Por Dario Blatman
El primer punto de discusión que plantea Schumpeter, recae en la pregunta acerca de si el capitalismo favorece o no, el rendimiento máximo de la producción. También, el autor menciona que en la actualidad, vivimos en una edad monopolista.
Schumpeter define al capitalismo como un método de transformación económica, y destaca su carácter evolutivo y no estacionario.
El término “destrucción creadora”, lo utiliza para aludir al carácter evolutivo del capitalismo mencionado anteriormente. Es decir, la evolución se manifiesta entre otras cosas, con la apertura de nuevos mercados y el desarrollo de la organización de la producción. Esto genera una “revolución” de la estructura económica destruyendo lo antiguo y creando elementos nuevos. Es un proceso de destrucción por la introducción de innovaciones ya que las empresas que no se adaptan a las nuevas condiciones no van a sobrevivir; y es un proceso creador porque va a difundir sus beneficios a toda la economía. Schumpeter agrega que el proceso de destrucción creadora, es un hecho esencial para el capitalismo. En eso consiste el capitalismo y en eso debe también vivir cada creación capitalista.
Schumpeter destaca la actividad innovadora, aquella que tiende a constituir posiciones de cuasi-monopolio en favor de los empresarios innovadores, y éste también es un importante estímulo a la innovación. Con el transcurrir del desarrollo capitalista, se hacía más evidente que las posiciones de monopolio permanecían, se reforzaban y asumían un papel cada vez más relevante en las economías capitalistas
El autor menciona que la existencia de posiciones monopolistas no excluye de hecho la competencia. La lucha competitiva que resulta relevante es la que se explica mediante la introducción de innovaciones. Es una competencia creada por las nuevas mercancías, por las nuevas técnicas, por las nuevas fuentes de aprovechamiento, por el nuevo sistema organizativo, entre otras cosas. Este tipo de competencia es mucho más eficiente que el otro (que se explica mediante reducciones de precios), debido a que opera no únicamente cuanto tiene lugar de modo efectivo, sino también cuando es una permanente amenaza. En muchos casos a la larga resultará un comportamiento similar al cuadro de la competencia perfecta. A su vez, este tipo de competencia tiende a eliminar los eventuales poderes de monopolio gozados por empresas menos eficientes.
La existencia de posiciones de monopolio cumple algunas funciones positivas. Por una parte, los beneficios obtenidos por las empresas, mediante prácticas monopolísticas, pueden ser condiciones necesarias para incentivar la innovación y la posibilidad de introducir la innovación. Los monopolios no representan un obstáculo al progreso técnico, sino más bien un estímulo. Por otra parte, la rigidez en los precios, obtenida con prácticas monopolistas, puede tener efectos positivos en los períodos de depresión. Una mayor flexibilidad en los precios puede agravar las situaciones depresivas, aumentando la incertidumbre, sin favorecer una reorganización de la actividad productiva sobre bases más apropiadas a las exigencias a largo plazo, por ello no favorece una recuperación del proceso de desarrollo económico.
Schumpeter reconoce que la competencia perfecta es imposible en las condiciones industriales modernas, pero rechaza la afirmación de que por este motivo, la empresa en gran escala tiene que ser aceptada como un mal económico e inseparable del progreso económico. Aunque también reconoce, que la gran empresa ha llegado a ser el motor más potente de este progreso y de la expansión a largo plazo de la producción total. Además, la competencia perfecta no puede ser presentada como modelo de eficiencia ideal. Por ello es que el autor dice, “ Es, por tanto, un error basar la teoría de la regulación estatal de las industrias sobre el principio de que se debería forzar a las grandes empresas a funcionar como funcionaría la industria respectiva en una situación de competencia perfecta”.