Cuando en los países de América Latina sus economías entraban en crisis el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) movilizaban sus recursos para dictar la política económica que debían implementar, como condición para tener acceso a los recursos financieros e inyectar liquidez a sus mercados. En esos casos, como parte de los programas de ajuste del FMI y BM, invariablemente se exigía la puesta en práctica de un conjunto de medidas que garantizaran los pagos de la deuda y, en consecuencia, la reducción del endeudamiento externo; se implementaron medidas para hacer crecer el ahorro, reduciendo el gasto público al límite de lo imposible dentro de un programa de ajuste que olvidaba la educación, la salud y todos aquellos programas sociales que juzgaban innecesarios.
Ahora al BM y el FMI han desaparecido del escenario, pero no los bancos centrales de los países desarrollados, los que hasta hace poco controlaban el sistema financiero internacional y ahora están tratando de hacer frente a la crisis inundando de liquidez los mercados, con el fin de dar seguridad a los inversionistas y ahorradores. Pero las viejas recetas están siendo insuficientes, frente a un mundo globalizado cuyo sistema financiero y relaciones económicas entre los países han cambiado, donde pese a la interdependencia de las economías locales, hoy algunas de ellas están mostrando su capacidad para escapar (desacoplarse) de los efectos perniciosos de esta nueva crisis financiera que enfrenta la economía de mercado y que, seguramente, terminará por transformar el sistema capitalista mundial que hoy conocemos, estableciendo un nuevo orden económico y político internacional.
La economía china se sigue expandiendo y sus empresas continúan comprando bancos en dificultades e invirtiendo en acciones en otros, de tal forma que al concluir el primer semestre del años entre los 6 principales bancos del mundo, los dos primeros eran ya chinos y detrás del HSBC había un tercer banco de capital chino.
Así las cosas, los bancos estadounidenses como europeos no han dejado de inyectar liquidez durante estos meses al mercado, no obstante, esta dinámica los ha llevado al límite de la insolvencia, poniendo en riesgo de supervivencia a bancos europeos como Northen Rock y Dexia, así como los bancos neoyorkinos, algunos de los cuales han comenzado a desaparecer para dar paso a nuevas instituciones financieras, mucho más grandes, y reduciendo el número de competidores en los mercados, centralizando más y más el capital financiero en pocas manos bajo el actual proceso de concentración del capital, haciendo imprescindible la intervención del Estado para regular la economía y los mercados, una vez que estos están conduciendo a la conformación de monopolios y oligopolios, haciendo de eesto que se fortalezca la posición dominante de una u otra empresa en los mercados.
En medio de la explosión actual de la crisis financiera en los Estados Unidos de América (EUA), otrora primer potencia mundial en decadencia y en plena metamorfosis, los bancos centrales autónomos han mostrado su incapacidad para garantizar el equilibrio de sus economías, particularmente en este momento la Reserva Federal (FED) de los EUA, haciendo inaplazable la intervención del Estado en la economía, nacionalizando y rescatando con recursos públicos, provenientes de los impuestos de los ciudadanos, lo que queda del maltrecho sistema financiero estadounidense, bajo el sombro de miles de estadounidenses que han perdido sus casas con la crisis inmobiliaria, su empleo, y su gobierno jamás rescató.
De poco vale en este momento defender los principios liberales de no intervención del Estado en la economía, aquellos de la mano invisible que restablece automáticamente los equilibrios en los mercados, "dejar pasar dejar hacer", cuando se ha vuelto una urgencia que el Estado intervenga, y es evidente que entre más se postergue su intervención más difícil será apagar el fuego en los mercados.
Es evidente, que el Estado no puede mantenerse a la margen del desenvolvimiento de la economía y de los mercados, sino que se hace imprescindible que se convierta en un Estado más eficaz, capaz de regular el funcionamiento de los mercados y garantizando la transparencia en ellos, para evitar la concentración del capital en pocas manos y garantizar la redistribución de la riqueza, para garantizar el equilibrio de la economía y el derroche de los recursos.
Lo que estamos viendo en los EUA, nos indica que al igual que la experiencia que vivió México en 1995, durante su última crisis financiera y la puesta en marcha del rescate bancario (FBAPROA) y carretero, es indispensable llevar al seno de los parlamentos la discusión sobre las grandes decisiones que tienen que ver con el funcionamiento de los mercados, sus imperfecciones dentro de su funcionamiento actual, para retomar los mecánismos de la planificación de la economía, como instrumento de dirección de la misma por el Estado, hacer de los mercados instrumentos eficientes de asignación de los recursos, pero bajo nuevas reglas.
Artículo del Jueves 02 de Octubre; Publicado en NÚMEROS CLAROS