Ayer murió el célebre economista, Milton Friedman, estadounidense nacido en 1912, profesor que fue de la Universidad de Chicago y figura principal de la Escuela que lleva ese mismo nombre; generadora de largas promociones de los que en la jerga económica internacional se han denominado alguna vez, «Chicago boys», habiendo conseguido el Premio Nobel de Economía en 1976.
En la Windy City, Friedman trabó amistad con Friedrich von Hayek y, a finales del decenio de 1950 ambos consiguieron que se empezase a hablar de la citada Escuela de Chicago, como un foco de oposición al keynesianismo. En ese sentido, su libro Capitalismo y libertad (1962) fue una especie de biblia del neoliberalismo emergente. Luego, nuestro hombre se hizo notar ante la opinión pública por sus críticas a los controles de salarios y precios que Nixon estableció en el verano de 1971; para proteger al dólar, a pesar de lo cual éste fue declarado inconvertible en oro, debiendo ser devaluado por dos veces, para romper así el sistema monetario internacional vigente desde la década de 1940 al llegarse a los cambios flotantes.
Entre mediados del decenio de 1970 y finales del de 1980, las teorías de Friedman fueron muy bien acogidas por el presidente Ronald Reagan y la primera ministra británica Margaret Thatcher, quienes contaron con su asesoramiento continuo. Y con la serie de televisión Libertad de elegir, basada en el libro del mismo nombre (1980), los Friedman (ella, Rose) llegaron al gran público.
El mensaje de Friedman ha sido bien sencillo: el siglo xx fue el más próspero de la historia económica por la existencia de mercados abiertos y un gasto público contenido que no superaba el 10 por 100 del PIB. Y todo eso fue acabándose con el igualitarismo del siglo XX, asertos excesivamente contundentes salvo para los friedmadictos. Y en cuanto a las empresas, Friedman creía que su único objetivo era obtener beneficios y que sería impropio exigirles responsabilidades sociales, pues en esa dirección se caería en el «taxation without representation»; un lema que con un “no” delante dio origen a la revolución norteamericana en 1776.
Personalmente, me gustaría llamar la atención sobre tres puntos relacionados con Friedman que considero de interés. El primero, la NAIRU (non accelerating inflation rate of unemployment), traducida generalmente al español como tasa natural de desempleo. Esto es, aquel nivel de desocupación del que no puede bajarse, para así evitar que se acelere la inflación. Un concepto muy debatido y que cada vez se muestra más deslizante. La segunda cuestión figura en otro libro de Rose y Milton titulado La tiranía del status quo, donde los Friedman se declaran partidarios de la despenalización de las drogas, con ciertos controles, para acabar con el fraude mortífero, los altos precios que conducen a toda suerte de delincuencias, y la corrupción entre policías y políticos. Y en el tercer punto, dicho con todo el respeto a un maestro, se esté o no de acuerdo con él, Don Milton se columpió. Al pronosticar, primero, que el euro nunca llegaría a existir, y después que la Unión Monetaria ya conseguida duraría pocos años. En cualquier caso, un hombre tan trabajador e incisivo, aunque demasiado frío en las consecuencias sociales de sus prédicas, ya se merecía un buen descanso. Que lo tenga.
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