Crisis

Economía de Portugal

LECCIONES DE MACROECONOMÍA Y ESTABILIDAD DESDE PORTUGAL





Giovanni E. Reyes



El día fue noviembre 26 de 2015, este día se constituyó en un punto de inflexión, de cambio de tendencia en el desempeño económico de Portugal. Hasta ese entonces el déficit fiscal del gobierno era de 5.3 por ciento del producto interno bruto (PIB) y el desempleo abierto trepaba consistentemente desde hacía meses, llegando para ese entonces a 14.2 por ciento.

Todas estas consideraciones se hacen aquí con base en cifras recientes dadas a conocer por la revista The Economist, desde Londres. A partir de esto, no se puede puntualizar que la publicación y las cifras sean tendenciosas, toda vez que esa fuente ha sido más bien ortodoxa en el trato y recomendaciones sobre la política económica.

Esto es, un conjunto de medidas muy cercanas a las disposiciones que son parte del denominado Consenso de Washington, según el cual se debe eliminar casi completamente el conjunto de regulaciones estatales, fortalecer las privatizaciones, a la vez que se dejan sin intervención los mercados cambiarios de los diferentes países.

Pues bien, el caso es que ese 26 noviembre de 2015 llegó al poder el dirigente socialista Antonio Costa (Lisboa1961 -). Al principio hubo nerviosismo pensándose que los mercados no reaccionarían tan favorablemente. Pero Costa al parecer, entiende que lo social no riñe con la eficiencia productiva de un país y que se hace imperativo un conjunto de innovaciones y de emprendimiento en las empresas, a fin de fortalecer la capacidad del tejido productivo.

Costa se embarcó en un plan heterodoxo, contrario a los ajustes de contracción de la economía, sino uno más bien de estímulo, esto es, de políticas monetarias y fiscales expansionistas. Algo que se asemeja mucho a lo que el mismo Reagan hizo en Estados Unidos a principios de los ochenta con paquetes de estímulo que aumentaron la deuda pública, pero que lograron hacer avanzar la economía.

Algo que ya se había hecho con éxito en la década de los treinta tanto en Estados Unidos como luego, en la Europa de la post-guerra. En el caso de Costa, el mandatario aprovechó los recursos de rescate que le proporcionó la Unión Europea.

Los resultados los tenemos ahora, las recetas de Portugal han sido prudentes y con base en ello el desempleo abierto ha llegado a ser de 7 por ciento, mientras el déficit público es de 2.1 por ciento, prácticamente la mitad de déficit con el cual empezó su gobierno el actual primer ministro portugués.

Las prácticas portuguesas lo alejan de situaciones que mantienen a países caminando en la cornisa como es el caso incluso hoy en día, de Grecia y hasta cierto punto España. Portugal ha demostrado que una adaptación creativa de medidas económicas puede ser muy útil, como también se puso de manifiesto en el caso de Islandia.

Autor:

Giovanni E. Reyes

Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard

Profesor, Universidad Colegio Mayor Nuestra Señora del Rosario

El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna.

PERU : Blindaje y situacion frente a la crisis financiera internacional

La crisis de octubre de 2008 había destruido alrededor de 25 billones de dólares EE.UU. de riqueza en los mercados bursátiles, y ello debido en gran parte a que nadie esperaba lo que de hecho ocurrió luego de siete años de fuerte crecimiento en los EE.UU. Muchos expertos esperaban que la desaceleración mundial se iniciaría en los mercados emergentes, sin embargo, ocurrió que la primera destrucción de riqueza financiera, así como el choque psicológico de ver de rodillas a muchas firmas top sucedió en Wall Street y ello fue el inicio del presagio del fantasma de la gran depresión. Luego de transcurrido los acontecimientos, si bien no estamos en la gran depresión, es cierto que el mundo ha quedado absorto de ver como la crisis económica financiera de los EE.UU, la Unión Europea, Japón y otras economías desarrolladas los han llevado a la recesión a fines de 2008


Siendo este el panorama, puede ser el momento que los países emergentes – como Perú-, empecemos a clavar persianas en las ventanas y esperar que pase el huracán que amenaza barrer todo el mundo en desarrollo. El artículo sugiere un pronóstico más optimista de la situación actual. Es poco probable que la actual crisis tenga la misma magnitud que la gran depresión de 1929. De hecho, los EE.UU. y los países de la UE han introducido políticas anticíclicas que, buscan impulsar la inversión y el crecimiento. En línea con este pronóstico más optimista, muchos países en desarrollo, como Perú, vienen adoptando las políticas apropiadas que podrán reducir el impacto de la crisis. Sin embargo, una necesidad de corto plazo en el monitoreo de la crisis es la necesidad de promover y cautelar el desarrollo financiero pues esta crisis ha puesto de manifiesto la importancia del riesgo de crédito y de la observancia de la gestión de sus instituciones para tutelar su crecimiento. En Perú, como en muchos otros países, la creciente clase media comienza a exigir productos financieros más sofisticados, como tarjetas de crédito, la banca por Internet y las hipotecas flexibles, sólo para nombrar unos pocos, lo que conlleva a una expansión del crédito y el crecimiento. El artículo reseña con cifras los buenos indicadores de liquidez, salud fiscal y crecimiento real que muestra Perú en los últimos años.

La Crisis Financiera Internacional

Las causas de la crisis ya han sido ampliamente analizadas y discutidas en muchos foros, webs y revistas, y sin duda, aparecerán más libros en los próximos años que explicaran el por qué la crisis fue inevitable y por qué pudo haber sido prevista, por lo que a continuación se detallan hechos objetivos del problema que se trata.


Tras la explosión de la burbuja “puntocom” en el 2000 y de los ataques terroristas del 2001, los EE.UU. y otras economías avanzadas se embarcaron en un período de sostenida expansión en sus políticas económicas para evitar la recesión. La Reserva Federal, por ejemplo, redujo su tasa de descuento no menos de 27 veces entre 2001 y 2003. Los bajos tipos de interés, facilitado por el enorme superávit comercial que China y otros países proveían mediante la compra de Bonos del Tesoro de los EE.UU, estimularon el rápido crecimiento del crédito. Ello fue acompañado de aumentos en los precios de la viviendas, impulsados sobre todo por el crecimiento del crédito, especialmente a través de préstamos hipotecarios.

En EE.UU., el mercado del crédito hipotecario subprime, dirigido a los hogares sin los medios esenciales para reembolsar los préstamos, tomó enormes proporciones, aproximadamente 1,3 billones de dólares de los EE.UU. La mayor parte de estos fondos fueron prestados en hipotecas subprime por los prestamistas hipotecarios conocidos como Fanny Mae y Freddie Mac, estos préstamos subprime, luego eran vendidos, en los mercados secundarios en todo el sistema financiero por los banqueros de inversión quienes fueron capaces de emitir y titulizar estos préstamos incobrables debido a una combinación de falta de regulación e imaginativa ingeniería financiera.

En este contexto era difícil evaluar los riesgos de estos créditos hipotecarios titulizados lo que permitió aumentar aun más la emisión de hipotecas subprime. Así, a pesar de su riesgo subyacente, estos vehiculos de inversion fueron comprados por instituciones financieras por dos razones muy particulares: el crecimiento de la economía mundial y el pago de comisiones/incentivos. Y es que durante la fase expansiva de la economía mundial las herramientas de gestión de riesgos standard generalmente resultan insuficientes. Asi, las agencias de calificación, en particular, otorgaron altas puntuaciones ya que suponian condiciones de crecimiento favorables: el 45 por ciento de todos los nuevos valores evaluados por Standard and Poor's en 2007 fueron calificados AAA.

En cuanto a pago de incentivos se refiere, los pagos excesivos de los CEOs de muchas empresas financieras, constituyeron una grave violación a las políticas de buen gobierno corporativo. Wall Street ha tenido en esta decada el más alto rango de remuneraciones corporativas, sus ejecutivos ganaron sueldos de ocho cifras y su sistema de bonificación, que premia en el corto plazo los beneficios comerciales, fue un incentivo para engrosar las comisiones de los ejecutivos de Wall Street que más se preocuparon en colocar valores exóticos en los mercados publicos de todo el mundo, despreciando el riesgo.


El verano de 2007 el aumento de impagos de hipotecas y el creciente número de hipotecas en los EE.UU. señaló que el mercado subprime entraba en crisis. Los precios de la vivienda y los precios de las acciones comenzaron a caer en picada. Ello redujo el valor de la riqueza de las familias en los EE.UU. por billones. La solvencia de Fanny Mae y Freddie Mac, así como de un número conocido de las instituciones financieras internacionales se vió amenazada por estos incumplimientos y el derrumbe de los precios de casas y de las acciones. El 7 de septiembre de 2008, el Gobierno de EE.UU nacionalizó Fanny Mae y Freddie Mac. Luego, el 15 de septiembre de 2008, la empresa Lehman Brothers, con 639 mil millones US$ en activos, se declaró en quiebra, la más grande en la historia de EE.UU. Esto produjo el pánico financiero generalizado, con ventas a gran escala de acciones en las bolsas. La banca de inversión de Estados Unidos fue aniquilada. La FED ordenó la repentina reducción de la disponibilidad de crédito, en particular en el mercado interbancario, lo que precipitó el colapso de muchas empresas, es lo que se conoce como el dilema de la "Reina de Espadas” esto es, el hecho de que los valores que contienen malas hipotecas subprime se distribuyeron en todo el sistema financiero e instituciones pero no se sabía dónde estaban. Esto creó un riesgo de contraparte, que llevo a la situación en la cual la agitación del mercado interbancario ya no era un problema de liquidez que podría mitigarse simplemente con herramientas de liquidez del banco central, sino que se convirtió en un problema de riesgo inherente.

Cuando los EE.UU. la Cámara de Representantes el 29 de septiembre de 2008 rechazó una primera propuesta de rescate financiero por 700 mil millones de US$ dólares (aunque días más tarde la aceptaría), Wall Street experimentó su mayor caída en su historia (El Dow Jones cayó 800 puntos en una sesión volátil) Luego, los bancos en Europa, pronto fueron afectados debido a su exposición financiera a Estados Unidos. El 8 de octubre el gobierno del Reino Unido dispone recapitalizar ocho bancos del país, seguido por un acuerdo entre los países de la zona euro el 15 de octubre de inyectar más capital a bancos en dificultades y ofrecer garantías para los préstamos interbancarios, el costo para el contribuyente europeo es de más de 1,3 trillones de US$.

Sin duda hay muchos más interesantes e importantes aspectos para estudiar de la crisis, sin embargo, es menester señalar que la anatomía de la crisis es más bien sencilla: el crédito fácil, préstamos incobrables, la debilidad de la regulación y supervisión de los instrumentos financieros sofisticados, la deuda morosa, insolvencia de las principales instituciones financieras, una pérdida de credibilidad y confianza, y el pánico financiero y la venta masiva de activos y valores en pos de una acumulación desesperada de efectivo por los bancos y los particulares. La interconexión moderna de los mercados financieros, especialmente entre países desarrollados, ocasionó que el pánico se extendiera rápidamente, causando un enfriamiento generalizado del crédito y fuertes descensos en el consumo, la inversión y el comercio en todos los países del G7.

El cuadro Nº 1 intenta compendiar una lista resumida de respuestas a la crisis actual, que los gobiernos pueden adoptar (y han adoptado) como “recetas” Estas incluyen (i) medidas para detener la crisis y restaurar la confianza de las personas en sus bancos y en el sistema financiero, y (ii) medidas para reducir la caída del sector real de la economía. No existe “La Teoría de las crisis financieras” que sea comúnmente aceptada y proporcione la política correcta que cada país debería adoptar a raíz de la crisis. Sin embargo, de las experiencias aprendidas en crisis financieras pasadas, las probables respuestas necesarias en los países en desarrollo tendrían que incluir una receta inmediata, una receta a corto plazo (estabilización) y largo plazo (estructural) como se explica en el Cuadro N° 1.

CUADRO Nº 1: RESUMEN DE RESPUESTAS A LA CRISIS FINANCIERA

HORIZONTE

OBJETIVO

OPCIONES DE POLITICA

INMEDIATO

CONTENCION DEL PANICO FINANCIERO

Mejorar garantías de los depósitos bancarios.

Mejorar garantías de los préstamos interbancarios

Asegurar la liquidez en el sistema bancario

Reforzar la supervisión e intervención.

CORTO PLAZO

EXPANSION MONETARIA

EXPANSION FISCAL

EXPANSION COMERCIAL

Fusiones y Adquisiciones en el sector bancario

Capitalizar Bancos, Financieras, Cajas.

Reducir los costos de las deudas

Aumentar las metas de inflación

Aumentar los gastos sociales, incluyendo programas de empleo.

Mantener la tasa de cambio a un nivel de competitividad comercial.

Reducir barreras proteccionistas

LARGO PLAZO

DESARROLLO INTERNO DEL MERCADO FINANCIERO

DESARROLLO DEL MERCADO FINANCIERO GLOBAL

Aumentar la movilidad de las fuentes de financiamiento internos.

Promover el acceso a fuentes de financiamiento.

Aumentar la eficiencia del sector bancario domestico.

Disminuir la represión financiera

Establecer el férreo respeto al derecho de propiedad

Revisar la apertura y concentración existente en el mercado financiero

Promover un sistema financiero con mayor inclusión

Reforzar la regulación y la supervisión

Promover en la banca domestica la eficiencia y administración de los sistemas financieros globales

Estudiar la revisión del acuerdo de Bretton Woods

Perú: Blindaje Doméstico

La economía peruana puede compararse a una locomotora que se mueve por dos fuerzas: (i) un círculo de influencia interno y (ii) la turbulencia internacional. Hasta el momento en términos de crecimiento las dos fuerzas caminan juntas, sin embargo, Perú por ser una economía pequeña y abierta, está sobreexpuesta a los vaivenes de los mercados internacionales. Los expertos consideran que si los eventos internacionales comienzan a afectar a la otra fuerza – el frente interno -, la locomotora puede detenerse. Los síntomas ya se están sintiendo: inestabilidad y volatilidad de los precios claves como tipo de cambio, tasas de interés, commodities de exportación (minerales), precios de importación (commodities agrícolas, combustibles, insumos) así como desorden en general en los mercados de capitales y cambiario. La pregunta es ¿se detendrá la locomotora de la economía peruana?

La economía peruana viene de un ciclo de auge. En los años del 2002 al 2004 su crecimiento fue bajo pero con estabilidad de precios. El periodo del 2005 al 2007 fue un periodo de crecimiento alto con estabilidad de precios. El año 2008 el país llego a un máximo de crecimiento pero con alta volatilidad de precios e inflación. Se creía que el escenario podía continuar en el año 2009, pero la crisis de fines del 2008 agregó otro elemento: la recesion mundial.

Pese a ello, El Banco Central de Perú ha pronosticado que la economía se expandirá cerca del 5,0% en el 2009, la agencia Fitch Ratings estima un crecimiento del 4,0%. El año pasado, la economía creció un 9,8%. Existen razones para confiar en la buena performance de la economía peruana, las cuales resumo a continuación:

Liquidez

El periodo de auge de la economía permitió una acumulación de reservas internacionales. Las Reservas Internacionales Netas (RIN) sirven al país a enfrentar choques financieros externos e internos de corto plazo de tal forma que protege el flujo de crédito bancario. Entre el periodo comprendido desde agosto 2006 a febrero 2009 las RIN aumentaron US$ 15 478 millones, llegando al nivel de US$ 30 098 millones y equivalen a 3.1 veces la deuda de corto plazo del país, es decir, no existe un riesgo de liquidez en el sistema en el plazo inmediato. Los agentes perciben ello y se transmite confianza en el mercado domestico. Los cuadros 2 y 3 nos muestran el tamaño de las RIN respecto al PBI y a la deuda de corto plazo contrastando la situación de Perú vis a vis otros países de la región.

Crecimiento del Mercado Interno

En los últimos tiempos el crecimiento de la demanda interna en la economía peruana viene siendo notable y ella está conformada por sectores no primarios que no depende de economías extranjeras, sobre todo EEUU. El Cuadro Nº 4 muestra que el crecimiento proyectado del PBI en el 2009 se sustenta en un crecimiento de la Demanda Interna del 5.4%, apoyado por el mayor dinamismo del sector construcción que debe crecer un 9.9%. Los sectores de Manufactura no Primaria y Comercio también colaboran con 4.6% y 4.7%, respectivamente (Cuadro Nº 5). Es de señalar que hay evidencia estadística de una medida de la disociación de las tasas de crecimiento en los últimos años no sólo de Perú sino de los países emergentes, así, en el caso de África y los países en desarrollo, las tasas de crecimiento económico se han disociado de los de los países más ricos desde principios del decenio de 1990. La proporción de las exportaciones de África y América Latina dirigidas a los Estados Unidos y la UE han disminuido significativamente, mientras que su comercio con Asia ha aumentado fuertemente en los últimos años.

Cuadro 4: Crecimiento Real del Perú

Fuente: Banco Central de Reserva del Perú

* / Proyecciones BCRP

Cuadro 5: Crecimiento Sectorial del Perú

Fuente: Banco Central de Reserva del Perú

/ Proyecciones BCRP

Bajos Niveles de Deuda Pública

Perú ha logrado reducir sus niveles de Deuda Pública gracias a los superávits fiscales y al buen manejo de refinanciación de deuda consistente en la colocación, en mercados mundiales, de bonos soberanos lo que mejoró su composición en plazo, monedas y tasa de interés. En el cuadro Nº 6 se observa que la deuda Pública en los años 1999 – 2003 bordeaba el 50% del PBI. El 2008 se redujo al 24.1% del PBI. Es de señalar que en marzo de 2009 último se efectuó una emisión de bonos por un mil millones de dólares la cual cubriría las necesidades del tesoro público para los años 2009, 2010 y 2011 inclusive. Una señal que los mercados financieros perciben favorablemente la salud macroeconómica de Perú se reflejó en el hecho que esta operación registró una demanda superior a cinco veces la oferta de los títulos peruanos.

Cuadro 6: Peso de la Deuda Pública de Perú

Fuente: Banco Central de Reserva del Perú

Conclusiones

Existen al menos seis razones relevantes para intentar un pronóstico optimista.

(i) El epicentro de la crisis se ubica en los países desarrollados, no en los países emergentes como ocurrió en la mayoría de las crisis anteriores,

(ii) El sector financiero de Perú no ha sido directamente afectado;

(iii) En los últimos años se observa un grado de disociación de la tasa de crecimiento de Perú y EE.UU.

(iv) El crecimiento de Perú puede definirse como resistente a la crisis producto de un desarrollo diversificado, de la mejora de las políticas fiscales y lo aprendido de la experiencia de la crisis asiática de 1998,

(v) Los mercados emergentes más grandes, China y la India seguirán creciendo, aunque un poco más lento, y

(vi) El grado de expansión fiscal que lleven a cabo los países emergentes puede amortiguar el alcance de la crisis.

En el caso peruano las estadísticas muestran que las medidas recomendadas en el Cuadro Nº 1 como respuestas a la crisis, son posibles de alcanzar en el corto plazo por contar con los recursos disponibles. La crisis financiera se ha producido en un momento en que Perú ha venido disfrutando de años de buen crecimiento, y esto junto con la mejora de la gestión macroeconómica (producto de lo aprendido de las anteriores crisis financieras) se ha traducido en una economía más consistente. Este análisis sugiere un pronóstico más optimista respecto de la situación actual que enfrenta el país.

La Crisis de 1929

El 24 de octubre de 1929 (jueves negro) se produjo una quiebra del mercado de valores de Nueva York, que provocó un prolongado período de deflación. La crisis se trasladó rápidamente al conjunto de la economía estadounidense, europea y de otras áreas del mundo. Una de sus consecuencias más inmediatas fue el colapso del sistema de pagos internacionales.


1. Introducción

La debacle económica de 1929 ha concitado la atención de historiadores y economistas como no lo ha hecho ningún otro momento de la historia económica del capitalismo. El debate en torno a los orígenes de la crisis se prolonga, de hecho, hasta los años ochenta, reactivado por la necesidad de dar una explicación fundada a la crisis de las últimas décadas. Marxistas, monetaristas y keynesianos han intentado dar una explicación de este episodio que, en realidad, se correspondió con un largo período, que va desde 1929 hasta 1939.

1929: Una multitud se agolpa en Wall Street para vender sus acciones


El crack de 1929 tuvo claros precedentes en Europa y también en EEUU. En 1927 se produjo la caída del mercado de valores de Alemania, en 1928 esto se repite en Gran Bretaña, y en febrero de 1929 en Francia. El carácter espectacular del hundimiento de la Bolsa de Nueva York no debe eclipsar, sin embargo, otro tipo de manifestaciones que dan cuenta de la difícil situación por la que atravesaba el capitalismo.

En diciembre de 1928, la poderosa industria del acero de Renania- Westfalia había hecho suspensión de pagos y provocó una fuerte recesión en toda Alemania. Los signos que precedieron al colapso en EEUU fueron contradictorios. Por una parte, el mercado de valores conoció una actividad febril, con fuertes beneficios y un incremento sostenido de los precios de las acciones. Por otra parte, de Europa, y de la misma economía estadounidense, provenían signos inequívocos: la caída de la construcción (debido en gran medida al menor ritmo de inmigración); la debilidad del índice de producción industrial daba también señales claras de una inminente recesión.



La deflación, la caída de la producción, la acumulación de stocks, el desempleo masivo, la contracción del comercio mundial y la ruptura del sistema de pagos internacionales marcaron la coyuntura en la mayoría de países capitalistas avanzados. El paro superó los 12 millones en EEUU, siete millones en Alemania y tres millones en Gran Bretaña. La producción industrial cayó entre 1929 y 1932 un 38 por ciento a escala mundial, y un 50 por ciento en EEUU. Galbraith («El crac del 29», 1955) distingue entre el crac propiamente y lo que él llama la «Gran Crisis», período este último que se prolonga hasta 1939.

Las explicaciones de las causas de la crisis son variadas y complejas, si bien coinciden en la conjunción de diversos factores económicos y sociales, y que, a su vez, se influenciaron recíprocamente. Las consecuencias que produjo el tratamiento de la crisis fueron absolutamente trascendentales, hasta el punto que los historiadores más prestigiosos la responsabilizan directamente de la II Guerra Mundial. Las medidas económicas adoptadas en la mayoría de países produjeron un fraccionamiento de la economía mundial y un fuerte impulso de la autarquía.

Se constituyeron bloques monetarios liderados por EEUU, Francia y Gran Bretaña. La fragmentación del comercio mundial afectó de desigual forma a los grandes países. Mientras que Francia y Gran Bretaña pudieron reorientar su comercio hacia sus respectivos imperios coloniales -EEUU lo hizo hacia América Latina-, Alemania, Italia y Japón, por su parte, se volcaron en programas de rearme de gran alcance, en un contexto de tensiones crecientes en el sistema internacional. Esta crisis marcó asimismo el fin de la ilusión acerca de la capacidad del capitalismo para autorregularse, dando paso, bajo distintas modalidades, a la intervención masiva y directa del Estado en los procesos de reproducción económicos.

2. Causas de la Gran Depresión

Han sido muchas las posturas tomadas por los especialistas en la elaboración de hipótesis que conduzcan a establecer las causas de la gran depresión de los años treinta. La teoría económica marxista ha hecho hincapié en el análisis de las grandes crisis del capitalismo achacándolas a la descoordinación entre producción y consumo. La sobreproducción ha estado siempre en el punto de mira de los historiadores de este período, como Nogaro, como clave explicativa de la crisis del 29. para Nere, en cambio, la sobreproducción es un mito ideologizado y no explica todas las posibilidades causales.

Trataré de elaborar en este epígrafe una síntesis de los factores que causaron la crisis de los años treinta. Estos factores son: La sobreproducción, el desorden monetario y la desigual y relativa recuperación económica.

2.1 La Sobreproducción

La producción supera las necesidades reales de consumo a partir de 1925, sobre todo en los Estados Unidos, donde los Stocks aumentaban conforme se reconstruían las economías europeas. Las causas de la sobreproducción son:

·  Distribución desigual de las rentas, que lleva implícita la limitación del consumo a las capas sociales más ricas, que en la mayor parte de los países no eran muy numerosas. Galbraith señala que en los Estados Unidos el 5 por 100 de la población recibía la tercera parte de la renta nacional.

·  Mantenimiento de precios de monopolio, tipo cartel, que obligaba a la existencia de grandes cantidades de stocks sin vender, al comprometerse los fabricantes a mantener unos precios pactados de antemano.

·  Desfase entre precios agrícolas e industriales: los primeros crecen más lentamente que los segundos y hacen disminuir, por tanto, el poder adquisitivo de los campesinos ( importante clientela de la industria.

·  La reconstrucción de las economías europeas, y el incremento de producción de algunos países menos desarrollados o coloniales durante la guerra, junto con el desenfreno productivo de los Estados Unidos.

El sector agrario fue el más perjudicado por los excedentes invendidos y la consiguiente baja de precios, cuyo índice pasó de 147 en 1925 a 138 en 1929.

2.2 El desorden monetario

Los momentos de expansión exigen una sensibilidad monetaria y el funcionamiento de un sistema monetario que organice los intercambios desde un centro financiero mediante una divisa hegemónica. Pues la relativa expansión de los años veinte se caracterizó por el marasmo monetario, la pérdida del patrón oro y la excesiva dependencia financiera de los Estados Unidos, convertidos en los principales acreedores y con Wall Street como el centro financiero más importante del mundo.

La existencia de nuevos centros financieros como el de Wall Street, junto con los de Londres y París, originó una competencia de préstamos exteriores entre el dólar y la libra que añadió nuevas dosis de inestabilidad.

En la conferencia de Génova (1922) se revisa el sistema del patrón oro clásico, y se establece el empleo de divisas claves (el dólar y la libra), junto con el oro, para respaldar los billetes emitidos por los bancos nacionales.

2.3 La Desigual y Relativa Recuperación Económica

A partir de 1924 se produce una tendencia al alza en le economía mundial, favorecida por la coyuntura política. Pero de hecho, puede afirmarse que únicamente los Estados Unidos tuvieron una clara recuperación, sustentada en la expansión del consumo de masas de dos sectores nuevos: los electrodomésticos y el automóvil.

El resto de países capitalistas, experimentó tan solo una relativa recuperación.

Al mismo tiempo aparecen, signos de desequilibrios económicos: por un lado, hay un estancamiento de sectores industriales tradicionales, como el ferrocarril, la siderurgia, el algodón y el carbón.

Por otro, la agricultura sufrió una crisis que se traducía en la acumulación de stocks (debido al aumento de la producción mundial al recuperarse la agricultura en los países destrozados por la guerra) y el descenso de los precios. Finalmente, hay que hablar de una disminución del comercio a causa de las medidas proteccionistas norteamericanas y europeas a partir de 1922.

3. Los años difíciles de la Posguerra (1919-1924)

En la inmediata posguerra el sistema capitalista tenía que redefinirse de acuerdo con las nuevas circunstancias: La hegemonía norteamericana y la revolución socialista en Rusia. Hasta entonces los países ricos (Francia, Inglaterra y Alemania) importaban más que exportaban aunque compensaban el déficit de la balanza comercial con los intereses de los créditos dados a los países menos ricos, productores de materias primas.

La situación permitía un equilibrio económico, ya que los no industrializados podían vender a los industrializados las materias primas y, con ello, pagar sus deudas y obtener divisas para comprar los productos manufacturados y de consumo que necesitaban.

Tras la guerra, los Estados Unidos se negaron a desarrollar la misma política económica y cerraron sus fronteras a los productos europeos, impidiendo de esa forma a los países deudores obtener dólares con que pagar sus deudas. El equilibrio se rompe. El oro fluye hacia Norteamérica y los capitales americanos se invierten en Europa, pero sin que ello permita una recuperación de la economía europea.

Se creía que, al igual que antes de la guerra, los países fuertes tenían que tener una moneda estable y todas las naciones se afanaban por conseguirlo volviendo al patrón oro. Sin embargo, las nuevas circunstancias lo hacían difícil.

En 1920 se registra una primera crisis, que hace aparecer el paro en países que habían perdido una gran cantidad de hombres en la guerra. Las causas son complejas y se han apuntado, entre otras, las barreras aduaneras surgidas en Europa con la aparición de nuevos países, que entorpecían el comercio; la carga que para Alemania suponían las reparaciones de guerra, que repercutían en el equilibrio económico europeo, y el desorden monetario que había favorecido la especulación. Pero, sobre todo, está el hundimiento del comercio internacional, que se produce cuando algunos países dejan de comprar al agotárseles las reservas y, otros, al no necesitar comprar ya más por tener sus necesidades satisfechas. Además el Tesoro norteamericano anunció que no concedería más préstamos ni anularía las deudas de guerra, en una política claramente deflacionaria.

Las soluciones adoptadas para salir de la crisis fueron dispares: Unos países siguieron con medidas inflacionistas, como Alemania y Francia, cuyas economías, aún débiles, no les permitían tomar otras soluciones y dejaron que la inflación aumentara. Otros, en cambio, como es el caso de Estados Unidos e Inglaterra decidieron controlar la situación con medidas deflacionarias, que se tradujeron en un descenso de la producción y en un aumento del número de parados. Al cabo de algo más de un año la economía se restableció, pero sin volver a alcanzar el nivel de 1913.

3.2 La Prosperidad Parcial (1924-1929)

En 1924 la crisis se da por superada y se entra en una fase de euforia económica. Algunos países vuelven a la paridad oro, como Inglaterra, en 1926. Otros, como Francia, estabilizan su moneda, consiguiendo con eso, al menos, crear un clima de confianza en el país.

Los índices de producción alcanzan los niveles de 1913. En Alemania se asiste a una cierta recuperación económica, acompañada de una revisión de las reparaciones de guerra. La coyuntura económica favorable repercute en las relaciones internacionales, y la armonía entre los países (Locarno, pacto Briand-Kellog) repercute, a su vez, en la marcha de la economía. Nadie parecía encontrar preocupante que los precios agrarios hubieran entrado en una depresión de la que ya no saldrían hasta 1929. Al mismo tiempo los dólares americanos invaden Europa en busca de todo el que necesite crédito.

Junto con sus capitales, Norteamérica exporta también su estilo de vida.

Pero desde la perspectiva actual es posible ver una serie de sombras sobre ese panorama en apariencia brillante. En primer lugar, la recuperación no afectó de la misma forma a todos los países.

4. El Crac de Wall Street

4.1 Las Causas del Crack de 1929. La Especulación

La principal causa del crac de la Bolsa de Nueva York fue la especulación.

Los años veinte fueron buenos para los Estados Unidos, como dice Galbraith, los más ricos se enriquecieron mucho más deprisa que los pobres dejaron de serlo. Además los norteamericanos desplegaron un asombroso afán de enriquecerse rápidamente y con un mínimo esfuerzo. El ánimo especulativo fue creciendo día a día, y en el caso de Florida, donde hombres del norte se lanzaron a comprar terrenos que aumentaban de valor sin motivos aparentes, es una prueba de ello.

La especulación llegó a la Bolsa gracias a las normas de Wall Street y por el alza que durante la década de los veinte se produjo en las acciones.

Los negocios eran rápidos y beneficiosos. Había muchos pequeños ahorradores que decidieron invertir, e hicieron de ello su forma de vida. Los agentes de bolsa prestaban a sus clientes tomando como garantía los propios títulos comprados, y, a su vez, pedían prestado a los bancos para comprar esos títulos, pues con las ganancias de la bolsa se podía pagar los créditos y sus intereses. Una situación de esta índole no podía continuar indefinidamente, ya que dependía exclusivamente del alza de la bolsa, y ésta era ficticia, fruto exclusivo de la especulación y del mantenimiento de la creencia de que la economía de los Estados Unidos era inquebrantable.

La especulación, sin relación con la actividad económica real, llevó la bolsa a la quiebra. ¿Cómo y por qué se mantuvo esta situación especulativa? Las razones son varias:

·  La inflación monetaria, que dio como resultado una política de dinero barato y facilidad de créditos.

·  La estructura bancaria, que estaba formada por múltiples y pequeños bancos, cuya supervivencia financiera dependía del alza de los valores de bolsa. Prestaban casi siempre a corto plazo con un interés del 12 por 100, cuando ellos obtenían créditos de la “Federal Reserve” al 5 por 100. El negocio era bueno, pero los bancos dependían mucho de la especulación bursátil y contribuían al alza de los valores. Además no existía control estatal ninguno sobre los bancos.

·  La existencia de compañías de “cartera”, que poseían abundantes acciones y estaban interesadas en la subida de las cotizaciones.

·  La psicología de las masas, convencidas de que el sistema era infalible, alentadas, por capitalistas sin escrúpulos y políticos que no sabían o no querían acabar con ese estado de cosas.

4.2 El Crack de la Bolsa de Nueva York

La economía entra en 1929 en un período de serios problemas y, en un momento determinado, con las circunstancias especulativas descritas anteriormente en marcha, esos trastornos se muestran violentamente en Wall Street.

En los días finales de septiembre y principios de octubre de 1929 las cotizaciones fueron buenas y malas, pero aún se hacían buenos negocios.

A partir del 19 de octubre la situación empezó a ponerse difícil, pero el jueves 24 no estalló el pánico en la Bolsa de Nueva York: ese día se pusieron a la venta 12.894.650 acciones y la demanda fue casi nula; el descenso de las cotizaciones osciló entre 12 y 15 enteros. Un grupo de banqueros y hombres de negocios intentaron frenar la caída comprando acciones; gracias a ello el viernes y el sábado parecía que se iba a detener la baja, pero el lunes 28 comenzó el desastre, el índice del Times bajó 49 enteros y fue el más desastroso de la história de Wall Street: se ofrecieron a la venta 33 millones de títulos y los índices bajaron de nuevo.

5. Los Años de Depresión. Su extensión Geográfica

La bancarrota dio al traste con la capacidad adquisitiva de los consumidores, con las inversiones en los negocios y con la solvencia de los bancos y de las empresas. Después de la Gran Bancarrota, vino la Gran Depresión; primero la eutanasia de los ricos, y después, la de los pobres. En 1933 casi la cuarta parte de todos los trabajadores norteamericanos estaban sin empleo. La producción PNB (producto nacional bruto) había bajado un tercio. Quebraron unos nueve mil bancos. En junio de 1930, las cosas iban de mal en peor.

5.1 La Depresión en los Estados Unidos

El modelo económico de los Estados Unidos, basado en la especulación, se viene abajo al estallar la crisis de Wall Street.

La crisis del 29 genera en cadena una serie de quiebras que configuran la llamada gran depresión, que tocaría fondo allá por el año 1933, y que, en síntesis, son las siguientes:

·  Quiebra bancaria. Ya hemos visto la dependencia de los bancos respecto a la Bolsa en relación con los préstamos a los agentes. Esto hace que el crac del 29 produzca el hundimiento y debilitamiento del sistema bancario. Entre 1929 y 1932 quebraron 5096 bancos. Este derrumbamiento restringió los créditos.

·  Quiebra de empresas comerciales e industriales. Consecuencia de la restricción de créditos fue la quiebra de más de treinta mil empresas, lo que trajo consigo el descenso de las tasas de inversión y la disminución correspondiente de la renta nacional.

·  Aumento considerable del paro, cuyo porcentaje más alto se alcanzó en 1932. Esto determinó la disminución del consumo y el consiguiente aumento de los stocks. Los productores y vendedores no aumentaron sus existencias.

·  Reducción de los precios. La acumulación de stocks provocó un descenso apreciable de los precios, más en el sector agrícola que el industrial. Con el fin de frenar esta caída se reduce voluntariamente la producción.

5.2. La Extensión de la Crisis

El peso de la economía de los Estados Unidos en el resto del mundo hizo que la crisis se extendiera a partir de 1931. Los norteamericanos se vieron obligados a repatriar capitales, lo que motivó quiebras bancarias en Alemania y Austria y tensiones en la economía británica. La caída de precios norteamericanos obligó a los países europeos a rebajar los suyos para hacerlos competitivos y dar salida a sus stocks. Pero el descenso del poder de compra de los Estados Unidos y su posterior proteccionismo cerraron aún más el mercado mundial.

En Europa, y en general en el mundo, la crisis fue similar a la americana: desplome de las cotizaciones de Bolsa, descenso de los precios, sobretodo los agrícolas, caída de los créditos y de las inversiones, hundimiento de la producción industrial y aumento del paro.

· En Alemania, el crecimiento de los años veinte se debía a los préstamos exteriores de los Estados Unidos. La crisis del 29 hizo que los capitales se fueran retirando de Alemania, lo que produjo la reducción de la inversión y, por consiguiente, de la producción industrial en cerca de 58 por 100. El paro afectó a más de 6 millones de trabajadores y la agricultura quedó al borde del colapso. Ante esta situación el gobierno excluyó la devaluación por temor a una nueva inflación y escogió la deflación.

· En Francia la crisis afectó a partir de 1931, año en que las exportaciones descendieron a la cuarta parte. El desempleo no llegó a alcanzar las altas cotas de Inglaterra y Alemania, gracias a la marcha de muchos emigrantes que habían llegado en los años anteriores y a la reducción del número de horas de trabajo. El descenso de los precios permitió a los trabajadores industriales mantener el poder adquisitivo, aunque sus salarios bajasen, pero las rentas de los que vivían de la agricultura se vieron drásticamente reducidas. El gobierno optó por aplicar una política deflacionaria.

· Después de 1929 Inglaterra sufrió el impacto de la crisis mundial, y las exportaciones, que ya estaban estancadas, se vieron más afectadas debido a la contracción de la demanda en el mundo entero. Pero a pesar de este estancamiento económico, que mantuvo e incluso aumentó el paro, Inglaterra no vio alterarse demasiado la situación política y social.

· En España la crisis paralizó las obras públicas emprendidas por la dictadura de Primo de Rivera, provocando una disminución de la producción y, posteriormente, el cambio político, con la llegada de la República acentuó la crisis a causa de la fuga de capitales.

· En las economías dependientes, esto es, en las áreas coloniales con dependencia directa de las metrópolis y en los países políticamente independientes pero de gran dependencia neocolonial, la crisis de los años treinta tuvo una gran repercusión. Los intercambios coloniales (materias primas por productos manufacturados) se hunden al disminuir el consumo en las grandes potencias, y surge el problema de la sobreproducción. Las políticas proteccionistas y la repatriación de capitales contribuyen a ensombrecer más el panorama en esas zonas. Iberoamérica, por su gran dependencia de la economía de Estados Unidos es la que sufre con mayor fuerza la repercusión de la crisis. El deterioro de la situación económica llevó la inestabilidad política a Cuba, Brasil, Uruguay, Chile y Ecuador.

6. Consecuencias de la Crisis

6.1 Consecuencias Sociales

a) El paro. Constituye la primera y más terrible consecuencia de la gran depresión. En 1932 había en el mundo 40 millones de desempleados. En los Estados Unidos, el paro total y el paro parcial: el primero va acompañado de mendicidad, enfermedad y hacinamiento en la Ciudades de lata (llamadas Hoovervilles irónicamente en Estados Unidos) y en los arrabales de las grandes ciudades; el paro parcial, aunque menos dramático también afectó a la vida diaria. En los Estados Unidos se calcula que el 63 por 100 de los trabajadores industriales estaban contratados a tiempo parcial, con lo que los salarios, ya de por sí bajos, se convertían en salarios de hambre. La juventud sufrió con mayor dureza aún esta situación, pues la búsqueda de un primer empleo sé hacia totalmente inútil y los centros docentes no podían soportar la prolongación de la escolaridad.

b) Descenso demográfico. Se produce por la disminución de la nupcialidad, la natalidad y las migraciones, unida al aumento de la mortalidad infantil y senil. Los distintos regímenes políticos establecieron distintas medidas demográficas para afrontar la crisis; las democracias liberales tendieron a restringir la natalidad para paliar los efectos sociales de la crisis (paro), mientras que los regímenes totalitarios, sobre todo el alemán, fomentaron el crecimiento de la población por razones ideológicas. En cuanto a las migraciones, los Estados Unidos se negaron a la entrada de emigrantes. En este aspecto la crisis también contribuyó a cambiar el statu quo imperante en el mundo.

c) Desigualdad en la estructura social. La crisis acentuó las desigualdades sociales, pues aunque se produjeron importantes quiebras en sus negocios, los patrimonios personales de los ricos no mermaron mucho, mientras que la depresión afectó de lleno a las clases medias y bajas.

La burguesía media y pequeña (rentistas, profesionales liberales, medianos y pequeños comerciantes) sufrieron de manera muy especial los embates de la crisis, empobreciéndose y proletarizándose. Muchos buscaron la solución en los fascismos.

Pero sobre quien más recayó el peso de la crisis fue sobre el proletariado, que incluso llegó a subdividirse en estratos diferentes según fuera industrial, rural, parado, semiparado o con trabajo fijo.

6.2 Consecuencias en las Teorías Económicas

La doctrina del liberalismo económico salió malparada de la crisis, pues ésta supuso la necesidad de la intervención del Estado en la economía, Idea opuesta al liberalismo.

La fórmula de intervención estatal fue propuesta por John Maynard Keynes en su “Teoría general de la ocupación. El interés y el dinero”. Las medidas keynesianas establecían la corrección del sistema capitalista mediante la intervención del Estado para incrementar el consumo y la inversión; además propugnaban la ayuda a empresas expansivas, el fomento de obras públicas por el Estado y el proteccionismo.

Las teorías de Keynes no alcanzaron plena vigencia hasta después de la Segunda Guerra Mundial.

El intervensionismo se puso en práctica mediante la aplicación de diferentes métodos, tales como: medidas monetarias, acción sobre los salarios y los precios, proteccionismo, fomento de la política de austeridad, autarquía, desarrollo del sector público,... según los casos y los distintos países.

6.3 Consecuencias Políticas

Puede decirse que a partir de 1930 se plantea una crisis de los partidos socialdemócratas, que tuvieron que transformar sus principios y preparar los planteamientos ideológicos que surgirían tras la Segunda Guerra Mundial. El triunfo del comunismo en Rusia y la creación de la III Internacional habían desplazado al socialismo a posiciones más moderadas; en la crisis estos partidos socialistas tuvieron que colaborar con el capitalismo y renunciar a algunas de sus conquistas sociales. De esta forma, la separación entre socialismo y comunismo se hace más manifiesta.

Pero la consecuencia política más importante de la crisis va a ser, sin duda, el auge que alcanzaron los movimientos fascistas y la ascensión de otro partido de este talante al poder: el Nacional-Socialista en Alemania.

7. Las Soluciones a la Crisis

Hubo una primera respuesta a la casi común a todos los países: la política deflacionista, que establece restricciones al crédito y a las importaciones. Esta política tenía como objetivo preservar el equilibrio de los intercambios exteriores y defender la moneda. Se ponen en marcha medidas proteccionistas: control de cambios y fijación de contingentes de importación.

Todas estas restricciones estaban condenadas al fracaso, pues eran difícilmente soportables en el ámbito social. La llegada de nuevos equipos al poder, que se dieron cuenta de la necesidad de cambiar de rumbo, propicia la devaluación de las monedas (con excepción de Alemania), así como el relanzamiento de la producción y el consumo gracias al crédito del Estado.

El carácter opuesto de estas dos medidas (deflación y devaluación) provocó la larga duración de la crisis. La falta de solidaridad entre las naciones perpetuó aún más el marasmo. La conferencia de Londres de 1933 demostró que cada una de las naciones iba a intentar solucionar sus problemas sin contar con la participación de las demás: la frase exportar la crisis es la más explícita en este aspecto. Es conveniente analizar dos modelos básicos de superación de la crisis: el New Deal en los Estados Unidos y la autarquía en Alemania.

7.1 El Modelo Norteamericano. El New Deal

Tras el fracaso de la administración Hoover (1929-1933) para salir de la crisis, los demócratas ganan las elecciones presidenciales en la persona de Franklin D. Roosevelt, que implanta una política innovadora para reactivar el consumo y la inversión y, para erradicar los males que había padecido la economía norteamericana; se trataba del llamado New Deal.

En realidad hubo dos New Deal: el primero se refiere, a medidas económicas, mediante leyes elaboradas en la primavera de 1933; el segundo, a medidas sociales, a partir de 1935.

Estas son algunas de ellas:

·  En el campo de las finanzas. Se intentó enderezar la situación monetaria y crediticia, para ello:

· Se prohíbe el atesoramiento y las exportaciones de oro.

· Se devalúa el dólar con el fin de hacer subir los precios en le interior y favorecer las exportaciones.

· Se toman una serie de medidas para proteger los depósitos bancarios (creación de un seguro sobre los depósitos bancarios) y evitar la concesión de créditos destinados a la especulación en la bolsa.

·  En el sector agrícola, a la política de almacenamiento iniciada por Hoover, Roosevelt añade la de limitación de cosechas. Mediante la Agricultural Adjustement Act se indemniza a los campesinos que reduzcan las superficies cultivadas. Con ello se persigue la disminución de excedentes, aunque no se logra del todo.

c) En el terreno industrial, se crea la National Industrial Recovery Act (NIRA). Con ella se pretendía organizar la intervención estatal en el ámbito industrial y establecer las reglas de juego de las empresas privadas con el fin de evitar los desmanes de la total libertad de mercado.

Se crea la TVA (Tennessee Valley Authority), empresa estatal encargada de construir presas, es decir, todo un programa de obras públicas en manos estatales.

La NIRA impedía la libre competencia con el establecimiento de los “códigos” (convenios colectivos), que garantizaban unos beneficios mínimos a los empresarios y un salario justo a los trabajadores, reconociendo la libertad sindical y del sistema de contratación colectiva. Además la NIRA favorecía la creación de monopolios, por lo que, al ser declarada inconstitucional en 1935, Roosevelt aprovechó para eliminarla y volver a la política anti-trust.

·  Las medidas sociales del segundo New Deal iban encaminadas a la protección social del ciudadano; en especial de los desempleados y los ancianos. Se fijaba la jornada laboral máxima en 40 horas semanales y se abolía el trabajo de los niños. Por la National Labor Realtions Act se apoyaba a los sindicatos, revitalizándose centrales obreras como la American Federation of Labor (AFL).

En general, la burguesía americana rechazó el New Deal. En cambio, las masas obreras la apoyaban, lo que impidió que se constituyese en los Estados Unidos un partido comunista.

Podemos, finalmente, afirmar que si bien la política económica de Roosvelt no mejoró sensiblemente la situación de crisis, sí, al menos, contribuyó a hacerla menos mala.

Autor: Sandra Susane Silva

Crisis de los 80

Crisis de los 80



A fines de los setenta, los países latinoamericanos también llegaron a desarrollar una importante diversificación de sus mercados. En 1975 las economías de mercados más desarrollados eran el destino del 65 por ciento de las exportaciones de materia prima de la región, del 80 por ciento de sus minerales y del 72 por ciento de exportaciones de energéticos. Diez años más tarde, los números en porcentaje eran de 54, 65 y 71 por ciento respectivamente. Entre las naciones desarrolladas, Japón emergió como uno de los principales nuevos clientes para los minerales –especialmente cobre, hierro y bauxita- de Latinoamérica. El declive en importancia del peso de los países más desarrollados como mercados concentrados de destino de las exportaciones de la región contrastó con la ampliación de nuevos mercados demandantes en la ex-Unión Soviética, Europa del Este y otras naciones en desarrollo, especialmente en Asia.

En términos de la composición de los productos primarios objeto de exportación desde 1960, la característica más notoria fue el rápido crecimiento de la línea de energéticos, lo que se debió básicamente a la consolidación de México y de Venezuela, y hasta cierto punto de Ecuador, como los principales exportadores petroleros de América Latina. La proporción de exportación debida a los energéticos casi se duplicó entre 1970 (26 por ciento) y 1980 (48 por ciento). No obstante, las exportaciones de productos del sector primario por parte de la región continuaron manteniendo un bajo nivel de valor agregado.

Es necesario subrayar, dentro de las principales características económicas de América Latina luego de 1980, que la crisis que comenzó a principios de esa década estableció un período particularmente complejo en las economías de la región que requirió la aplicación de ajustes macroeconómicos. La mayoría de los países latinoamericanos se vio forzada a llevar a cabo dichos ajustes con el propósito de crear mayor estabilidad macroeconómica, lo que a su vez permitiría una mejor inserción en el mercado internacional y un crecimiento económico sostenible. Los cambios del ajuste hicieron énfasis en la política económica, en los compromisos de los gobiernos a mantener la continuidad de los programas de reforma y al hecho de que muchos de los cambios en varias naciones dependieron al final de la mejora en las condiciones económicas internacionales.

El factor más visible de la crisis, dentro de las condiciones domésticas de las naciones, fue la deuda externa. Entre 1978 y 1981, la región cosechó los beneficios de una mejora en los términos de intercambio del mercado internacional para sus exportaciones y de una generosa dotación de créditos internacionales especialmente por parte del sector privado. Estas condiciones posibilitaron que la región implementara políticas económicas expansivas, las cuales a su vez hicieron que 11 países latinoamericanos mantuvieran tasas de crecimiento económico por arriba de 4 por ciento (véase Tabla 3). En la mayoría de los casos, empero, estos logros se vieron acompañados de un excesivo déficit en las balanzas de pagos. Como resultado de ello, 15 países llegaron a tener un déficit en las cuentas corrientes que sobrepasaban el 4 por ciento de su PIB y, en 10 de esos casos, el déficit llegó a estar sobre el 5 por ciento del PIB (véase Tabla 4.).

Para 1982 casi todos los países latinoamericanos y caribeños habían sido afectados por la más profunda y prolongada recesión económica de los últimos 50 años. Aunque fuerzas externas fueron determinantes en el agravamiento de la crisis, otros factores no menos importantes actuaron, como por ejemplo la inconsistencia en el manejo de políticas económicas, especialmente en cuanto a la adopción de medidas que favorecieron, sin previsión, altos niveles de endeudamiento externo; la desorbitada expansión del gasto doméstico en varios casos, y las políticas de estabilización de precios basadas en el manejo casi único de las tasas de cambio. A esos aspectos deben agregarse los correspondientes a los métodos de liberalización financiera, los cuales mantuvieron las tasas de interés muy altas durante prolongados períodos de tiempo, afectando de esta manera la formación de capital de inversión directa en los países.

La interrupción de los flujos externos de capital luego de que México anunciara su moratoria unilateral en el pago de los servicios de la deuda en agosto de 1982, fue acompañada de una elevación en las tasas de interés en los mercados internacionales y de un deterioro en los términos de intercambio del mercado mundial. Esto forzó a la región en general a realizar los procesos de ajuste económico, los que estuvieron dirigidos, entre otras finalidades, a generar resultados positivos en las balanzas comerciales para cubrir la brecha que se originaba en términos financieros debido a los acontecimientos mencionados. Entre 1982 y 1984 el PIB de la región se estancó, la inversión fija se redujo en cerca de 5 por ciento de la producción anual latinoamericana y el déficit regional en la cuenta corriente pasó de 3.7 por ciento del PIB en 1978-1981, a 2.1 por ciento. Se trataba del inicio de la crisis económica de los ochenta.

Para enfrentar este escenario -cuyos problemas económicos se agravaban debido al problema de la deuda externa- las naciones latinoamericanas llevaron a cabo los procesos de ajuste. Los mismos se iniciaron en 1982 y duraron, en una primera fase, hasta 1990. Entre sus repercusiones se registró una importante reducción en el PIB per capita y el consumo interno. El coeficiente de inversión en la región cayó de manera constante, alcanzando sus mínimos niveles en 1987. A partir de este año este indicador ha experimentado una lenta recuperación, hasta alcanzar un 22 por ciento del PIB para 1989. No obstante, este último nivel ha mejorado, encontrándose por debajo de las cifras que se tenían a principios de los ochentas.

La naturaleza extraordinaria de los problemas regionales de los ochenta se reflejó de manera simultanea y sostenida en un descenso de los indicadores económicos y sociales de América Latina. Se tuvo un decaimiento significativo en términos de producción, es decir, un severo descenso en las tasas de crecimiento. La situación del empleo se vio afectada significativamente y los salarios reales declinaron en la medida que la inflación aumentaba y los problemas de la economía internacional se profundizaban.



Entre otros factores, debido a los procesos de devaluación de las monedas, las naciones latinoamericanas experimentaron significativos altos niveles de inflación. Esta situación fue influenciada por el alto grado de dependencia que la región mantiene respecto a los bienes de capital y a los insumos productivos provenientes del exterior. Todo ello con el fin de poder ejecutar en los mercados domésticos los procesos productivos. En algunos casos el seguimiento de relajadas políticas monetarias también contribuyó a fomentar los niveles inflacionarios.

En términos de empleo resultó evidente que, luego de la Segunda Guerra Mundial, Latinoamérica alcanzó aceptables niveles de crecimiento que se tradujeron en crecimiento ocupacional, con tasas de aumento que llegaron incluso a cifras del 2.5 por ciento anual. La rápida urbanización influyó para que el empleo en el sector agrícola pasara de 55 por ciento en 1950 a 32 por ciento en 1980. El número de empleos creados por el sector formal urbano creció a una tasa anual de 4 por ciento, pero este crecimiento no fue suficiente para absorber los aumentos anuales de la población económicamente activa que buscaba integrarse a los mercados de trabajo. La tasa de sub utilización de recursos humanos - desempleo abierto más subempleo y ocupaciones temporales en el sector informal - se mantuvo en aproximadamente el 30 por ciento en los mejores casos.

La crisis y los procesos de ajuste de los ochenta rompieron con el frágil balance que se tenía en el empleo, el cual había sido producto del crecimiento de las décadas anteriores. Los salarios reales se hundieron, se dieron alzas importantes en el desempleo y subempleo, se elevó la concentración de actividades agrupadas en subáreas ocupacionales de baja productividad. De manera generalizada en la región, la fuerza de trabajo urbana en sectores de subempleo se expandió a razón de 5 por ciento anual. En contraste, la creación del empleo en el sector formal alcanzó tasas que eran de alrededor de 2.5 por ciento anual. Estos aumentos ocurrieron por lo general en pequeñas empresas y en áreas específicas de los sectores públicos.

Durante los ochenta el nivel del gasto público en la mayoría de los países descendió fuertemente en términos reales como consecuencia de los procesos de ajuste, todo ello en un marco caracterizado por la preocupación por las cargas fiscales. Algunas naciones -Argentina, Bolivia, Ecuador, Perú y Venezuela- hicieron más bien reducciones progresivas en sus gastos públicos. Mientras tanto, en otros países - como Costa Rica, Guatemala, México y Uruguay- los niveles de ingreso tendieron en cierto momento a recuperar sus niveles iniciales luego de la fase inicial de los procesos de ajuste. En Chile, el gasto del gobierno aumentó y luego descendió, pero para 1989 tenía casi los mismos niveles que había registrado a principios de los setenta. En Brasil, Colombia y Paraguay el gasto público había aumentado.

El peso de las cargas financieras debidas a la deuda externa aumentaron al principio de la década afectadas tanto por la elevación de las tasas de cambio monetario (depreciaciones y devaluaciones), como por el alza los intereses bancarios en el sistema financiero internacional. Rápidamente, el costo de la deuda pública ascendió dramáticamente debido a la mencionada elevación de los intereses en los mercados bancarios del exterior.

La mayor parte de los ajustes macroeconómicos fue realizada a principios de los años ochentas, cuando las condiciones para la crisis se manifestaron con mayor intensidad. Estos ajustes permitieron reducir el déficit fiscal en 6 y 5 por ciento del PIB en la mayor parte de los países de la región. Con pocas excepciones, no se produjeron todos los beneficios que se esperaban debido, básicamente, a la persistencia de condiciones adversas en la economía internacional.

De manera general, los procesos de ajuste de la década de los ochenta buscaron la elevación de los ingresos del Estado de muchas maneras. Particularmente fueron notorios los casos en los cuales estos ingresos se generaron como producto de ahorro y privatización en Argentina, Colombia, Costa Rica y Chile; en impuestos indirectos en el petróleo en Ecuador; en contribuciones de la seguridad social en Argentina y Uruguay; así como en aumentos de ciertas cargas fiscales en los casos de Colombia y Uruguay.

Como consecuencia de los ajustes macroeconómicos, la capacidad de los gobiernos disminuyó sensiblemente, pero durante los noventa se dieron indicios de que esta tendencia, en algunos casos, podía ser revertida. Era claro que los mayores ingresos de los gobiernos servían para uno de los objetivos centrales de los procesos de ajuste: el pago de los servicios de la deuda externa. Sin embargo ya para los noventas se registran algunos cambios, aunque escasos. El gasto público alcanzó en 1994 cifras históricamente altas en países como Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Paraguay, Uruguay y Venezuela. En 1993 Honduras había mostrado una elevación de los gastos de sus instituciones públicas. Sin embargo, en Brasil los gastos totales establecidos durante los setenta alcanzaron una cota alta en 1987 y desde entonces han declinado, con excepción de 1992. En la mayoría de los países restantes, los gastos públicos se han recuperado en los años más recientes, pero aún con ello y en promedio, el nivel de los mismos era en 1994 y 1995 menor que el nivel alcanzado a principios de los ochenta.

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