un instrumento estructural que ayude a los Estados miembros a reducir las disparidades económicas y sociales así como a estabilizar sus economías. El Fondo de Cohesión financia allí hasta el 85% de los gastos subvencionables de proyectos de gran envergadura en el ámbito del medio ambiente y la infraestructura de transporte. Esta medida fortalece la cohesión y la solidaridad en el seno de la UE. Los países subvencionables son los Estados miembros menos prósperos de la Unión, cuyo producto interior bruto (PIB) per cápita es inferior al 90% de la media comunitaria (desde el 1/5/2004 son Grecia, Portugal, España, Chipre, República Checa, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta, Polonia, Eslovaquia y Eslovenia).

Si bien cuando uno se pregunta de un modo absoluto cuál es la mejor integración, se hace una pregunta tan inescrutable como indeterminada o, si se quiere, tiene tantas soluciones posibles como combinaciones hay en las situaciones absolutas y relativas de los pueblos y, por eso mismo, esta Cumbre ampliada es una excelente oportunidad mediterránea que nos convoca a re-pensar el Mercosur en términos de políticas publicas nacionales convergentes y en una región que se propone integrar heterogeneidad nacionales para relanzar el Mercado Común del Sud con mayor capacidad de gestión para procesos de cambio que nos asegure conservarnos, crecer y expandirnos, interna y externamente.

Para concluir saludamos y celebramos las contribuciones cooperativas que se acuerden en esta cumbre ampliada, regionalmente eficaces y abiertas -sin discriminaciones ni resentimientos- al marco de las nuevas políticas públicas regionales en tanto persigan con espíritu reflexivo y critico –mucho más que una foto- conciliar el dinamismo del Mercado con Estados `semáforos´ y moderadores, reafirmando las soberanías y autonomías nacionales, la cohesión, la seguridad y la solidaridad social regional con la revalorización del ambiente y el uso racional como eficiente de nuestros recursos naturales en una construcción proactiva de desarrollo humano con legitimidad y equidad, para todos y en paz.-

Roberto F. Bertossi