Muchos de los problemas que la economía analiza están en buena medida ligados al objetivo que hoy generalmente se acepta, el cual es mantener un nivel de actividad económica elevado y estable en el tiempo, por lo cual la política económica en las últimas décadas ha estado dirigida o focalizada a evitar así la presencia de fenómenos que distorsionen el proceso productivo, lo que garantiza la estabilidad de las personas en sus puestos de trabajo, además de un salario adecuado a la actividad que desempeñan, como también la confiabilidad en la moneda, que si se mantienen, refuerzan y retroalimentan un proceso productivo mucho más sano, eficiente y estable.
El estudio del crecimiento económico mismo y de sus fluctuaciones se ha convertido en los años recientes en un área de la economía cultivada con especial dedicación, “sin embargo esta no es de ninguna manera una nueva área dentro de la ciencia económica. Por ejemplo, para no remontarse más allá de Adam Smith, en La riqueza de las naciones ya encontramos una exposición detallada de la acumulación de capital. La teoría del crecimiento económico es una de las partes más importantes dentro de los Principios de Ricardo que, transformada en un grado considerable, fue también decisiva en el Capital de Marx. El libro lV de los Principios de Mill está dedicado en su totalidad a una exposición del crecimiento económico, incluyendo la famosa investigación del capítulo Vl sobre el “estado estacionario”
A pesar de ello el estudio del crecimiento y de las fluctuaciones del producto no constituyeron siempre un tema central en el desarrollo del pensamiento económico evidencia de ello es que después de mediados del siglo XlX, relativamente poco se había sumado al cuerpo general de doctrina en estos temas, mas exactamente, con el surgimiento del pensamiento económico marginalista, base de las teorías económicas dominantes en la actualidad (neoclásica y keynesiana), se desplazó el centro de investigación a otras cuestiones que si bien importantes habían dejado de lado la comprensión esencial del sistema económico capitalista.
Si bien la corriente dominante del pensamiento económico ignoró la discusión del estudio del sistema económico como tal y se concentró en aspectos parciales del mismo, diversos autores fuera de esa corriente siguieron trabajando sobre las bases que dejaron los autores clásicos.
Tal vez uno de los factores imperantes y decisivos de la poca contribución a los temas del crecimiento económico en este periodo, es que con la Revolución Industrial se había generalizado la idea de un crecimiento económico constante, entendido como progreso ilimitado, tendiente al perfeccionamiento y a la evolución. Pues hasta fines del siglo XiX el proceso de industrialización europea, y más modestamente el despegue de la agricultura en los países industriales, coincidieron con un periodo de extraordinaria expansión del comercio internacional bajo la premisa del liberalismo. A pesar de que el liberalismo no contemplaba teóricamente el tema del crecimiento, la practica de la libertad de mercados fundamentada en la iniciativa privada y en la libre competencia originaron un despegue económico impresionante del capitalismo. A partir de la expansión imperialista producida durante dicho siglo, el “descubrimiento” y reparto de continentes enteros como África y buena parte de Asia fue combustible que alimento la noción de horizontes móviles, de capacidades que nunca se saturaban, de expansión sin fronteras.
Mas sin embargo, la aparición de crisis financieras, la Gran Guerra y la caída continuada de los precios de los productos industriales, en el periodo comprendido entre 1880 y 1920 como consecuencia de una competencia creciente, llevo consigo a una reducción de beneficios. Este hecho, unido al aumento del poderío de las organizaciones de los trabajadores, abonaron las dudas sobre la creencia en el crecimiento económico ilimitado. Al finalizar el conflicto bélico, parecía cumplirse la ley de los rendimientos decrecientes mientras reaparecía el fantasma malthusiano. En esta época adquirieron gran influencia las teorías leninistas y neo-marxistas sobre la crisis final del sistema capitalista mundial. La cual parecía verse confirmada por los conflictos bélicos entre los países imperialistas y las dificultades por las que atravesó Europa durante la guerra. Es también entonces cuando surgió con gran fuerza el pensamiento de Joseph Schumpeter sobre el crecimiento económico, centrado en las características estructurales del proceso.
Ante esta situación la época de la posguerra inicia con una marcada preocupación de los economistas por el futuro y por los intentos de buscar explicaciones más generales a la dinámica económica. El periodo de expansión en la década de los años veinte finalizo con la crisis de los treinta, seguida de una recuperación relativa que desemboco en la Segunda Guerra Mundial. Estos eventos explican, en parte, el hecho de que hasta 1950 dominara la idea de que la economía funcionaba cíclicamente, distinguiéndose entre las crisis que se producían por la guerras y los ciclos de alza y de baja del volumen de crecimiento que se habían venido generando a lo largo de la historia económica que arrancaba con la revolución industrial. En este periodo se hace famosa la teoría keynesiana del intervencionismo estatal para reducir o suavizar las fluctuaciones y hacer posible el mayor crecimiento mediante políticas “anticiclicas”, fundamentadas en la determinación de niveles satisfactorios de demanda agregada, principalmente, a través del gasto publico .
El interés académico por lo que comenzó a llamarse la teoría del crecimiento económico probablemente se vio motivado por la propias limitaciones que había mostrado el pensamiento keynesiano. Comenzó en 1946 con los modelos de Harrod y Domar en Inglaterra y EEUU respectivamente con el afán de “dinamizar a keynes”, preocupados por el estancamiento y por los recuerdos aun frescos de la crisis de los años treinta.
La recuperación de la economía mundial a partir de mediados de la década de 1950 hasta 1970, devolvió la confianza en la posibilidad de conseguir un crecimiento económico sostenido, el aumento constante de las inversiones, de la productividad, del progreso tecnológico, del empleo y del consumo. Con esta nueva confianza los economistas vieron decaer su interés por el ciclo económico, sin embargo la crisis energética de 1973-1974 puso fin a esta noción, abriendo un nuevo periodo de estancamiento del crecimiento con inflación que volvía a cuestionar abiertamente las posibilidades de expansión sin limites.
Así sucedió en diferentes momentos durante los últimos cien años, coincidiendo con épocas de prosperidad en los países industrializados, se llegó a hablar de la extinción del ciclo económico. Así ocurrió en los 1920, en los 1960 y según algunos investigadores incluso en la primera mitad de los 1990. Quienes no llegaban al extremo de proclamar la muerte del ciclo, argumentaban que el desarrollo de las instituciones capitalistas había llegado a tal capacidad de control de la economía, especialmente después de la segunda guerra mundial, que para el futuro sólo podrían esperarse fluctuaciones económicas muy moderadas y un crecimiento económico mucho mas estable y elevado. En cada caso, la evolución posterior de la economía, y el cuestionamiento de los economistas dejaron sin piso aquellas expresiones de optimismo, diferentes enfoques alentaban la discusión, la cual se veía enriquecida por los avances en la capacidad cada vez más analítica de la profesión.
Uno de los periodos más importantes en el desarrollo de la teoría del crecimiento y fluctuación del producto es sin duda la década de los ochenta en donde la literatura en estos temas experimentó una notable reactivación, y no es sino hasta 1982 con la publicación de la obra de Nelson y Plosser , que hace posible que la teoría del crecimiento y el ciclo se fusionasen, dado que hasta entonces, se había formado una visión dicotómica entre el ciclo y la tendencia de las series temporales macroeconómicas, lo que había producido la formación de dos cuerpos teóricos claramente diferenciados.
Los economistas habían interpretado las fluctuaciones económicas en el corto plazo como el resultado de perturbaciones transitorias asociadas con cambios en la política monetaria y fiscal, y se pensaba que los shocks eran propagados por el sistema económico, generando patrones de persistencia y co-movimientos entre las distintas variables macroeconómicas, y las fluctuaciones de largo plazo, por su parte, eran atribuidas al comportamiento experimentado por variables tales como: la acumulación de capital, el crecimiento poblacional y los cambios tecnológicos.
Como resultado de este nuevo esfuerzo teórico y empírico se han aportado datos y teorías de sumo interés sobre los factores explicativos del crecimiento y fluctuación del producto en los ámbitos mundial, nacional y regional, sin embargo es tal la complejidad de los fenómenos asociados al crecimiento y a sus fluctuaciones que desborda los procesos económicos, integrando también procesos políticos y sociales.
La pregunta acerca de qué hace que el producto de una determinada nación, pueblo o región crezca con el pasar de los años y el porque de sus fluctuaciones sigue abierta. Los diferentes enfoques continúan despejando el camino hacia una explicación teórica satisfactoria.