blog de Francisco Umpierrez Sanchez

Conceptos de Pobreza - Amartya Sen

Reflexión crítica sobre las ideas de Amartya K. Sen


“La economía política anterior partía de la riqueza supuestamente engendrada para las naciones por el movimiento de la propiedad privada, para llegar a sus consideraciones apologéticas sobre este régimen de propiedad. Proudhon parte del lado inverso, que la economía política encubre sofísticamente, de la pobreza engendrada por el movimiento de la propiedad privada, para llegar a sus consideraciones, que niegan este tipo de propiedad”. Karl Marx. La Sagrada Familia.

Cuando leí por primera vez el trabajo de Amartya Sen sobre los conceptos y las medidas de la pobreza, me quedé sorprendido de saber que hubiera dudas acerca de la definición de la pobreza. De hecho el propio Sen declara que coincide con la siguiente afirmación de Martín Rein: “casi todos los procedimientos utilizados en la definición de la pobreza como nivel de subsistencia se pueden cuestionar razonablemente”. Aquí la razón parece tener carácter impersonal y ser ajena a los intereses de clase. Seguro que si Rein y Sen vivieran con unos ingresos inferiores al salario mínimo, carecerían de cualquier duda acerca de la definición de la pobreza. Sabrían establecer con mucha holgura el nivel de subsistencia digno para un ser humano.

En la definición de la pobreza hay que tener en cuenta los intereses de clase y no engañar a la gente con un falso objetivismo abstractamente humano. Cuando se discute sobre el salario mínimo, los trabajadores quieren que sea lo más alto posible y los capitalistas que sea lo más bajo posible. No es un problema de abstracta objetividad el determinar el salario mínimo, sino un problema de intereses. Igual ocurre con la determinación del concepto de pobreza.

Después, cuando estudié más detalladamente el trabajo de Sen, observé dos claros errores: uno, en ningún momento expuso la génesis de la pobreza, y dos, elaboró el concepto de pobreza sin incluir una crítica a la riqueza. En un mundo como el de hoy, donde mueren cada día 20.000 personas de hambre, resulta inadmisible que un economista de la talla de Amartya Sen sea tan poco revolucionario en su concepción sobre la pobreza. No entiendo cómo se puede ser tan metafísico: hablar de la pobreza sin vincularla con su contrario: la riqueza. Como tampoco entiendo que se pueda ser tan superficial: hablar de la pobreza sin vincularla con su fondo oculto: la propiedad privada sobre los medios de producción.


No nos dejemos engañar ni confundir

Juan Morales Ordóñez, en su trabajo titulado Dimensión Ética en el Discurso Económico. Reflexiones sobre el pensamiento de Amartya Sen, se expresa en los siguientes términos: “Amartya Sen comprende la problemática mundial en los términos mencionados y se remite al pensamiento de Adam Smith, considerado el padre de la teoría económica contemporánea, para fundamentar sus propias reflexiones. Smith, en su obra maestra Investigaciones sobre la naturaleza y causa de la Riqueza de las Naciones, plantea que en economía de deben respetar principios y valores. Afirma que dondequiera que haya una gran riqueza habrá una gran desigualdad. “Todo para nosotros y nada para los demás parece haber sido la ruin máxima de cuantos han gobernado a la Humanidad”, es otra de las afirmaciones del gran pensador escocés. Hoy la situación parece ser la misma que en la época en la cual escribió Smith, el siglo XVIII. Es que esta manera de actuar forma parte de la naturaleza de los seres humanos. Así como también forma parte de la condición humana la búsqueda de la justicia, la igualdad y la felicidad para todos”.

Si hoy, en los inicios del siglo XXI, se da la misma situación que en el siglo XVIII, todo para unos pocos y nada para los muchos, queda probado que en la economía capitalista no se respetan los principios y los valores de la igualdad y de la humanidad. Así que proclamar con Amartya Sen que la economía capitalista se debería conducir por principios éticos, es una proclama idealista que en nada ayuda a la liberación de los pobres. Si ya en el siglo XVIII el principal representante teórico de la burguesía, Adam Smith, veía con malos ojos que unos pocos tuvieran mucha riqueza y los muchos poca, no puede pretender Amartya Sen hacerse pasar por progresista y representante de los pobres defendiendo la misma consigna. Primero, porque es una idea vieja, y segundo, porque es la idea de un burgués.

Cuando Smith dice “todo para nosotros y nada para los demás”, “nosotros” son los capitalistas y “los demás” son los trabajadores. Y cuando dice “donde hay una gran riqueza”, hay que precisar que la gran riqueza sólo se da en manos de los capitalistas. Y esta contradicción, que unos pocos tengan riqueza en exceso y la mayoría tengan poca, ha estado presente en todos los modos de producción de riqueza que han precedido al capitalista: los esclavistas y los señores feudales han tenido riqueza en exceso, mientras que los esclavos y los siervos han vivido en la escasez. Así que no entiendo por qué Morales Ordóñez afirma que esta desigualdad forma parte de la naturaleza humana, cuando más preciso sería decir que hasta ahora la sociedad se ha dividido en clases, donde una de ellas explota a la otra. De manera que la solución a las diferencias de clases, esto es a las desigualdades, estriba, no en introducir principios éticos, sino en no permitir que una clase se apropie del trabajo de la otra. Y para ello, para evitar que nos hombres exploten a los otros, la propiedad sobre los medios de producción debe ser mayoritariamente pública.

Esconder que la causa de la desigualdad entre las personas es la propiedad privada sobre los medios para producir la riqueza, por medio de frases como “los que han gobernado hasta ahora a la Humanidad se han guiado por el principio ético de todo para nosotros y nada para los demás”, es puro idealismo. Se quiere dar a entender que se puede seguir manteniendo el modo de producción capitalista, donde rige el principio de la explotación del hombre por el hombre, y, sin embargo, tener unos gobernantes que eviten que los pocos tengan mucha riqueza y los muchos poca. Pero es un engaño, un engaño que dura más de doscientos años. Y Amartya Sen, con esa apariencia de neutralidad y de bonachón que tiene, es el continuador de ese engaño.

Deseo y dinero


En el discurso de apertura del lanzamiento del nuevo informe La infraestructura al servicio de los pobres elaborado por el PNUD y el gobierno de Japón, Amartya Sen se lució con estas palabras: “Una perspectiva de la pobreza exclusivamente centrada en los ingresos pasa inevitablemente por alto muchos aspectos importantes de la causalidad de la pobreza. La pobreza puede considerarse la privación de la verdadera libertad de la persona para vivir de la forma en que con toda razón desea vivir”. Es inadmisible que Amartya Sen se permita estos idealismos con lo dura y terrible que es la realidad para miles de millones de personas. Nos habla de que cada persona con toda razón desea vivir de una determinada forma. Y llama pobre a quien se le prive de esa libertad. De manera que hasta una persona millonaria que no pueda vivir como desea o no pueda vivir enteramente como desea, sería pobre. Puesto que puede haber una persona que tenga mucho dinero pero no el suficiente para ser propietario de una isla, que es su deseo. Y como no vive como desea, es pobre.

El poder social fundamental en el mundo de hoy es el dinero. Esto es una verdad que Amartya Sen en calidad de economista debería saber muy bien. Todo el mundo lo sabe; y si él lo ignora o hace como si no lo supiera, sus razones de clase tendrá. La única manera en que los seres humanos puedan vivir como desean, es teniendo el dinero necesario para vivir como desean. Pero si los pobres no tienen dinero o tienen muy poco, no podrán vivir como desean. Mientras que los ricos al tener mucho dinero, más incluso del que necesitan, podrán vivir como desean o se podrán aproximar a vivir como desean. Así que hablar del modo en que se desea vivir sin hablar del medio que hace realidad los deseos, esto es, la cantidad de dinero que se posee, es un engaño.

Hacer extenso los conceptos para borrar las diferencias de clase

En su trabajo Las distintas caras de la pobreza, publicado en El País el 30 de agosto del 2000, Amartya Sen se expresa en los siguientes términos: “Aquellos a quienes les gusta el camino recto tienden a resistirse a ampliar la definición de pobreza. ¿Por qué no mirar simplemente los ingresos y plantear preguntas como “cuántas personas viven con menos, digamos, de uno o dos dólares diarios”? Este análisis restringido toma entonces la forma sencilla de predecir tendencias y contar a los pobres. Pero las vidas humanas se pueden empobrecer de muchas maneras. Los ciudadanos sin libertad política –ya sean ricos o pobres- están privados de un componente básico del buen vivir. Lo mismo se puede decir de las privaciones sociales como el analfabetismo, la falta de sanidad, la atención desigual a los intereses de las mujeres y las niñas, etcétera”.

¡Que forma de confundir y engañar! Si yo elaboro el concepto de mesa y después el concepto de silla, podremos distinguir la mesa de la silla. Pero si yo elaboro el concepto de mueble, por medio de dicho concepto no se puede diferenciar la silla de la mesa, puesto que el concepto de mueble supone hacer abstracción de los rasgos que diferencian las sillas de las mesas. Del mismo modo procede Amartya Sen: primero, determina la privación como el contenido principal del concepto de pobreza, y segundo, declara que un rico en un régimen autoritario al estar privado de libertad política es también un pobre.

Amartya Sen habla como si la política no tuviera nada que ver con la economía, como si no hubiera un estrecho parentesco entre los intereses económicos de la clase dominante y la superestructura política. Nos quiere hacer creer que un rico de un sistema capitalista bajo un régimen fascista es pobre porque carece de libertad política. Cuando justamente gracias a ese régimen fascista el capitalista tiene la manos más libres para explotar a los trabajadores mucho más aún que en un régimen democrático. Por otra parte, nos quiere hacer creer que en la democracia capitalista el poder del Estado es ajeno al mayor de los poderes sociales: el dinero. Para ejercer la libertad política, muy especialmente en EEUU, hay que tener dinero. Así que es un engaño poner el nivel de ingreso como algo distinto del poder político. El poder político de una persona es directamente proporcional a su poder económico. Así que en política los pobres siguen siendo pobres y los ricos siguen siendo ricos.

Amartya Sen habla del nivel de ingreso como algo distinto de la atención sanitaria, de la educación y de la cultura. Cuando lo cierto es que las personas que tienen mucho dinero pueden pagar el colegio de sus hijos, comprar los servicios sanitarios que necesiten, y viajar, conocer a otros pueblos y visitar museos. Mientras que las personas que tienen un bajo nivel de ingreso, se ven en muchas dificultadas para darles una oportunidad de estudio a sus hijos y atenderlos sanitariamente como necesitan. Y viajar, conocer otros pueblos y visitar museos en el extranjero, a todo esto tienen que renunciar. Así que es un engaño plantear que la pobreza en el ámbito de los ingresos es distinto a la pobreza en el ámbito educativo, sanitario y cultural. Así que no otra cosa pretende Amartya Sen al hacer tan extenso el concepto de pobreza: borrar las abismales diferencias que hay entre los capitalistas y los trabajadores.

La privación como esencia principal en el concepto de pobreza

Un concepto podemos entenderlo como una caja vacía donde por fuera ponemos un nombre y dentro diversos contenidos. Según parece la gran aportación de Amartya Sen al concepto de pobreza está en haberle proporcionado “un nuevo y trascendental contenido”, el de privación. Se trata de no darle prioridad al contenido de nivel de ingreso, sino al de privación. Y dentro de las privaciones la mente aguda de Sen destaca estar privado de libertad política, de educación y de asistencia sanitaria. Qué curioso que al enumerar las privaciones como contenido esencial del concepto de pobreza, Amartya Sen no enumere el esencial: estar privado de los medios para producir riqueza. Qué curioso que hable de la pobreza sin mencionar para nada la propiedad. Yo creo que Amartya Sen es un burgués de tomo y lomo que habla de los pobres para defender el estatus de los ricos, que habla de los pobres sin cuestionar de raíz el estilo de vida de los ricos.

¿La pobreza es una cosa extraña?

A partir de aquí todas las citas de Amartya Sen están contenidas en su trabajo Sobre Conceptos y medidas de Pobreza, accesible en la red a través de EMVI. Escuchemos a Amartya Sen: “En su lecho de muerte, en Calcuta, J.B.S. Haldane escribió un poema llamado El cáncer es una cosa extraña. La pobreza no es menos extraña. Considérese la siguiente visión sobre ella:”. Dicha visión es la de M. Rein, quien plantea que el problema de la pobreza no está tanto en los propios pobres como en la sociedad que lo sufre.

Afirmar que la pobreza es una cosa extraña en virtud de una concepción reaccionaria de la misma, como la de M. Rein, sólo puede significar que Amartya Sen cede ante los reaccionarios. De todos modos el economista indio debió precisar más su concepción de que la pobreza es una cosa extraña. Una de las labores básicas de los filósofos es someter a crítica los conceptos circulantes y no tomarlos tal y como los emplea la sociedad.

Yo creo que la pobreza no tiene nada de extraña, todo lo contrario: es habitual, regular, casi cotidiana. Tampoco son extrañas las causas que la producen: carecer de trabajo, la sobreexplotación, el enriquecimiento de unos pocos, la propiedad privada sobre los medios de producción, las desgracias naturales, etcétera. Así que ni bajo el punto de vista de su historia ni de sus causas la pobreza es una cosa extraña. Mantener lo contrario es ceder ante el pensamiento reaccionario.

Los pobres y el dolor causado a la sociedad

Amartya Sen da la palabra a M. Rein: “A las personas no se les debe permitir llegar a ser tan pobres como para ofender o causar dolor a la sociedad. No es tanto la miseria o los sufrimientos de los pobres sino la incomodidad y el costo para la comunidad lo que resulta crucial para esta concepción de la pobreza. La pobreza es un problema en la medida en que los bajos ingresos crean problemas para quienes no son pobres”. La única critica que le formula Amartya Sen a M. Rein es la siguiente: “Es difícil reducir más a los seres humanos a la categoría de medios”. No deja de ser una crítica débil, cauta, nada arriesgada. M. Rein es un reaccionario y un vocero del sector más inhumano de la clase explotadora. El solo hecho de darle cabida en su discurso, nos da una idea de la verdadera catadura moral de Sen. Bueno sería preguntarse por qué Amartya Sen en vez de prestar atención al reaccionario de Rein no le presta atención al revolucionario de Proudhon. La respuesta es sencilla: Sen está más cómodo cerca de los reaccionarios que de los revolucionarios. Así se ve con claridad a qué clase social sirve con su pensamiento. Después se verán con más detalles los límites de la concepción reaccionaria de Rein.

La visión de clase

Hablar en términos de clases es muy distinto que hablar en términos de ciudadanos o de seres humanos. La representación que nos hacemos del mundo es distinta. En la concepción de Amartya Sen los pobres están en un lado y los no pobres en otro lado, y la relación que existe entre ellos es puramente externa. Y lo que busca Amartya Sen es que los ricos se apiaden de los pobres y permita que el Estado los socorra. Y para ello les hace creer que hasta los ricos que carecen de libertades políticas o los ricos con pocos estudios también son pobres. Mientras que con la visión de clase las cosas cambian notablemente. La sociedad se divide en dos clases bien diferenciadas: los que son propietarios de los medios de producción y los que no lo son. Y dentro de los que no son los propietarios están los que trabajan y los que están en el paro. Y dentro de los que están en el paro están los pobres. Así que los pobres forman parte de la clase trabajadora. De manera que cuando se mide el grado de explotación de la clase trabajadora, debe incluirse a los pobres.

Requisitos de un concepto de pobreza

Escuchemos a Amartya Sen: “El primer requisito para conceptuar la pobreza es tener un criterio que permita definir quién debe estar en el centro de nuestro interés. Especificar algunas “normas de consumo” o una “línea de pobreza” puede abrir parte de la tarea: los pobres son aquellos cuyos niveles de consumo caen por debajo de estas normas, o cuyos ingresos están por debajo de esa línea. Pero esto lleva a otra pregunta: ¿El concepto de pobreza debe relacionarse con los intereses de: 1) sólo los pobres: 2) sólo los que no son pobres, o 3) tanto unos como otros?”

No ve usted, atento lector, cómo Amartya Sen al formular esta segunda pregunta cae en el juego del pensamiento reaccionario de M. Rein, hasta el punto, cómo tendrá oportunidad de ver después, de darle en parte la razón. ¿No es evidente que es el colmo del pensamiento escolástico y formal transformar en un problema la pregunta sobre quién debe recaer el concepto de pobre? ¿No es un exceso de formalismo y superficialidad atreverse a preguntar si el concepto de pobre debería abarcar a los no pobres o tanto a los pobres como a los ricos? Yo creo que sí. Amartya Sen es odiosamente formalista en algo tan grave y tan duro.

Amartya Sen descarta sin más la opción 2), la que afirma que el concepto de pobreza debe alcanzar a los no pobres. No obstante, simpatiza un poco con la opción 3), aquella que dice que el concepto de pobreza debe alcanzar tanto a los pobres como a los ricos, hasta el punto de que llega a afirmar: “Sin duda, la penuria de los pobres afecta al bienestar de los ricos. La verdadera pregunta es si estas consecuencias se deberían incorporar como tales en el concepto de pobreza, o figurar como posibles efectos de la pobreza”. Aquí Amartya Sen muestra a todas luces que bajo su piel de cordero hay un lobo capitalista. Lo cierto es que la desmesurada riqueza es causa de la extrema pobreza, de manera que en este sentido en el concepto de pobreza si debemos incluir a los ricos. Los ricos son ricos gracias a que los pobres son pobres, gracias a que los primeros se apropian del trabajo de los segundos. Pero Amartya Sen ha invertido la relación de causa y efecto que hay en los hechos: presenta a los pobres causando efectos en el bienestar de los ricos, mermando el bienestar de los ricos. Y esto lo convierte en un lobo capitalista.

La tasa de incidencia

A pesar de que descarta la primera opción y coquetea con la tercera, Amartya Sen termina afirmando que “el foco del concepto de pobreza tiene que ser el bienestar de los pobres como tales, sin importar los factores que lo afectan”. Después de esta “gran conclusión” Amartya Sen dice lo siguiente: “La pobreza se expresa como la relación entre el número de pobres y la población total de la comunidad. Esta tasa de incidencia (H) tiene por lo menos dos serias limitaciones. En primer lugar, no da cuenta de la magnitud de la brecha de los ingresos de los pobres con respecto a la línea de pobreza. En segundo lugar, es insensible a la distribución del ingreso entre los pobres”. No niego la importancia económica que tiene estas dos limitaciones, pero no deja de ser sospechoso que no hable de la brecha que hay de los ricos respecto de la línea de pobreza y de la diferencia de ingresos entre los no pobres. Así la visión sería enteramente global.

El enfoque biológico

Escuchemos a Amartya Sen: “En su famoso estudio de principios de siglo sobre la pobreza en York, Seebonm Rowntree definió las familias en situación de pobreza primaria como aquellas cuyos ingresos totales resultan insuficientes para cubrir las necesidades básicas relacionadas con el mantenimiento de la simple eficiencia física”. A esta concepción Amartya Sen le plantea tres objeciones: una, en virtud de las diferencias climáticas y hábitos de trabajo los requerimientos nutricionales básicos son difíciles de establecer con precisión, dos, la conversión de los requerimientos nutricionales mínimos en requerimientos mínimos de alimentos tan bien es difícil de precisar, puesto que dependen de los hábitos de consumo de las personas, y tres, resulta difícil definir los requerimientos mínimos para los rubros no alimentarios. Así que Amartya Sen concluye: “En vista de estos problemas, bien se puede coincidir con Martín Rein, cuando afirma que casi todos los procedimientos utilizados en la definición de la pobreza como nivel de subsistencia se pueden cuestionar razonablemente”.

Yo creo que estos problemas no se dan cuando se estudian los requerimientos nutricionales de los animales que hay en un zoológico. No creo que se deba buscar una estricta precisión matemática y que los pobres merecerían un trato más humano que la que se les confiere a los animales. Amartya Sen suele hablar mucho de la libertad en relación con la pobreza; pues bien, que se le de la libertad a los pobres para que ellos digan cuáles y cuántos son los medios de subsistencia que necesitan para vivir con dignidad. Seguro que si a una persona con mucho dinero le preguntáramos con cuánto dinero debería vivir su hijo para llevar una vida digna, esa cuantía sería muchísima más grande que si se lo preguntáramos a un pobre. Así que no hay nada de difícil en la precisión de los requerimientos nutricionales básicos como tampoco lo hay en los alimentos en que habría que convertir esos requerimientos. No es un problema de precisión, es un problema de intereses.

El enfoque de la desigualdad

Después de que Millar y Roby afirmaran que “enunciar los problemas de la pobreza en términos de estratificación supone concebir la primera como un problema de desigualdad”, Amartya Sen hace la siguiente valoración: “Es claro que hay mucho que decir a favor de este enfoque. No obstante, cabe argüir que la desigualdad es fundamentalmente un problema distinto de la pobreza. Analizar la pobreza como un problema de desigualdad o viceversa no le haría justicia a ninguno de los dos conceptos. Obviamente, la desigualdad y la pobreza están relacionadas. Pero ninguno de los conceptos subsume al otro”. Es obvio que Amartya Sen no cesa de pensar de forma escolástica, con los rudimentos de la lógica formal, quedando muy lejos del materialismo histórico y dialéctico.

Escuchemos a Aristóteles en tres ocasiones en su obra La Política. Primero en el capítulo VI, titulado Idea general de la República, donde dice: “Tres elementos se disputan en el Estado la igualdad: la libertad, la riqueza y el mérito”. Escuchémoslo por segunda vez en el capítulo IV titulado Examen de la constitución propuesta por Fáleas de Calcedonia: “Para muchos el punto capital parece ser la organización de la propiedad, origen único, a su parecer, de las revoluciones. Fáleas de Calcedonia es el que, guiado por este pensamiento, ha sido el primero que ha sentado el principio de que la igualdad de fortuna entre los ciudadanos era indispensable”. Y tercero, en este mismo capítulo, dice esto otro: “Ya he dicho que Platón, en el tratado de las leyes, permitía la acumulación de la riqueza hasta cierto límite, que no podía pasar en ningún caso del quíntuplo de un minimun determinado”.

Resulta asombroso que Fáleas de Calcedonia y Platón, dos esclavistas, tengan un pensamiento más revolucionario que el de Amartya Sen. Esto nos da una idea de hasta que punto se han vuelto conservadores e incluso reaccionarios los representantes teóricos de la burguesía actual. También nos da una idea de lo formal y poco profundo que es el pensamiento filosófico moderno, en especial el empirismo y el positivismo, al que está fuertemente abrazado Amartya Sen.

Las grandes diferencias económicas entre los hombres generan luchas sociales. Que estas luchas sociales se transformen en revoluciones dependen de más aspectos que sólo las diferencias económicas. De todos modos, es sabio el pensamiento de Fáleas de Calcedonia cuando afirma que la igualdad de fortuna evitaría las revoluciones o luchas sociales. También es sabio el pensamiento de Platón cuando plantea que para evitar las grandes diferencias económicas entre los hombres hay que establecer un tope máximo de riqueza. E igualmente es sabio el pensamiento de Aristóteles cuando afirma que la riqueza es uno de los tres aspectos que se disputan la igualdad en el Estado. Afirmar, como hacer Amartya Sen, que la desigualdad es un problema fundamentalmente distinto de la pobreza es un puro formalismo, hacerle el juego a la burguesía y situarse más atrás que los grandes filósofos de la época de la Grecia clásica.

La revolución burguesa y con ella el Estado de derecho estableció la igualdad política entre los hombres. Todos los hombres son iguales ante la ley independientemente de su fortuna, sexo y creencia religiosa. Es una igualdad que se basa en la abstracción de las diferencias de riqueza. Esa es su grandeza y esa es su limitación. Es grande si comparamos la revolución burguesa con la sociedad feudal, pero su limitación se muestra en su comparación con el socialismo, una sociedad donde no sólo se pretende que los hombres sean políticamente iguales, sino también económicamente iguales. No hablo ni planteo la igualdad absoluta, pero si una igualdad relativa. Es lógico y razonable que una persona en función de su trabajo gane cinco veces más que el trabajador que vive del salario base, ahí nos mantenemos dentro de los parámetros de la igualdad relativa, lo que no es lógico es que gane cincuenta, cien y mil veces más.

Privación relativa

Escuchemos a Amartya Sen: “El concepto de privación relativa se ha utilizado con buen fruto para analizar la pobreza, sobre todo en la literatura sociológica. Ser pobre tiene mucho que ver con tener privaciones y es natural que, para un animal social, el concepto de privación sea relativo. Si embargo, en el término privación relativa están contenidas, al parecer, nociones distintivas y diversas.

Una distinción tiene que ver con el contraste entre sentimientos de privación y condiciones de privación. Peter Townsend ha sostenido que la última sería una mejor acepción. Hay mucho que decir a favor de un conjunto de condiciones concretas que permitieran usar el término privación relativa en un sentido objetivo para describir situaciones en las cuales las personas poseen cierto atributo deseable, menos que otras, sea ingreso, buenas condiciones de empleo o poder.

Por otra parte, la elección de las condiciones de privación no puede ser independiente de los sentimientos de privación. Los bienes materiales no se pueden evaluar, en este contexto, sin una referencia a la visión que la gente tiene de ellos; incluso si los sentimientos no se incorporan de manera explícita deben desempeñar un papel implícito en la selección de los atributos.

Estos diferentes aspectos relacionados con la idea general de privación relativa influyen de modo considerable en el análisis social de la pobreza. Sin embargo, vale la pena señalar que tal enfoque no puede ser, en realidad, la única base del concepto de pobreza. Una hambruna, por ejemplo, se considerará de inmediato como un caso de pobreza aguda, sin importar cuál sea el patrón relativo dentro de la sociedad. Por lo tanto, el enfoque de privación relativa s complementario, y no sustitutivo, del análisis de la pobreza en términos de desposesión absoluta”.

Enumeremos las genialidades aportadas por Sen en la elaboración del concepto de privación. Una, el concepto de privación ha dado muchos frutos en sociología, dos, para un animal social el concepto de privación tiene que ser relativo, tres, en el concepto de privación hay dos aspectos que distinguir: condiciones de privación y sentimientos de privación. Cuatro, el término de privación relativa puede ser usado para describir que las personas poseen ciertos atributos, como ingreso, empleo o poder. Quinto, la elección de las condiciones de privación no puede ser independiente de los sentimientos de privación. Y sexto, el enfoque de la privación relativa es complementario del enfoque de la desposesión absoluta.

Es obvio que este pensamiento es extremadamente formal, exageradamente vago, no ahonda para nada en el análisis de la pobreza; y las distinciones que establece para el concepto de privación son muy banales. ¿Qué sabemos de nuevo acerca de la pobreza con esta aportación de Amartya Sen? Nada. Es más, es una forma de distraer a los intelectuales, engatusarlos con palabras generales, rehuyendo lo concreto. La economía, incluso cargándola de ética, trata de la riqueza. Y si trata de la riqueza, trata de los medios para producir la riqueza. Y si trata de los medios para producir la riqueza, debe tratar de la propiedad sobre dichos medios. ¿Por qué afirmo que el pensamiento de Amartya Sen es extremadamente formal? Porque hablando de privación no habla de la principal privación que habría que hablar en economía: la privación de medios para producir riqueza. Escamotear esta cuestión fundamental y decisiva, esquivarla continua y regularmente, es una manifestación de que Amartya Sen sirve a los intereses de los capitalistas.

El concepto de pobreza como fruto de una convención

Escuchemos a Amartya Sen: “Como ha dicho Eric Hobsbawm, la pobreza se define siempre de acuerdo con las convenciones de la sociedad donde ella se presente. Hace más de doscientos años Adam Smith expuso el punto con gran claridad: “Por mercancías necesarias entiendo no sólo las indispensables para el sustento de la vida, sino todas aquellas cuya carencia es, según las costumbres de un país, algo indecoroso entre las personas de buena reputación, aún entre las de clase inferior”. En el mismo espíritu, Karl Marx sostenía que si bien es cierto que hay un elemento histórico y moral en el concepto de la subsistencia, aún así, en un país determinado y en un periodo determinado, está dado el monto promedio de los medios de subsistencia necesarios. Es posible que Smith y Marx hayan sobrestimado el grado de uniformidad de opiniones en una comunidad en torno al contenido de la subsistencia o la pobreza. Acaso la descripción de necesidades diste mucho de ser ambigua. Pero la ambigüedad de una descripción no la convierte en un acto descriptivo sino sólo en uno de descripción ambigua”.

Vuelve aquí a repetirse el exacerbado formalismo de Amartya Sen. Cree que el nivel de subsistencia alcanzado por los trabajadores, el salario mínimo, es fruto de una convención o de un acto descriptivo llevado a cabo por un despierto intelectual, cuando en realidad es fruto de luchas históricas. E incluso tiene la desfachatez de catalogar de ambiguo el nivel mínimo de subsistencia, esto es, el salario mínimo. Amartya Sen es descaradamente burgués por todos los costados.

El planteamiento de Marx en torno al nivel de subsistencia o valor de la fuerza de trabajo

Escuchemos a Marx en El Capital, en la sección Compra y venta de la fuerza de trabajo: “Si el propietario de la fuerza de trabajo ha trabajado hoy, tiene que poder repetir mañana el mismo proceso en las mismas condiciones de fuerza y salud. Así, pues, la suma de medios de subsistencia tiene que ser suficiente para mantener al individuo trabajador como individuo trabajador en su estado normal de vida. Las necesidades naturales, como la alimentación, el vestido, la calefacción, la vivienda, etcétera, varían según el clima y otras condiciones naturales de cada país. Por otro lado, el volumen de las llamadas necesidades naturales, así como el modo de satisfacerlas, son un producto histórico y, por lo tanto, depende en su mayor parte del nivel cultural de un país, y entre otras cosas, también y esencialmente, de las condiciones, los hábitos y las exigencias con que se haya formado la clase de los obreros libres. En contraste con las otras mercancías, la determinación del valor de la fuerza de trabajo contiene, pues, un elemento histórico y moral. Sin embargo, en un país y en un periodo determinado viene dado el promedio de los medios de subsistencia necesarios”.

Enumeremos las ideas principales de Marx. Una: el volumen de las necesidades naturales y su modo de satisfacerla son un producto histórico y no el resultado de una convención. Dos: el volumen de las necesidades naturales depende del nivel cultural de cada país y de los hábitos, condiciones y exigencias con que se haya formado la clase de los obreros libres. Tres: la determinación del valor de la fuerza de trabajo, a diferencia del resto de las mercancías, contiene un elemento histórico y moral. Y cuatro: en un país y en un periodo determinado viene dado el promedio de los medios de subsistencia necesarios. Y esta cuarta determinación no tiene nada de ambigua: lo expresa el salario base. Y el salario base es un fruto histórico, un fruto de la lucha de la clase obrera, un fruto de sus exigencias. También es un fruto de la resistencia y de la lucha de la clase capitalista. Todo menos una convención o un acto de descripción intelectual.

Los pobres y la libertad

Alejandro Schtulmann, autor de un comentario sobre el libro de Amartya Sen titulado Desarrollo y libertad, dice lo siguiente: “Sen da comienzo a su libro exponiendo que a pesar de los incrementos sin precedente en riqueza global, el mundo contemporáneo niega las libertades más básicas a un gran número –si no es que la mayoría- de sus habitantes. En algunos casos, señala el autor, la falta de estas libertades puede ser directamente relacionada con la pobreza económica, que priva a la gente de la libertad para satisfacer el hambre, lograr un nivel adecuado de nutrición, obtener las medicinas y los medios necesarios para tratar enfermedades, o la oportunidad de disfrutar agua o instalaciones sanitarias”.

Amartya Sen pone aquí en práctica algunos trucos conceptuales que bien merecen ser puestos al descubierto. Cuando Sen se pregunta ¿quién es el que niega a la mayoría de los habitantes del mundo sus libertades básicas? Responde de un modo extremadamente genérico y escurridizo: el mundo contemporáneo. Es tan cobarde o tan burgués que es incapaz de nombrar de forma concreta a los responsables de la falta de libertades básicas en el mundo. No hay que ser muy sabio para saber que son los grandes capitalistas, los grandes financieros, las grandes oligarquías.

Hablemos de otro truco. A nadie se le ocurriría plantear que la necesidad de alimentarse se puede representar como la libertad para satisfacer el hambre. Todos sabemos que el reino de la libertad empieza cuando se tienen cubierta las necesidades básicas. Así que es un truco de mal gusto presentar la necesidad de alimentación como un acto de libertad. Hay más: la verdadera libertad, la superación del reino de la necesidad, se logra, a juicio de Marx, con la reducción de la jornada laboral. Ahí está la clave de la verdadera libertad humana y no en esos trucos conceptuales que transforman las necesidades en libertades.

Hambre, prensa y democracia

Amartya Sen, en un articulo publicado en Clarín Digital y titulado Hambre, prensa y democracia, dice los siguiente: “La existencia y el ejercicio de las libertades y los derechos políticos, incluida la libertad de expresión, hacen más fácil evitar desastres económicos como las hambrunas. En la terrible historia de las hambrunas, se destaca que no se produjo ninguna hambruna significativa en un país con forma de gobierno democrática y una prensa relativamente libre”. Y más adelante dice esto otro: “Sin embargo, China no fue capaz de evitar la hambruna. Se calcula que las hambrunas de China de 1958 a 1961 mataron a 30 millones de personas, diez veces más que la gigantesca hambruna de 1943 en la India británica. El llamado gran salto adelante iniciado a fines de los años 50 fue un fracaso masivo, pero el gobierno chino se negó a admitirlo y siguió aplicando dogmáticamente las mismas políticas desastrosas durante otros tres años. Es difícil imaginar que esto hubiera podido pasar en un país que tiene elecciones regularmente y una prensa independiente”.

Esta es una forma caprichosa de razonar, de enlazar cosas sin fundamentos ni pruebas, sencillamente para servir a los intereses del capitalismo. Hagamos gala de un juicio caprichoso. Las dos guerras mundiales fueron obra de los países más avanzados y democráticos del mundo. Y estos países estaban en posesión de la prensa más “libre” e independiente” del mundo. Pero en la segunda guerra mundial, sólo en la Unión Soviética, hubo 30 millones de muertos. La pregunta sería: ¿cómo habiendo democracia y prensa independiente no se evitó esa masacre? Esto sería una pregunta estúpida, puesto que lo cierto es que se produjo esa masacre, y no sería la presencia o ausencia de democracia la causa que lo explicara. Todo el mundo sabe que lo hay de fondo en toda guerra son los intereses económicos y no ninguna clase de intereses humanitarios o democráticos.

Del mismo modo se tendría que dar primero en los países democráticos la posibilidad de una hambruna para preguntarse después si la democracia sería un medio para evitarla o no. Y mientras esta posibilidad no se de, la afirmación de Sen carece de fundamento. De todos modos es una asociación caprichosa la de la democracia con la hambruna, es sencillamente un medio para criticar al socialismo chino. No digo que el socialismo chino no pueda ser criticado por sus errores, que los tuvo y los tiene, pero hay críticas y críticas: hay críticas que pretenden mejorar el socialismo y otras que pretenden liquidarlo.

Hablar de que la prensa en los países capitalistas es libre e independiente es una burla, un engaño que nadie debe tragarse. En primer lugar la prensa está en manos privadas. De manera que la prensa no es independiente de esos intereses privados. Será supuestamente independiente de los intereses del gobierno de turno, pero no de sus propietarios. Y en segundo lugar, los creadores de opinión, los directores de informativos y los periodistas más famosos del mundo ganan mucho dinero, hecho que los convierten en capitalistas. De manera que no podemos esperar ninguna independencia de los intereses del capital por parte de aquellos que son capitalistas y se alimentan del sistema capitalista.

En lo que se refiere a que la prensa es libre, sin duda que es libre. Pero la cuestión es saber quién ejerce esa libertad. Y los que ejercen la libertad de expresión son los grandes periodistas y líderes de opinión que mencionamos antes. La libertad es directamente proporcional al poder que se ostente. Y los trabajadores, y en especial sus capas pobres, carecen de poder o el que tienen es muy raquítico. Así que de poca libertad pueden disfrutar.

Dado que las hambrunas afectan a muchas menos personas que el hambre crónica y son más ocasionales, cabe preguntarse por qué Sen hace tanta incidencia en las hambrunas. A mi no me cabe la menor duda: tiene mayor rentabilidad ideológica y política. Los burgueses siempre buscan la manera de afear el socialismo. Pero contraataquemos. Fian Internacional el 13 de octubre de 2005 hizo público el siguiente comunicado: “La India es el país con el número más alto de personas en el mundo sufriendo de hambre. Casi un cuarto del total mundial de los desnutridos vive en la India”. Habría que preguntarle a Sen cómo es posible que esto suceda si en India hay “democracia” y “prensa independiente”.

Sigamos contraatacando. En Tierramérica, en la sección Noticias, el 28 de octubre de 2006, podemos leer lo siguiente: “La Corte Suprema de Justicia de India debió intervenir en septiembre para obligar al gobierno a distribuir el excedente de arroz y trigo entre los famélicos de una población nacional de 1.000 millones de habitantes. “Nuestros graneros están rebosantes porque la gente no tiene con qué comprarlos”, afirmó el ministro de Agricultura, Ajit Singh. Singh fue el primer político del partido del gobierno, a nivel federal, en describir una situación en que millones de personas mueren de hambre mientras las autoridades se quejan del excedente de grano, que llegará a 80 millones de toneladas, según estimaciones”. A Sen y a todos los empiristas les encanta hablar de la causalidad y de las relaciones de la causalidad, pero no quieren ver lo que tienen delante de los ojos: el sistema capitalista genera hambre por un lado y sobreproducción por otro lado. Ya lo dijo Marx hace muchos años: la causa de todas las crisis está en el bajo poder adquisitivo de los trabajadores.

Realicemos el último contraataque. En el Correo, en junio de 2001, P. Sainath, un periodista indio independiente, se expresa en los siguientes términos: “A comienzos de mayo de este año, la Suprema Corte india tuvo que intervenir para que el hambre pudiera regresar a la primera plana de la prensa. Es un caso sorprendente. ¿Quién habría imaginado que una publicación necesita que la justicia le diga que el hambre sigue siendo un tema importante en este país y en el resto del sudeste asiático?

India, Pakistan y Bangladesh declararon en los últimos años que poseían un excedente de 50 millones de toneladas de alimentos. Pese a todo, entre los tres vecinos reúnen la mitad del hambre del mundo. …Cifras recientes del gobierno demuestran que en Anantapur, uno de los distritos de Andhra, entre 1997 y 2000 se suicidaron 1.826 personas, sobre todo agricultores con pequeñas propiedades inferiores a una hectárea. Una vez más los medios de comunicación optaron por mirar en otra dirección, permitiendo que las autoridades manipularan informes sobre las razones de esas muerte. …En el decenio pasado, la prensa india –obsesionada por los temas triviales- dedicó enorme espacio a explicar que la floreciente clase media india por fin tenía acceso a las hamburguesas McDonald´s y a las marcas más sofisticadas de la moda internacional. O a escribir sobre la proliferación de clínicas para adelgazar y concursos de belleza. Esos son temas que generan rédito publicitario, no las desagradables historias sobre gente muriendo de hambre o la falta de agua potable aun en el corazón de las grandes ciudades. Las contradicciones de India se reflejan en la prensa. Por un lado, están los grupos humanos excedidos en peso que pagan miles de rupias para adelgazar en clínicas especializadas; por el otro, hay miles de personas que mueren de hambre. Los medios de comunicación prefieren la primera parte de la realidad e ignoran la segunda”.

¿No es evidente que el pensamiento de Sen, que una prensa “independiente” y “libre” sería un freno para la pobreza, carece de fundamento? ¿No vemos el ejemplo en India? En primer lugar, la prensa burguesa se ocupa de problemas triviales y oculta los graves problemas de la gente sencilla. La prensa burguesa como el pensamiento burgués actual es superficial y banal. Y en segundo lugar, los medios de comunicación son empresas capitalistas y lo que buscan es vender lo más que puedan. No son independientes de las ventas ni de las ganancias. Así que es un engaño lo que dice Sen. La prensa “independiente” no es un remedio para evitar el hambre ni la hambruna. Y si en algún caso se ocupa de los problemas del hambre, lo hará porque así se vende más ejemplares.

La visión de Marx sobre los pobres

El capital produce pobres de diversas maneras. Hablemos de dos de ellas. Una: al avanzar la acumulación capitalista varía la proporción que se da entre capital constante, dinero invertido en medios de producción, y capital variable, dinero invertido en fuerza de trabajo. Si originariamente esta proporción era de 1: 1, después se convierte en 2:1, 3:1, 4:1, etcétera, de modo que se va invirtiendo progresivamente cada vez menos en fuerza de trabajo y más en medios de producción. Escuchemos a Marx: “la acumulación capitalista produce constantemente, en proporción a su energía y a su volumen, una población relativamente adicional, es decir, sobrante para las necesidades medias de valorización del capital y, por lo tanto, superflua.

Y dos: el gran capital de continuo destruye al pequeño capital y, con ello, destruye los puestos de trabajo creado por el pequeño capital. Por lo tanto, los pobres son un producto del capital y no algo independiente del cual es difícil saber sus causas. En una sociedad capitalista los puestos de trabajo los crea el capital; y si hay pobres, será porque el capital es incapaz de crear los puestos de trabajo que necesita en la actualidad la humanidad. Hecho que pone de manifiesto que el sistema capitalista se ha convertido en un obstáculo para el desarrollo libre y armonioso de la humanidad.

Francisco Umpiérrez Sánchez

En Las Palmas de Gran Canaria. 1 de noviembre de 2006.

Fútbol y Economía

El Fútbol como Manifestación del Capitalismo



“El simple contacto social engendra en la mayoría de los trabajos productivos una emulación y una excitación propia de los espíritus vitales que incrementan el rendimiento individual de cada uno, de suerte que una docena de personas juntas rinden en una jornada laboral de 144 horas un producto total mucho mayor que 12 obreros aislados, cada una de los cuales trabaja doce horas, o que un obrero que trabaja doce días seguidos. Esto se debe a que el hombre es por naturaleza, si no un animal político, como opinaba Aristóteles, sí un animal social”. Karl Marx. El Capital.

Lo social y lo privado

Marx no cesó de señalar el carácter social de los procesos económicos y el carácter privado de sus rendimientos. Dicho de forma muy sencilla: en todo lo que ocurre de grandioso en el mundo son siempre muchos los que trabajan, pero al final terminan aprovechándose sólo unos pocos. Hoy día la vida de masas se manifiesta en muchos fenómenos sociales, pero su aprovechamiento, sus mayores rendimientos, sigue teniendo un carácter privado. Demos un primer dato sobre el Mundial de Fútbol de Alemania 2006: la audiencia acumulada al finalizar el torneo ascenderá a 33.000 millones de telespectadores. Se destaca así de forma abrumadora el carácter eminentemente social de este evento. Demos ahora un segundo dato: La FIFA ingresará 1.800 millones de dólares procedentes de proveedores y de derechos de televisión. Se destaca ahora, por el contrario, el carácter privado del aprovechamiento de sus resultados. Esto es un hecho que caracteriza la esencia del capitalismo: algo sucede por obra de los muchos, pero son unos pocos quienes se aprovechan y de modo desproporcionado.

El fútbol como fenómeno de masas



A la gente le gusta estar con la gente y asistir a un estadio de fútbol es un medio para dicho fin. No es lo mismo ver un partido de fútbol solo que acompañado de decenas de miles de personas. Para los futbolistas tampoco sería lo mismo. La masa social da vida, alegría y entusiasmo. La pregunta sería ahora por qué hacer vida de masas debe costar tan caro. La afición al fútbol sale cara. Una vez un taxista me comentó que él se gastaba al mes doscientos euros en fútbol: en asistir al estadio dos veces al mes, cuando su equipo jugaba en casa, y en comprar los partidos televisados más interesantes. Además, como él mismo me comentó, el aficionado siempre termina financiando al club de varias maneras: comprando acciones, que nunca le van a arrojar dividendo alguno, camisetas, bufandas, gorras, etcétera. También las peñas de fútbol, que acompañan al equipo cuando éste juega fuera, se gastan sus buenas sumas de dinero. Así que hoy día las masas futboleras se han convertido en una fuente muy importante de financiación de los clubes de fútbol.

El fútbol y la enajenación

Sin duda que el mundo de hoy está muy mal. Hay demasiadas desgraciadas. Si la gente, después de acabar la jornada laboral, se pusiera a pensar en el mundo y sus males, se hundiría en el pozo de la depresión. Así que necesita de medios que le hagan olvidar las desgracias y le alegren un poco la vida. El fútbol es uno de esos medios. Está así la gente fuera de sí misma, dominada por una pasión de la que participan las grandes masas, olvidada de los problemas que le agobian día a día. Es un momento de respiro, aunque de un respiro enajenante.

Enajenarse, sin duda, que no es bueno. Pero en ocasiones es necesario. Si acabáramos con los males que azotan a la humanidad, la necesidad de enajenarse caería en picado y todos seríamos realmente más libres. Pues no debemos creer a los teóricos burgueses, expertos en sistematizar la vida superficial y en justificar el orden existente, cuando nos presentan a la sociedad capitalista como una sociedad libre, sin señalar que esa libertad es enajenante. Y enajenarse es perderse uno de sí mismo o vivir algo para no ver otra cosa u olvidarse de ella.


El fútbol y las señas de identidad

Todos los clubes de fútbol se convierten en señas de identidad de sus abnegados y sacrificados aficionados. Pero además de eso, se convierten en señas de identidad de una localidad, de una ciudad y de una nación. Cuando se celebran los mundiales de fútbol, cada equipo se convierte en representante de una nación. Y es entonces cuando las banderas nacionales ondean en los estadios y cuando los colores nacionales visten a los aficionados. Aunque los futbolistas tienen el honor de representar a una nación, no lo hacen por amor a la nación, sino por amor al prestigio y al dinero. Los futbolistas españoles, sin ir más lejos, si hubieran ganado el mundial, cada uno de ellos hubiera percibido 540.000 euros. Y son un total de 23 jugadores. Así que todo tiene un precio, incluso la defensa de los colores nacionales. Es la victoria del dinero sobre la nación.

No nos engañemos sobre la realidad dejándonos llevar por el entusiasmo futbolero. No seamos tan superficiales hasta el punto de creer que la selección española une a los españoles. No creamos en esos símbolos y apariencias, creamos en el contante y sonante dinero, que es el más importante y poderoso de todos los símbolos. Esto todo el mundo lo sabe: el fútbol se ha convertido en un enorme negocio. El mundial de Alemania es el más comercializado de todos los mundiales: el volumen de negocio que moverá ascenderá a 12 mil millones de dólares y los premios a repartir entre las 32 selecciones superarán los 260 millones de dólares.

El fútbol y la energía de masas

Cuando se observa la cantidad de personas que se mueven en torno al fútbol, el tiempo que le dedican, la pasión e interés que ponen en ello, uno no puede dejar de pensar cómo se podría cambiar el mundo si esta enorme energía de masas se empleara para fines más trascendentes: acabar con la pobreza, las guerras, las discriminaciones, etcétera. Pero esto no sólo sucede en el fútbol: se observa también en las celebraciones religiosas y en los eventos musicales. Hay ahí unas enormes energías de masas empleadas, no para transformar el mundo, sino para divertirse y enajenarse. Esto nos da una idea de hasta que punto la irracionalidad domina nuestras vidas y cuánto derroche, no sólo material sino también espiritual, se produce en los países supuestamente más avanzados y civilizados del mundo.

La confluencia de intereses en torno al fútbol

En el fútbol se han fundido hoy día muchos intereses: los de los propietarios de los clubes, los de las empresas deportivas, los de las empresas publicitarias, los de los medios de comunicación y los de los propios futbolistas. Es una máquina de intereses que sólo se preocupa de cómo sacarles a los aficionados y amantes del fútbol la mayor cantidad de dinero de los bolsillos. Esta alianza hace que los unos protejan y justifiquen a los otros. Así el antiguo dueño de un club de fútbol como el Real Madrid, Florentino Pérez, acostumbrado a ganar muchísimos millones de euros al año, ve razonable que los jugadores ganen igualmente muchísimos millones de euros al año. Y a su vez lo jugadores ven razonable que su club haga lo imposible por aumentar sus arcas, aunque ello suponga la explotación de los aficionados.

Jugadores y aficionados

Eric Hobsbawm, prestigioso historiador marxista, en una entrevista publicada en Rebelión el 27 de junio de 2006, se expresaba a tenor de este tema en los siguientes términos: “Pero el fútbol, en general, está dominado por un puñado de equipos europeos, como el Manchesterd United, el Real Madrid, el Milan, etcétera, que, desde los años 80, reclutan a sus jugadores en todos los rincones del mundo. Algunos otros equipos europeos ganan dinero descubriendo talentos en el exterior, comprándolos baratos y revendiéndolos a los grandes. Eso viene ocurriendo con frecuencia con jugadores brasileños y argentinos. Pero lo paradójico de esa situación es que el atractivo global del fútbol, que genera un enorme público del que las translaciones como Nike sacan beneficio, se funda en el atractivo nacional del juego”. En todo este discurso falta el espíritu crítico y faltan los verdaderos blancos sobre los que apuntar la crítica.

Los futbolistas

Cuando Hobsbawm habla de que el fútbol está dominado por un puñado de equipos europeos, plantea las cosas como si la principal contradicción en el mundo del fútbol fuera la existente entre los equipos grandes y ricos y los equipos pequeños y pobres. Pero la contradicción no es esa, sino esta otra: la existente entre un puñado de jugadores que ganan cantidades fabulosas de dinero y las grandes masas de aficionados. Los explotados no son los jugadores, sino los aficionados. Las grandes estrellas del fútbol forman parte de los explotadores. Resulta, además, que estas grandes estrellas son endiosadas por los periodistas deportivos y son puestos como ejemplo ético para la juventud, cuando en realidad no son un buen ejemplo. Porque no es un buen ejemplo enriquecerse de modo desproporcionado y a costa de explotar las necesidades de diversión y enajenación de los muchos.

La alianza de los futbolistas con las empresa deportivas

Nike, gracias al concurso de las grandes estrellas del fútbol, aumentan sus ventas y, en consecuencia, obtiene más beneficios. Y de esos beneficios cobran las grandes estrellas de fútbol. Pero esos beneficios no han sido generados por los futbolistas, sino por los empleados de Nike. La mentalidad capitalista hace caer el mayor esfuerzo sobre el que produce frente al que vende, mientras que las mayores retribuciones las hace caer más sobre el que vende frente al que produce. Así que cuanto más venda Nike, cuanto más crezcan las necesidades de esa prenda deportiva, los futbolistas que hacen publicidad de esa marca, más ganarán.

La atracción por el fútbol

Hobsbawm habla de que el atractivo global del fútbol se funda en el atractivo nacional del fútbol. Recordemos lo que decía Marx en su reflexión sobre el método de la economía política: la percepción del objeto crea la necesidad del objeto. El fútbol, como objeto de la necesidad, es fruto de la percepción continuada y reiterada por parte de la gente, percepción que la televisión y la radio no se cansan de alimentar. Y la necesidad que sienten los niños de comprar una camiseta de Beckham también esta creada porque la percepción de ese niño ha sido alimentada por los medios de comunicación. La globalización sirve, por ejemplo, para que el Real Madrid venda camisetas de Beckham por todo el globo, de la que se aprovecha el propio Beckham. Así que la atracción desproporcionada que genera el fútbol sobre el mundo es obra de la televisión y de sus intereses privados. Y de estos privados participan las grandes empresas transnacionales y los futbolistas transnacionales.

El fútbol como manifestación del capitalismo

Marx decía del capitalista que su mentalidad era del tal modo que en todo, absolutamente en todo, veía un negocio. Y para que todo se transforme en un negocio, todo debe transformarse en mercancía. Y esto ha sucedido con el fútbol. Antes el fútbol estaba en manos de sociedades deportivas y no se producía como mercancía. Pero todo cambió: los clubes de fútbol fueron transformados en sociedades anónimas y el fútbol empezó a producirse como mercancía. Ha sido una gran victoria de la propiedad privada y del capitalismo sobre la propiedad pública y el socialismo. Pero muchos recordamos cómo eran los equipos de fútbol de los países del socialismo real: sus jugadores eran nobles en la cancha, percibían un salario normal, y una vez que acababan su etapa deportiva retornaban a su trabajo. Eran estrellas y eran muy admirados. Pero no se enriquecían ni vivían como reyes a costa de explotar las necesidades e ilusiones de las grandes masas.

La economía convencional y el enriquecimiento desorbitado

¿Cómo explicar que Ronaldinho perciba anualmente 8 millones de euros del club de fútbol donde milita en la actualidad? Los economistas convencionales recurren a dos conceptos: ingresos de transferencia y renta económica pura. El ingreso de transferencia sería equivalente al dinero que ganaría Ronaldinho en otra ocupación, por ejemplo, de camarero. Mientras que la renta económica pura sería la diferencia existente entre el ingreso de transferencia y lo que percibe en concepto de sueldo y prima del Fútbol Club Barcelona. De manera que la mayor parte de lo que gana Ronaldinho es renta económica pura. Para rematar esta concepción los economistas convencionales hablan de individuos únicos. Así que Ronaldinho es un individuo único y por esa razón gana lo que gana. La cuestión estaría, si quisiéramos evitar esta injusticia, en encontrar otro futbolista que hiciera lo mismo que Ronaldinho pero que cobrara menos. Así razonan los economistas convencionales. Pero en verdad los conceptos de ingresos por transferencia y renta económica pura no explican para nada por qué Ronaldinho se enriquece del modo tan exagerado como lo hace. Por el contrario, esas categorías sólo sirven para confirmar el orden existente y justificar el enriquecimiento desproporcionado. ¿Qué sabemos acerca del valor y su naturaleza llamando renta económica pura a la diferencia que hay entre lo que Ronaldinho ingresa como futbolista y lo que ingresaría como camarero? Nada, pero nada de nada. Sólo tenemos un nombre. Pero como dijera Marx: nada sé de una cosa sí solo sé su nombre.

Las categorías económicas y las relaciones entre las personas

Los economistas convencionales toman las categorías como si expresaran cosas o propiedades de las cosas, mientras que los marxistas las toman como expresión de las relaciones entre las personas. Antes el fútbol televisado era gratuito. No tenía precio. No era una mercancía. Así que las relaciones entre los clubes de fútbol y los televidentes no eran mercantiles. Pero una vez que esas relaciones de no mercantiles pasaron a ser mercantiles, los partidos de fútbol televisados adquirieron un precio. Así que una parte de los grandes ingresos percibidos por los clubes de fútbol, los derechos por retransmisiones deportivas, se explica porque han cambiado las relaciones económicas entre las personas. Pero para que la retransmisión televisiva de los partidos de fútbol se convirtiera en mercancía tuvo que producirse previamente dos cosas: por un lado, la aparición de las cadenas de televisión de propiedad privada, y por otro lado, la transformación de los clubes de fútbol en empresas capitalistas. Así que los desorbitados ingresos de los clubes de fútbol se deben a que las relaciones económicas entre las personas ha cambiado: de ser meramente deportivas a ser capitalistas. De manera que los ingresos desorbitados de Ronaldinho no se explican por medio del concepto de renta económica pura, sino por la constatación de que las relaciones económicas entre los hombres han cambiado. Basta con dejar de producir el fútbol como mercancía y Ronaldinho dejaría de percibir el dinero tan exagerado que percibe.

Los cambios económicos y la costumbre

Todos estamos acostumbrados a ir a la playa, tumbarnos en la arena a coger el sol y a bañarnos en el mar. Todo eso no cuesta nada. Es un bien público y todos lo disfrutamos. No obstante, en el lugar donde vivo hubo un tiempo en que ciertos sectores empresariales hablaron de la necesidad de que el disfrute de ese bien público tuviera un precio. ¿Por qué? Porque al Ayuntamiento le cuesta dinero mantener la playa limpia, mantener en funcionamiento los balnearios y acometer todas las obras de infraestructuras necesarias para el correcto disfrute de ese bien. Los capitalistas suelen hablar de este modo: al Ayuntamiento le cuesta dinero. Pero resulta que el Ayuntamiento es la representación objetiva de la sociedad, de manera que a quien le cuesta dinero es a la propia sociedad. Y si es a la propia sociedad a la que le cuesta dinero, es la propia sociedad quien debe disfrutarla.

Supongamos, no obstante, que esa tendencia se afianza y los capitalistas logran transformar a la playa en una mercancía y se deja en manos de una empresa privada su explotación. A partir de entonces ir a la playa costaría una determinada cantidad de dinero. Supongamos ahora que han pasado veinte años desde que se produjo ese cambio. Las personas que tuvieran quince años les parecería normal pagar una determinada suma de dinero por ir a la playa. Les parecería normal que como la empresa que explota la playa tiene una serie de gastos, cobrara lo que tuviera que cobrar. Se trata sólo de que observen cómo al cambiar las relaciones sociales entre los hombres, puesto que la transformación de la playa de un bien público en un bien privado es un cambio en esas relaciones, un sector de la sociedad se enriquece, la empresa que explota ese bien, mientras que el sector mayoritario de la misma, la que hasta ese entonces disfrutaba gratuitamente de la playa, ve mermada su renta disponible. Y la costumbre hace pasar por normal lo que no es normal. Puesto que para la izquierda lo normal es que las relaciones económicas entre los hombres sean socialistas, mientras que para la derecha lo normal es que las relaciones económicas entre los hombres sean capitalistas. Dicho de forma más gráfica: la izquierda quiere que las personas no se exploten los unos a los otros, mientras que la derecha quiere que unas personas exploten a otras.

Algo semejante ha ocurrido con la televisión y con el fútbol. Antes, al menos en España, eran bienes públicos. Pero con la profundización de la democracia, con la profundización de la libertad, se convirtieron ambos en bienes privados. Lo que sucedió fue que las grandes masas no se movilizaron para frenar esas privatizaciones y la izquierda no lo impidió. Cuando EEUU se disponía a atacar militarmente a Irak, millones de personas salieron a la calle para protestar e intentar impedir esa agresión. Desgraciadamente falta en la gente la conciencia de que las privatizaciones son tan graves como las guerras. Nos despojan de nuestros bienes y nosotros dejamos que lo hagan.

Las restricciones económicas

Primera restricción. Nadie duda de que la publicidad sea una agresión y que haya en exceso, sobre todo en la televisión y en la radio. Se ha prohibido en los márgenes de la carretera porque afeaba al paisaje. Del mismo modo se debía prohibir la publicidad estática en los estadios y la publicidad en las vestimentas deportivas. Puesto que las empresa no tienen derecho a estar constantemente bombardeándonos para excitarnos a consumir.

Segunda restricción. Debería quedar prohibido que cualquier famoso haga publicidad a favor de cualquier producto. Puesto que sabemos que no hace publicidad de ese producto por las cualidades que tiene, sino por el dinero que le paga la empresa que vende ese producto. Todo no puede ser vender y vender.

Tercera restricción. Los precios de las entradas de fútbol deben se establecidas por el Estado. Y para ello los clubes de fútbol tienen que retornar a ser sociedades deportivas y dejar de ser sociedades anónimas. Los precios de las entradas de la final del mundial de Alemania 2006 ascienden nada menos que a 768 dólares. Esto es una forma descarada e impune de explotación de masas. Con todo esto debe acabarse.

Con estas medidas no se están restringiendo las libertades de nadie, sino cambiando las relaciones económicas entre las personas, de manera que los pocos no exploten a los muchos. Como dice Marx en la cita que encabeza este trabajo: el hombre es un ser social. Pues bien, los frutos y los disfrutes de los grandes acontecimientos sociales también deben ser sociales.

Es necesario limitar los ámbitos de existencia de las formas mercantiles. Todo no puede ser mercancía ni todo se puede convertir en un negocio. Esta sociedad capitalista que se presenta a sí misma como defensora de los derechos humanos, que no cesa de vociferar que no hay valor más grande que el propio ser humano, pues bien, que libere al hombre de la deshumanización mercantil y monetaria, que cree espacios donde quede prohibido absolutamente la existencia de las formas mercantiles.

Francisco Umpiérrez Sánchez

En Las Palmas de Gran Canaria. 28 de junio de 2006.

Las Empresas por Acciones y el Socialismo del Siglo XXI

“La empresas capitalistas por acciones deben considerarse, lo mismo que las fábricas cooperativas, como formas de transición del modo capitalista de producción al asociado”. El Capital. Karl Marx.



Lo sustancial y lo accidental

Muchos analistas marxistas, en vistas de concebir el socialismo del siglo XXI y evitar los errores del pasado, hablan de que fueron la corrupción y la burocracia las causas principales de la desintegración de la URSS. Pero la corrupción y la burocracia no son aspectos esenciales de la economía, sino accidentales. Y puesta la mirada en lo accidental, estos analistas se alejan de lo sustancial: por un lado, no aprecian el desorbitado desarrollo que tenía en la URSS la industria pesada respecto de la industria ligera, que daba como resultado empresas muy bien equipadas y trabajadores muy mal pagados. Y por otro lado, no aprecian en su debida medida que en la URSS no se respetaba la ley del valor, puesto que los precios no los determinaba el mercado sino la autoridad estatal central.

Política y economía

No niego la prioridad o predominio de la política sobre la economía. Cuando se proyectan grandes transformaciones sociales, la política tiene que ser el lado predominante, máxime si hablamos del proceso de transformación del capitalismo en socialismo. No obstante, la política debe respetar las leyes objetivas de la economía. Y esto supone que quienes estén al frente del Estado deben tener conocimientos económicos de la sociedad actual en la que se vive y de la sociedad futura que se quiere conquistar. Entre marxistas se conoce muy bien la sustancia del valor, la cantidad de trabajo socialmente necesario para producir la riqueza, pero se desconoce las múltiples y variadas formas del valor, de las que cabe destacar la forma dinero. Este desconocimiento de las formas del valor es la causa principal de que muchos dirigentes políticos de la izquierda transformadora tengan una concepción errónea del socialismo.

La forma del valor

Heinz Dieterich en su trabajo El Socialismo del siglo XXI , publicado en Rebelión, hace dos afirmaciones que merecen ser enmendadas: una, “La necesidad de determinar el valor objetivo de los productos, tal como estipuló la economía clásica, es conditio sine qua non del socialismo, cuyos postulados fundamentales son: a) la justicia social y, b) la democracia participativa”. Y dos, “la determinación del valor objetivo es un problema metodológico-científico; la implementación del intercambio de valores iguales (equivalentes), es un problema de poder. Lo primero se resuelve con las matemáticas avanzadas y la informática; lo segundo con la Democracia Participativa. A diferencia del carácter subjetivo de los conceptos de precio y valor que usa la economía burguesa, el concepto de valor como trabajo abstracto incorporado a un producto o servicio es una magnitud objetiva”.



Estas afirmaciones no sólo están aquejadas de una grave confusión entre economía y política, sino que además son muy poco prácticas. Veamos primero la determinación objetiva del valor. Por mucho que se mire las mercancías que hay en un expositor, no habrá manera de percibir el valor contenido en ellas. Esa cuestión la deja muy clara Marx en El Capital: el valor en su forma natural, el valor como cantidad de trabajo abstracto contenido en un bien, carece de forma objetiva. Sólo adquiere forma objetiva en la relación de cambio de unas mercancías con otras, esto es, en el mercado. Así que el carácter objetivo del valor no es un problema que haya de resolver las matemáticas y la informática, sino que lo resuelve el mercado.

Ahora hablemos del intercambio de valores iguales. Un tejedor manual elabora un metro de tela en una hora. Pero mientras tanto se produce un cambio en el desarrollo de las fuerzas productivas y aparece en escena el telar a vapor, con el cual elaborar un metro de tela sólo cuesta media hora de trabajo. El tejedor manual, atado al viejo método de producción, seguirá incorporando una hora de trabajo a 1 metro de tela, pero su producto sólo representará media hora de trabajo social medio. Su trabajo individual de una hora representa ahora sólo media hora de trabajo social. Y cuando hablamos de valores, hablamos del trabajo social y no del trabajo individual. Así que el intercambio de valores iguales no es una cuestión que tenga que ver con la Democracia Participativa, sino con el desarrollo de las fuerzas productivas y la competencia.

Formas mercantiles y formas de capital

Es fundamental en la reflexión sobre el socialismo del siglo XXI distinguir con claridad la forma mercantil de la riqueza de su forma de capital. En la producción de mercancías rige el principio del derecho de propiedad sobre el trabajo propio. Accidentalmente podemos considerar que hay intercambios de valores desiguales, de manera que unas personas se apropien de ciertas cantidades de trabajo de otras personas, pero en un intercambio regular y habitual rige el intercambio de equivalentes o valores iguales. Así que insistimos: en el mundo mercantil rige el derecho de propiedad sobre el trabajo propio.



Marx demuestra en El Capital cómo la riqueza producida como capital permite a los capitalistas apropiarse de trabajo ajeno sin infringir la ley del intercambio de valores iguales. Cómo se produce esta apropiación y cómo se evita la infracción de esa ley no es el objetivo teórico del presente trabajo, pero todos los marxistas saben que la forma capitalista de producir la riqueza permite a los propietarios de los medios de producción apropiarse de trabajo ajeno. Así que bajo el punto de vista de la propiedad es fundamental distinguir la forma mercantil de la riqueza de la forma de capital: en la forma mercantil de la riqueza rige el derecho de propiedad sobre el trabajo propio, mientras que en la forma de capital de la riqueza rige el derecho de propiedad sobre el trabajo ajeno.

Uno de los principales errores del modelo soviético de socialismo fue la confusión que hubo entre sus dirigentes entre la forma mercantil de la riqueza y la forma de capital. Se pensó que la tarea del poder soviético no era sólo acabar con la forma capitalista de la riqueza sino también con su forma mercantil. Y al negar la forma mercantil de la riqueza, al no permitir que los precios los estableciera el mercado, no se respetó la ley del valor. Y cuando no se respetan las leyes objetivas de la economía, las cosas van mal y lo paga el pueblo.

Empresario y capitalista

En los inicios del capitalismo, esto sucede hoy día también en las pequeñas empresas, el propietario de la empresa era al mismo tiempo el empresario o gestor de la misma. De esta manera no se distinguía con claridad lo que ganaba dicha persona como gestor de la empresa de lo que ganaba como propietario de la misma. En esa época reinaba la idea de que todo lo que poseía el capitalista se lo había ganado con su trabajo. Pero desde que surgió la sociedad anónima, la sociedad por acciones, quedó claro que unas personas eran las propietarias de la empresa, que cobran dividendos, y otra persona es el gestor o empresario, que cobra un salario. Este salario suele ser muy grande o bastante grande en relación con el salario medio. Pero lo importante es que con las sociedades anónimas la función de propiedad quedó diferenciada de la función de trabajo. Así que ser empresario es una función de trabajo y ser capitalista es una función de propiedad. Ahora ya no se puede argumentar que lo que gana una persona como capitalista es fruto de su trabajo. Ahora queda demostrado que lo que gana una persona como capitalista es fruto de la apropiación de trabajo ajeno. De ahí los intentos repetidos de la economía convencional por demostrar que el trabajo no es la sustancia de los valores. Como en las economías actuales, por muy avanzadas que sean, la pequeña y la mediana empresa siguen creando la mayor cantidad de empleo, la confusión entre empresario y capitalista se sigue dando. Y sigue teniendo un gran peso en la conciencia media que lo que posee en propiedad el empresario-capitalista es fruto de su trabajo.

Las acciones y los trabajadores

En principio podemos dejar sentado que quien se compre una acción y cobre anualmente un dividendo, se está apropiando de trabajo ajeno. Y como comprar acciones es algo que está al alcance de cualquiera, incluido los trabajadores, cualquiera tiene la posibilidad de apropiarse de trabajo ajeno. De esta manera parece quedar disuelta la contradicción entre capital y trabajo. Ya que si cualquier trabajador puede comprar acciones, cualquier trabajador es un capitalista, aunque sea en pequeña escala. Vista esta situación parece que lo razonable sea que en el socialismo quede prohibida la creación de empresas por acciones y con ella el derecho de comprar acciones. Pero surge un pequeño problema: ¿qué sucede con los ahorros de los trabajadores? ¿Permitiremos que esos activos económicos queden en paro? ¿No estaríamos así impidiendo un mayor desarrollo económico? Creo que ningún dirigente político dejaría que una parte de los recursos monetarios del país no tuvieran rendimientos. Así que no queda más remedio que permitir que en el socialismo haya sociedades anónimas donde los trabajadores inviertan sus ahorros.

Las acciones y el derecho de propiedad

En El Capital , en la sección dedicada al estudio de las rentas y sus fuentes, Marx dice lo siguiente: “Plustrabajo en general, como trabajo que rebasa las necesidades dadas, tiene que quedar siempre. Se requiere una determinada cantidad de plustrabajo para asegurarse contra los accidentes y para la necesaria y progresiva expansión del proceso de reproducción, la cual corresponde al desarrollo de las necesidades y al aumento de la población, lo que desde el punto de vista capitalista se llama acumulación”. Debemos partir de la base de que en el socialismo la jornada de trabajo seguirá quedando dividida en dos partes: trabajo necesario y plustrabajo. Pero tanto el trabajo necesario como el plustrabajo seguirá siendo una creación del trabajador. De manera que si hay trabajadores que han invertido sus ahorros en acciones y cobran unos determinados dividendos, podemos suponer que esos dividendos son parte del plustrabajo que ellos mismos han creado.

Lo cualitativo y lo cuantitativo en las acciones

¿Cómo evitar que los trabajadores a título individual se apropien de más cantidad de plustrabajo del que han creado? No podemos hacerlo negando la necesidad de las sociedades anónimas y el derecho a comprar acciones, sino poniendo un tope máximo al ingreso personal. Se trata de una solución cuantitativa, poner un tope máximo al ingreso personal, y no de una solución cualitativa, negar el derecho de compra de acciones o de cualquier clase de títulos de valor.

La acción como forma mercantil y como forma socialista

La acción es una forma mercantil creada por el capitalismo y, como indica Marx según la cita que encabeza este trabajo, representa una forma económica de transición del capitalismo al socialismo. Pero puede transformarse en una forma económica del socialismo con el sencillo método de poner un tope máximo al ingreso personal. Esta solución cuantitativa, impedir que cualquier persona se apropie de más trabajo del que ha creado, tiene un resultado económico cualitativo: transformar una forma económica capitalista en una forma económica socialista.

Francisco Umpiérrez Sánchez

En Las Palmas de Gran Canaria. 4 de junio de 2006.

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