Mercantilismo

Mercantilismo

El mercantilismo es una corriente del pensamiento económico surgida en el período de descomposición del feudalismo y de emergencia del capitalismo, en cuyo La cima de su desarrollo puede ubicarse en la primera mitad del siglo XVII, aunque su aparición se remonta a los siglos XV y XVI, en Europa Occidental.



En tal contexto histórico, el mercantilismo expresó los intereses del capital mercantil. El desarrollo del comercio y del crédito fue paulatinamente permitiendo que las ciudades medioevales se fueran especializando y enlazando e incluso se establecieran fuertes alianzas entre ellas, de modo que favorecieron la expansión de las relaciones internacionales del comercio y el crédito y, con ello, la aparición de una potente clase de capitalistas mercantiles y prestamistas. Una vez que el capital industrial y, consecuentemente, la industria, prevalecieron sobre el comercio, el capital comercial fue subordinado por el primero, dando lugar a la rápida desaparición del mercantilismo.

El mercantilismo posee un doble carácter; es una Economía Política que expresa los intereses del capital comercial –según palabras de Marx, el primer estudio teórico del régimen de producción capitalista- y, al propio tiempo, constituye la política económica que mantuvieron los Estados durante el período final del feudalismo y del surgimiento del sistema capitalista.

A diferencia de los señores feudales, quienes identificaban la riqueza con la tenencia de bienes para su uso y disfrute, los mercantilistas identificaban la riqueza con la tenencia de dinero, que vendría a ser algo así como un tesoro eterno, resultado del margen comercial de la venta de manufacturas nacionales en el exterior. Vender más y comprar menos; obtener un balance activo en el comercio exterior, eran las máximas del mercantilismo.



La producción de mercancías en la ciudad en forma de artesanía y la atracción al cambio de las mercancías campesinas en las aldeas eran la base de la actividad comercial, la que contribuyó al desarrollo de las relaciones capitalistas. El mercado era un medio poderoso que aceleraba la desintegración del feudalismo y el crecimiento de la economía mercantil, dejando atrás la economía natural, pues todo el mercado necesitaba dinero.

El mercantilismo atravesó dos etapas, la etapa inicial que se caracteriza por el sistema monetario – el mercantilismo propiamente dicho- y que fue el más difundido en los siglos XV-XVI en Inglaterra, especialmente cuando el país padecía de hambre monetaria. Por esta razón, los mercantilistas identificaban el concepto de la riqueza con la tenencia de dinero; pensaban por ello que se debía atraer al país la mayor cantidad posible de monedas de oro y plata y, en consecuencia, debían cerrarse todos los canales para su fuga. Había que gastar menos y ahorrar más dinero. El comercio exterior vendría a ser una de las principales formas de afluencia del dinero al país.

La etapa posterior del mercantilismo, representada por el sistema manufacturero o comercial, se desarrolló a fines del siglo XVI y mediados del siglos XVII, dando lugar a la teoría del balance comercial. En ésta se mantendría la idea de que la base de la riqueza dependía del comercio exterior, pero ahora no harían énfasis en acumular dinero, sino en aumentar su movimiento, o lo que es lo mismo, ponerlo en circulación para generar más dinero. La base del balance comercial era exportar más mercancías que importar, para mantener éste positivo.



“El comercio interior afirmaban es, naturalmente, útil, pero no hace que aumente en el país la cantidad de dinero: el país no percibe beneficios, el capital comercial no aumenta ya que, como resultado del comercio interior lo que gana uno lo pierde otro. Únicamente el comercio exterior es el que enriquece al estado”.

Karataev, Ryndina, Stepanov y otros, “Historia de las Doctrinas Económicas”, Volumen Segundo, Editorial Grijalbo, S.A, Méjico D.F, 1964. p. 143.

La prioridad otorgada al comercio exterior, determinó que el mercantilismo se identificase con la intervención del Estado en la economía, con el propósito de asegurar el saldo positivo de la balanza monetaria y comercial. De este modo, el poder estatal (real) servía a los intereses de la burguesía en gestación, razón por la que el mercantilismo constituye una política económica del período de transición del feudalismo al capitalismo. Esa política se expresó primero, en asegurar la expansión comercial del país (incluso a través de la dominación colonial), así como la adopción de diversas medidas, tales como la organización de almacenes destinados al comercio exterior, la creación de vigilantes de aduanas y las casas de cambio. Más tarde, la regulación estatal se tradujo en prácticas proteccionistas en beneficio a la industria exportadora, suprimiendo el pago de derechos de aduana a la entrada de materias primas y elevando impuestos a la importación de

manufacturas, entre otras medidas.

El resumen presentado hasta aquí de las ideas del mercantilismo y de la política económica que sustentaba, permite deducir que la defensa del comercio exterior y la conquista del mercado externo, expresaba la creciente expansión de las capacidades productivas de la burguesía en gestación hacia lo interno de los países europeos y su reclamo de que nada se interpusiese a su afán de enriquecerse. La defensa del mercado externo, de hecho respondía al naciente desarrollo del mercado interno, a través del estimulo a la producción nacional con destino a la exportación.

Autor: Eloy Samuel Ramírez Acosta

Mercantilismo

El desarrollo de los modernos nacionalismos a lo largo del siglo XVI desvió la atención de los pensadores de la época hacia cómo incrementar la riqueza y el poder de los estados nacionales. La política económica que imperaba en aquella época, el mercantilismo, fomentaba el autoabastecimiento de las naciones. Esta doctrina económica imperó en Inglaterra y en el resto de Europa occidental desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII.


Los mercantilistas consideraban que la riqueza de una nación dependía de la cantidad de oro y plata que tuviese. Aparte de las minas de oro y plata descubiertas por España en el continente americano, una nación sólo podía aumentar sus reservas de estos metales preciosos vendiendo más productos a otros países de los que compraba. El conseguir una balanza de pagos con saldo positivo implicaba que los demás países tenían que pagar la diferencia con oro y plata.

Los mercantilistas daban por sentado que su país estaría siempre en guerra con otros, o preparándose para la próxima contienda. Si tenían oro y plata, los dirigentes podrían pagar a mercenarios para combatir, como hizo el rey Jorge III de Inglaterra durante la guerra de la Independencia estadounidense. En caso de necesidad, el monarca también podría comprar armas, uniformes y comida para los soldados. Jean. B. Colbert (1619-1683), ministro de Luis XIV, institucionalizó la exportación de productos franceses para crear oro y a cuyos efectos desarrolló de forma muy importante la industria gala.

Esta preocupación mercantilista por acumular metales preciosos también afectaba a la política interna. Era imprescindible que los salarios fueran bajos y que la población creciese. Una población numerosa y mal pagada produciría muchos bienes a un precio lo suficiente bajo como para poder venderlos en el exterior. Se obligaba a la gente a trabajar jornadas largas, y se consideraba un despilfarro el consumo de té, ginebra, tejidos de seda, entre otros. De esta filosofía también se deducía que era positivo para la economía de un país el trabajo infantil. Un autor mercantilista tenía un plan para los niños de los pobres: "cuando estos niños tienen cuatro años, hay que llevarlos al asilo para pobres de la región, donde se les enseñará a leer durante dos horas al día, y se les tendrá trabajando el resto del día en las tareas que mejor se ajusten a su edad, fuerza y capacidad".



Mercantilistas

Las ideas mercantilistas se desarrollaron durante los siglos XV y XVI y alcanzaron su apogeo en el siglo XVII. Los mercantilistas no estaban interesados principalmente en obtener una reflexión sistemática sobre el funcionamiento económico, su eje era encontrar la política económica capaz de permitirle al Estado ser más rico y más poderoso. Sus ideas expresaban sobre todo los intereses y las ambiciones de los mercaderes, que formaban parte de una nueva clase social en ascenso: la burguesía. La preocupación de los mercantilistas giraba alrededor de la acumulación de metales preciosos, fundamentalmente oro.


Los Estados obtenían este oro mediante tres vías:

• extrayéndolo de las colonias, como era el caso de España con respecto a América,

• por medio del comercio exterior, o sea vendiendo productos locales en el extranjero -exportaciones- y prohibiendo o restringiendo la compra de producción extranjera -importaciones-

• gracias a la guerra y la piratería.

Los mercantilistas fueron los que dieron origen al proteccionismo económico y a la intervención del Estado en la economía. Si bien ellos reconocían el rol creciente del mercado en la actividad económica, no creían que era un libre juego en el que todos se beneficiaban. Por el contrario, lo consideraban, al igual que la guerra, un juego de suma cero, en el que si uno gana es porque el otro está perdiendo. De ahí que aconsejaran a los monarcas absolutos poner todo el peso del Estado en defender su producción y su comercio contra la producción y el comercio de los otros países.


El mercantilismo puede ser entendido como la política y la práctica económica de los Estados Nacionales durante el período de transición del feudalismo al capitalismo. Sus orígenes están ligados a la centralización del poder, que alcanza su plenitud con el Estado absolutista. El rasgo principal que caracterizó a esta política económica fue la intervención estatal en los asuntos económicos, con el propósito de dinamizar la producción nacional y en provecho del fortalecimiento del Estado.

Los mercantilistas pensaban que la riqueza provenía del intercambio, mediante el cual algunas naciones eran favorecidas y otras no. No habían comprendido aún, como más tarde lo hicieron los pensadores clásicos, que la fuente de la riqueza era el trabajo.



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