por Guillermo Rodríguez G.
fuente: Tercer Polo
"Tanto los gavilanes como la gente gustan de comer pollos, pero mientras más gavilanes significan menos pollos, más gente significa más pollos"
(Paul Romer).
En 1798 Thomas Malthus publicó su ensayo de principios de la población en el que afirmó que mientras la producción de alimentos crecía en proporción aritmética la población lo hacia en proporción geométrica. Malthus dio por ciertas dos premisas hoy comprobadamente falsas:
De un lado, consideró que el crecimiento de la población se mantendría inalterado por la intensidad del deseo sexual, lo que parecía bastante coherente en su tiempo, pues todos los datos históricos disponibles indicaban que la población únicamente se reducía por epidemias y hambrunas.
Del otro lado, presentó una de las primeras explicaciones de la Ley de los rendimientos decrecientes. Entendía Malthus que aunque toda la tierra cultivable llegase a usarse, y que cabía aún incrementar la producción mejorando las técnicas de producción, el problema del rendimiento decreciente es que cuando se aumenta él numero de trabajadores en un campo de cultivo, de uno a dos, posiblemente se duplique la producción, pero un tercer trabajador producirá un incremento menor, y cada nuevo trabajador producirá incrementos cada vez más pequeños de producción, hasta que el exceso de trabajadores en el campo pisotee la cosecha en lugar de producir más.
Con lo que el Presidente de la República y caudillo indiscutible de la mayoría de los socialistas venezolanos denominó socialismo del Siglo XXI incluído, prácticamente todas las ideologías adoptan banderas ecologistas se basan en variaciones teóricas sobre la tesis de Malthus. Esto tiene enorme importancia en los primeros años del siglo XXI, ya que las teorías marxistas ortodoxas de siglos pasados, basados en el razonamiento circular de la plusvalía, y en un valor trabajo superado por la teoría del valor marginal, han sido progresivamente abandonadas por un neo-comunismo que adopta la teoría maltusiana, para sostener la necesidad de limitar el crecimiento económico por razones ecológicas.
Si bien la imposibilidad práctica de la planificación estatal de la economía fue demostrada desde las primeras décadas del siglo pasado por el economista Ludwid Von Mises y evidenciada por los colapsos económicos, políticos, ecológicos y poblacionales en la URSS o Camboya, aún existe una “intelligentsia” favorable a tales ideas en gran parte del mundo. De mediados del siglo pasado los académicos han venido construyendo diligentemente un nuevo conjunto de teorías anti-capitalistas que han alentado el crecimiento de un ecologismo político que incluiría desde partidos como el verde alemán, pasando por ricas organizaciones transnacionales como Grennpeace, hasta pequeños grupos terroristas defensores de los derechos animales. El aliento teórico de todos se basa en el criterio académico de extender las tesis maltusianas de los alimentos a una amplísima gama de recursos, para predecir todo tipo de catástrofes inminentes que nunca ocurren.
En la universidad de Stanford, el biólogo Paúl Ehrlich, Lester Brown y el equipo que desarrolló el famoso informe Limites del Crecimiento, para un grupo de poderosos burócratas, políticos y directivos de corporaciones unidos en el Club de Roma, todas las catástrofes posibles han sido anunciadas para el futuro cercano por los teóricos del ecologismo maltusiano. Sería gracioso ver como las predicciones de catástrofes se van corriendo en el tiempo, de la misma forma que las superficiales opiniones favorables de algunos famosos economistas, sobre la planificación central desaparecen de las nuevas ediciones de sus viejos tratados sin explicación alguna para el lector-, pero no lo es porque las soluciones propuestas por tales aspirantes a aristócratas mandarinescos son la causa de que las tragedias ocurran, pero únicamente a las poblaciones sometidas a sus recomendaciones por gobiernos totalitarios.
Paúl Ehrlich, quien aún afirma que la mayoría de la gente no reconoce que, al menos él los países ricos, el crecimiento económico es la enfermedad no la cura afirmó desde 1968 que sería imposible que la India alimentara a 200 millones adicionales de personas para 1971. En la edición de 1980 de su libro, la bomba poblacional, omitió todos los comentarios sobre el asunto, posiblemente porque los hindúes estaban exportado excedentes de granos a la URSS en 1980. Tales académicos mostraron a finales del siglo pasado su falta de ética con ese tipo de ediciones revisadas de sus libros. Su objetivo nunca fue la búsqueda de intelectual de la verdad; fue siempre la construcción de soportes teóricos para el ecologismo político.
Si el malthusianismo fuese conceptualmente cierto, el crecimiento de la producción conduciría fatalmente a catástrofes ecológicas que reducirían la producción y finalmente llegaríamos realmente a las hambrunas globales pronosticadas como inminentes desde hace ya más de dos siglos. Para evitar tales catástrofes, los ecologistas proponen un empobrecimiento intencional, más o menos severo, en el frente económico y severas medidas de planificación familiar en el frente poblacional. Pero la población humana se triplicó el pasado siglo mientras la producción de alimentos creció a un ritmo aún mayor. De hecho en la segunda mitad del mismo siglo la población se duplicaba el suelo dedicado a la producción de alimentos no se ha incrementado. Exactamente lo contrario de lo predicho por Malthus.
Para el neo-malthusianismo, la mejor organización de la sociedad no sería aquella capaz de producir un bienestar creciente para una población creciente, sino aquel capaz de detener ordenadamente el crecimiento de producción y población y distribuir la producción decreciente de la forma más equitativa posible. Como los socialistas de todos los tiempos ya han demostrado su incuestionable capacidad de producir y distribuir pobreza mediante planificación central de la economía, con el neo-comunismo simplemente ponen los objetivos en concordancia con las capacidades.
Esto es un producto obvio de la experiencia de casi un siglo del socialismo contenponráneo en el poder. Era escandalosamente evidente el fracaso del socialismo mientras el objetivo de la planificación estatal de la economía fue una producción mayor que la obtenida bajo un sistema de mercado relativamente libre, las únicas industrias que crecían en la realidad y no únicamente en el papel de cada plan, era las relacionadas con en control militar y policial de la población y el territorio. Pero jamás se aproximó socialismo alguno a la producción capitalista en cantidad, calidad o variedad para nada diferente del armamento.
Ahora que adoptaron el Malthusianismo no les sería necesario falsear estadísticas de crecimiento, la reducción de la producción como objetivo es incuestionablemente alcanzable con la organización colectivista de la sociedad bajo el control del Estado. La democracia política que en ultima instancia se puede transformar en la tiranía de la mayoría no es garantía contra tal amenaza. Necesitamos empezar por desenmascarar las falsas bases de ese curioso socialismo del siglo XXI “por inventar” que ya estaba inventado y construir una fuerza de opinión política alternativa popular al mismo musiú con diferente cachimbo. Y eso es solo el principio.