El Índice de Desarrollo Humano y el Índice del Planeta Feliz en Bolivia

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) presentó su informe anual 2010 acerca del Índice de Desarrollo Humano (IDH). Se trata de un indicador que pretende evaluar los resultados obtenidos por cada país según tres principales parámetros: la educación, en la que se cuentan los años de escolaridad y la tasa de alfabetización; la salud, en la que se mide la esperanza de vida, entre otros ítems, y el nivel de ingreso.



Según el informe, Bolivia ha mejorado durante el último año tanto en términos absolutos como relativos. En términos absolutos, porque en una escala de 0 a 1, donde uno es el mejor de los resultados posibles, subió de 0,637 a 0,643.  Y en términos relativos, porque subió del puesto 113 que ocupaba en 2009 al 95 en el que se sitúa hoy. Es decir, durante el último año Bolivia obtuvo mejores resultados que otros 18 países.

El panorama no es tan alentador, sin embargo, si en lugar de tomar como punto de referencia el año 2009 la comparación se realiza con la mirada puesta en el último quinquenio, periodo de tiempo que suele ser tomado para evaluar tendencias que vayan más allá del plazo inmediato. Y al prestar atención a esa dimensión más amplia del IDH en Bolivia, lo que se puede ver es una tendencia negativa, pues el año 2005 ocupaba el puesto 92, con un índice de 0,723.

Es importante no perder de vista las proyecciones quinquenales, pues la mayor parte de los indicadores en los que se basa el IDH requieren más de un año para que se hagan notorios los efectos positivos o negativos de las políticas públicas, por lo que bien harían las autoridades gubernamentales al fijarse más en la proyección hacia el mediano y el largo plazo de las políticas sociales más que en efímeros e inmediatos logros que no puedan ser sostenidos en el tiempo.



Además de los datos que se evalúan anualmente, el informe del PNUD prestó en esta oportunidad especial atención a la desigualdad social, pues considera que éste es uno de los factores que más dificulta el progreso latinoamericano. Recomienda por eso que los 32 países de la región profundicen las políticas de redistribución de la riqueza y asistencia social a los segmentos más pobres de la población.

Al referirse a este tema, el informe indica que Bolivia se sitúa entre las naciones en las que la desigualdad en ingresos, atención sanitaria y educación más lastran en el IDH ya que si bien se registra un crecimiento del PIB per cápita, los ingresos en nuestro país están mal distribuidos, de modo que la brecha entre ricos y pobres es grande. Pese a todo, Bolivia forma parte de otro grupo de países que ha sido destacado: el de aquellos que más mejoras han conseguido, teniendo en cuenta el punto de partida, entre los que están Guatemala y Brasil.

Como se puede ver, el informe del PNUD puede ser leído e interpretado con ánimos pesimistas u optimistas, según cuál sea el ángulo del que se lo quiera hacer. Tal margen para la ambigüedad, sin embargo, no oculta el dato fundamental: que todavía es enorme la tarea que nos espera a todos los bolivianos.



Sin embargo, la “New Economics Foundation” (NEF) presentó la segunda versión del Índice del Planeta Feliz (IPF), indicador del bienestar humano que se propone erigirse en una alternativa a los clásicos parámetros utilizados para medir los éxitos y fracasos de las personas, los países y los pueblos en su afán de mejorar sus condiciones de vida, basado en la expectativa de vida, percepción subjetiva de felicidad y huella ecológica.

El IPF, que fue presentado bajo e título “Por qué las buenas vidas no tienen que costar un mundo”, está basado en datos corroborados de 143 países que representan el 99 por ciento de la población mundial. El índice utiliza tres baremos para realizar la clasificación: la esperanza de vida, la satisfacción vital que expresan los ciudadanos de cada país y la huella contaminante que dejan para obtener el nivel de vida que consideran necesario para ser felices.

Entre los resultados del estudio, lo que más llama la atención es la enorme distancia que hay entre los parámetros clásicos y los que se obtienen aplicando el IPF. Es decir, los países ricos no son necesariamente los más felices y mucho menos los que más contribuyen a la construcción de un “Planeta Feliz” (las posiciones son distintas a las que normalmente nos refleja el Índice de Desarrollo Humano). Todo lo contrario, los países que más retroceden en el índice son los que más éxitos económicos obtienen. Estados Unidos, China e India, vistos como modelos de éxito económico, son según el IPF los que más rápidamente ven deteriorarse la calidad de vida de sus habitantes.

América Latina, por su parte, aparece como el continente más feliz. Nueve de los 10 países “más felices y ecológicos” son latinoamericanos y Costa Rica es el que encabeza la lista. La República Dominicana figura segunda y Guatemala cuarta, y entre el sexto y el décimo puesto se sitúan por este orden Colombia, Cuba, El Salvador, Brasil y Honduras. Bolivia figura en el puesto 47, uno por debajo de Chile.

Los países que se supone deberían representar un desarrollo exitoso, en cambio, son los que peor calificación tienen en términos de crear bienestar dentro de los límites de la Tierra.

Este estudio será sin duda recibido con cierto escepticismo en algunos círculos académicos y se hará más de una objeción a los valores que promueve y a los resultados que arroja. Es un tema que se presta a la polémica. Lo que es indudable, a pesar de ello, es que se trata de algo muy representativo de una corriente de pensamiento y de “sentimiento” muy influente en el mundo contemporáneo. Algo que de ningún modo se puede soslayar si se pretende comprender una de las más vigorosas corrientes que impulsan los procesos políticos del mundo actual: el cuestionamiento a los valores imperantes cuyo eje central es el desempeño económico.